Ciudad
del Vaticano, 25 noviembre 2014
(VIS).- Después, a mediodía, el Santo Padre se ha desplazado en
coche hasta la sede del Consejo de Europa donde ha encontrado a las
autoridades, entre ellas, el Secretario General, Thorbjørn Jagland
que lo ha acompañado hasta el vestíbulo del Comité de los
Ministros. Sucesivamente tuvo lugar el intercambio de regalos y a
continuación, entraron en la gran sala donde, tras la bienvenida
del Secretario General, el Pontífice ha tomado la palabra
agradeciendo inicialmente la invitación y ''el compromiso y la
contribución -que sus miembros- ofrecen a la paz en Europa, a
través de la promoción de la democracia, los derechos humanos y el
estado de derecho''.
Ofrecemos
a continuación amplios extractos del discurso del Santo Padre:
''En
la intención de sus Padres fundadores, el Consejo de Europa, que
este año celebra su 65 aniversario, respondía a una tendencia ideal
hacia la unidad, que ha animado en varias fases la vida del
Continente desde la antigüedad. Sin embargo, a lo largo de los
siglos, han prevalecido muchas veces las tendencias particularistas,
marcadas por reiterados propósitos hegemónicos... El proyecto de
los Padres fundadores era reconstruir Europa con un espíritu de
servicio mutuo, que aún hoy, en un mundo más proclive a reivindicar
que a servir, debe ser la llave maestra de la misión del Consejo de
Europa, en favor de la paz, la libertad y la dignidad humana''.
''Por
otro lado, el camino privilegiado para la paz – para evitar que se
repita lo ocurrido en las dos guerras mundiales del siglo pasado –
es reconocer en el otro no un enemigo que combatir, sino un hermano a
quien acoger. Es un proceso continuo, que nunca puede darse por
logrado plenamente. Esto es precisamente lo que intuyeron los Padres
fundadores... Afirmaban de este modo la voluntad de caminar madurando
con el tiempo... Por esta razón dieron vida a este Organismo
estable. Algunos años más tarde, el beato Pablo VI recordó que
''las mismas instituciones que en el orden jurídico y en el
concierto internacional tienen la función y el mérito de proclamar
y de conservar la paz alcanzan su providencial finalidad cuando están
continuamente en acción, cuando en todo momento saben engendrar la
paz, hacer la paz''. Es preciso un proceso constante de humanización,
y ''no basta reprimir las guerras, suspender las luchas (...); no
basta una paz impuesta, una paz utilitaria y provisoria; hay que
tender a una paz amada, libre, fraterna, es decir, fundada en la
reconciliación de los ánimos''.
''Para
lograr el bien de la paz es necesario ante todo educar para ella,
abandonando una cultura del conflicto, que tiende al miedo del otro,
a la marginación de quien piensa y vive de manera diferente... Por
desgracia, la paz está todavía demasiado a menudo herida. Lo está
en tantas partes del mundo, donde arrecian furiosos conflictos de
diversa índole. Lo está aquí, en Europa, donde no cesan las
tensiones... Pero la paz sufre también por otras formas de
conflicto, como el terrorismo religioso e internacional, embebido de
un profundo desprecio por la vida humana y que mata
indiscriminadamente a víctimas inocentes. Por desgracia, este
fenómeno se abastece de un tráfico de armas a menudo impune. La
Iglesia considera que «la carrera de armamentos es una plaga
gravísima de la humanidad y perjudica a los pobres de modo
intolerable''. La paz también se quebranta por el tráfico de seres
humanos, que es la nueva esclavitud de nuestro tiempo, y que
convierte a las personas en un artículo de mercado, privando a las
víctimas de toda dignidad... El Consejo de Europa, a través de sus
Comités y Grupos de Expertos, juega un papel importante y
significativo en la lucha contra estas formas de inhumanidad... la
paz no es solamente ausencia de guerra, de conflictos y tensiones. En
la visión cristiana, es al mismo tiempo un don de Dios y fruto de la
acción libre y racional del hombre, que intenta buscar el bien común
en la verdad y el amor''.
''El
camino elegido por el Consejo de Europa -para lograr el objetivo
ambicioso de la paz- es ante todo el de la promoción de los derechos
humanos, que enlaza con el desarrollo de la democracia y el estado de
derecho... tarea particularmente valiosa, con significativas
implicaciones éticas y sociales, puesto que de una correcta
comprensión de estos términos y una reflexión constante sobre
ellos, depende el desarrollo de nuestras sociedades, su convivencia
pacífica y su futuro... Así pues, en esta sede siento el deber de
señalar la importancia de la contribución y la responsabilidad
europea en el desarrollo cultural de la humanidad... Para caminar
hacia el futuro hace falta el pasado, se necesitan raíces profundas,
y también se requiere el valor de no esconderse ante el presente y
sus desafíos. Hace falta memoria, valor y una sana y humana
utopía... Además, la verdad hace un llamamiento a la conciencia,
que es irreductible a los condicionamientos, y por tanto capaz de
conocer su propia dignidad y estar abierta a lo absoluto,
convirtiéndose en fuente de opciones fundamentales guiadas por la
búsqueda del bien para los demás y para sí mismo, y la sede de una
libertad responsable... sin esta búsqueda de la verdad, cada uno se
convierte en medida de sí mismo y de sus actos, abriendo el camino a
una afirmación subjetiva de los derechos, por lo que el concepto de
derecho humano, que tiene en sí mismo un valor universal, queda
sustituido por la idea del derecho individualista''.
''Este
individualismo nos hace humanamente pobres y culturalmente
estériles... del individualismo indiferente nace el culto a la
opulencia, que corresponde a la cultura del descarte en la que
estamos inmersos... Tenemos ante nuestros ojos la imagen de una
Europa herida, por las muchas pruebas del pasado, pero también por
la crisis del presente, que ya no parece ser capaz de hacerle frente
con la vitalidad y la energía del pasado. Una Europa un poco cansada
y pesimista, que se siente asediada por las novedades de otros
continentes. Europa debe reflexionar sobre si su inmenso patrimonio
humano, artístico, técnico, social, político, económico y
religioso es un simple retazo del pasado para museo, o si todavía es
capaz de inspirar la cultura y abrir sus tesoros a toda la humanidad.
En la respuesta a este interrogante, el Consejo de Europa y sus
instituciones tienen un papel de primera importancia''.
''La
historia de Europa puede llevarnos a concebirla ingenuamente como una
bipolaridad o, como mucho, una tripolaridad...y dentro de este
esquema, fruto de reduccionismos geopolíticos hegemónicos, movernos
en la interpretación del presente y en la proyección hacia la
utopía del futuro. Hoy las cosas no son así, y podemos hablar
legítimamente de una Europa multipolar. Las tensiones – tanto las
que construyen como las que disgregan – se producen entre múltiples
polos culturales, religiosos y políticos. Europa afronta hoy el reto
de «globalizar'' de modo original esta multipolaridad... que
comporta el reto de una armonía constructiva, libre de hegemonías
que, aunque pragmáticamente parecen facilitar el camino, terminan
por destruir la originalidad cultural y religiosa de los pueblos...
Hablar de la multipolaridad europea es hablar de pueblos que nacen,
crecen y se proyectan hacia el futuro. La tarea de globalizar la
multipolaridad de Europa no se puede imaginar con la figura de la
esfera... sino más bien con la del poliedro, donde la unidad
armónica del todo conserva la particularidad de cada una de las
partes''.
''Otro
reto que quisiera mencionar es la transversalidad... Si quisiéramos
definir hoy el Continente, debemos hablar de una Europa dialogante,
que sabe poner la transversalidad de opiniones y reflexiones al
servicio de pueblos armónicamente unidos. Asumir este camino de la
comunicación transversal no sólo comporta empatía
intergeneracional, sino metodología histórica de crecimiento. En el
mundo político actual de Europa, resulta estéril el diálogo
meramente en el seno de los organismos (políticos, religiosos,
culturales) de la propia pertenencia. La historia pide hoy la
capacidad de salir de las estructuras que ''contienen'' la propia
identidad, con el fin de hacerla más fuerte y más fructífera en la
confrontación fraterna de la transversalidad. Una Europa que
dialogue únicamente dentro de los grupos cerrados de pertenencia se
queda a mitad de camino; se necesita el espíritu juvenil que acepte
el reto de la transversalidad... En esta perspectiva, acojo
favorablemente la voluntad del Consejo de Europa de invertir en el
diálogo intercultural, incluyendo su dimensión religiosa, mediante
los Encuentros sobre la dimensión religiosa del diálogo
intercultural. Es una oportunidad provechosa para el intercambio
abierto, respetuoso y enriquecedor entre las personas y grupos de
diverso origen, tradición étnica, lingüística y religiosa, en un
espíritu de comprensión y respeto mutuo''.
''En
esta lógica se incluye la aportación que el cristianismo puede
ofrecer hoy al desarrollo cultural y social europeo en el ámbito de
una correcta relación entre religión y sociedad... Toda la sociedad
europea se beneficiará de una reavivada relación entre los dos
ámbitos, tanto para hacer frente a un fundamentalismo religioso, que
es sobre todo enemigo de Dios, como para evitar una razón
''reducida'', que no honra al hombre... Estoy convencido de que hay
muchos temas, y actuales, en los que puede haber un enriquecimiento
mutuo, en los que la Iglesia Católica – especialmente a través
del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) –
puede colaborar con el Consejo de Europa y ofrecer una contribución
fundamental... También hay numerosos retos del mundo contemporáneo
que precisan estudio y un compromiso común, comenzando por la
acogida de los emigrantes... y todo el grave problema del trabajo''.
''Espero
ardientemente que se instaure una nueva colaboración social y
económica, libre de condicionamientos ideológicos, que sepa
afrontar el mundo globalizado, manteniendo vivo el sentido de la
solidaridad y de la caridad mutua, que tanto ha caracterizado el
rostro de Europa, gracias a la generosa labor de cientos de hombres y
mujeres – algunos de los cuales la Iglesia Católica considera
santos – que, a lo largo de los siglos, se han esforzado por
desarrollar el Continente, tanto mediante la actividad empresarial
como con obras educativas, asistenciales y de promoción humana.
Estas últimas, sobre todo, son un punto de referencia importante
para tantos pobres que viven en Europa. ¡Cuántos hay por nuestras
calles! No sólo piden pan para el sustento, que es el más básico
de los derechos, sino también redescubrir el valor de la propia
vida, que la pobreza tiende a hacer olvidar, y recuperar la dignidad
que el trabajo confiere''.
''Entre
los temas que requieren nuestra reflexión y nuestra colaboración
está la defensa del medio ambiente, de nuestra querida Tierra, el
gran recurso que Dios nos ha dado y que está a nuestra disposición,
no para ser desfigurada, explotada y denigrada, sino para que,
disfrutando de su inmensa belleza, podamos vivir con dignidad... El
beato Pablo VI calificó a la Iglesia como ''experta en humanidad''.
En el mundo, a imitación de Cristo, y no obstante los pecados de sus
hijos, ella no busca más que servir y dar testimonio de la verdad.
Nada más, sino sólo este espíritu, nos guía en el alentar el
camino de la humanidad''.
''La
Santa Sede tiene la intención de continuar su colaboración con el
Consejo de Europa, que hoy desempeña un papel fundamental para
forjar la mentalidad de las futuras generaciones de europeos...
realizar juntos una reflexión a todo campo, para que se instaure una
especie de ''nueva ágora'', en la que toda instancia civil y
religiosa pueda confrontarse libremente con las otras, si bien en la
separación de ámbitos y en la diversidad de posiciones, animada
exclusivamente por el deseo de verdad y de edificar el bien común...
La cultura nace siempre del encuentro mutuo, orientado a estimular la
riqueza intelectual y la creatividad de cuantos participan; y esto,
además de ser una práctica del bien, es belleza. Mi esperanza es
que Europa, redescubriendo su patrimonio histórico y la profundidad
de sus raíces, asumiendo su acentuada multipolaridad y el fenómeno
de la transversalidad dialogante, reencuentre esa juventud de
espíritu que la ha hecho fecunda y grande''.
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