Ciudad
del Vaticano, 25 noviembre 2014
(VIS).-El futuro de Europa depende del redescubrimiento del nexo
vital e inseparable entre la dignidad y la trascendencia porque si no
corre el riesgo de perder lentamente su alma y el espíritu humanista
que ama y defiende. Este ha sido el mensaje que el Papa Francisco ha
legado a los miembros del Parlamento Europeo durante su visita al
órgano legislativo de la Unión Europea (UE). en Estrasburgo; la
única institución internacional elegida directamente por 508
millones de ciudadanos, compuesta por 751 diputados elegidos en los
28 estados miembros de la UE.
El
Santo Padre, que salió en avión de Roma poco antes de las 8 de la
mañana, llegó a Estrasburgo a las 10.00 y fue acogido por el
Encargado de Asuntos Europeos del Gobierno francés, Harlem Désir
de dos vicepresidentes y de diversas autoridades civiles , entre
ellas el alcalde de Estrasburgo, Roland Ries y eclesiásticas. Desde
allí Francisco se trasladó en automóvil a la sede del Parlamento
donde fue recibido por el presidente Martin Schulz y tras la
presentación de las dos delegaciones de los 14 miembros del Bureau
del Parlamento y de los 8 presidentes de los grupos políticos de la
Asamblea, firmó en el Libro de Oro del Parlamento con esta frase:
''Espero que el Parlamento Europeo sea siempre la sede donde cada
miembro colabore para que Europa, consciente de su pasado, mire con
confianza al futuro para vivir con esperanza el presente''.
Tras
asistir a la Sesión Solemne del Parlamento y escuchar el discurso
del presidente Schulz el Papa Francisco se dirigió a la Asamblea
recordando que su visita tenía lugar más de un cuarto de siglo
después de la del Papa Juan Pablo II y que muchas cosas habían
cambiado desde entonces, en Europa y en todo el mundo. ''No existen
-dijo- los bloques contrapuestos que antes dividían el Continente en
dos, y se está cumpliendo lentamente el deseo de que ''Europa,
dándose soberanamente instituciones libres, pueda un día ampliarse
a las dimensiones que le han dado la geografía y aún más la
historia. Junto a una Unión Europea más amplia, existe un mundo más
complejo y en rápido movimiento. Un mundo cada vez más
interconectado y global, y, por eso, siempre menos ''eurocéntrico''.
Sin embargo, una Unión más amplia, más influyente, parece ir
acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida,
que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que la
contempla a menudo con distancia, desconfianza y, tal vez, con
sospecha''.
''Al
dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor -prosiguió-
deseo enviar a todos los ciudadanos europeos un mensaje de esperanza
y de aliento. Un mensaje de esperanza basado en la confianza de que
las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad,
para vencer todos los miedos que Europa – junto a todo el mundo –
está atravesando. Esperanza en el Señor, que transforma el mal en
bien y la muerte en vida. Un mensaje de aliento para volver a la
firme convicción de los Padres fundadores de la Unión Europea, los
cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar juntos
para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre
todos los pueblos del Continente. En el centro de este ambicioso
proyecto político se encontraba la confianza en el hombre, no tanto
como ciudadano o sujeto económico, sino en el hombre como persona
dotada de una dignidad trascendente''.
El
Papa subrayó entonces el estrecho vínculo que existe entre estas
dos palabras: ''dignidad'' y ''trascendente''. ''La ''dignidad''
-afirmó- es una palabra clave que ha caracterizado el proceso de
recuperación en la segunda postguerra. Nuestra historia reciente se
distingue por la indudable centralidad de la promoción de la
dignidad humana contra las múltiples violencias y discriminaciones,
que no han faltado, tampoco en Europa, a lo largo de los siglos. La
percepción de la importancia de los derechos humanos nace
precisamente como resultado de un largo camino, hecho también de
muchos sufrimientos y sacrificios, que ha contribuido a formar la
conciencia del valor de cada persona humana, única e irrepetible.
Esta conciencia cultural encuentra su fundamento no sólo en los
eventos históricos, sino, sobre todo, en el pensamiento europeo,
caracterizado por un rico encuentro, cuyas múltiples y lejanas
fuentes provienen de Grecia y Roma, de los ambientes celtas,
germánicos y eslavos, y del cristianismo que los marcó
profundamente, dando lugar al concepto de ''persona''.
''Hoy,
la promoción de los derechos humanos desempeña un papel central en
el compromiso de la Unión Europea, con el fin de favorecer la
dignidad de la persona, tanto en su seno como en las relaciones con
los otros países. Se trata de un compromiso importante y admirable,
pues persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos
son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la
concepción, la configuración y la utilidad, y que después pueden
ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o
ancianos''.
Y
promover la dignidad de la persona significa ''reconocer que posee
derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada
arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses
económicos'' porque ''es necesario prestar atención para no caer en
algunos errores que pueden nacer de una mala comprensión de los
derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos. Existe
hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más
amplia de los derechos individuales, estoy tentado de decir
individualistas, que esconde una concepción de persona humana
desligada de todo contexto social y antropológico, Parece que el
concepto de derecho ya no se asocia al de deber, igualmente esencial
y complementario, de modo que se afirman los derechos del individuo
sin tener en cuenta que cada ser humano está unido a un contexto
social, en el cual sus derechos y deberes están conectados a los de
los demás y al bien común de la sociedad misma''.
''Considero
por esto -recalcó el Pontífice- que es vital profundizar hoy en
una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la
dimensión individual, o mejor, personal, con la del bien común, con
ese ''todos nosotros'' formado por individuos, familias y grupos
intermedios que se unen en comunidad social...Así, hablar de la
dignidad trascendente del hombre, significa apelarse a su naturaleza,
a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa
''brújula'' inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en
el universo creado; significa sobre todo mirar al hombre no como un
absoluto, sino como un ser relacional. Una de las enfermedades que
veo más extendidas hoy en Europa es la soledad, propia de quien no
tiene lazo alguno. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo
abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de
referencia y de oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los
numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos
de los inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro
mejor''.
Esta
soledad ''se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos
perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de
vista social. Se puede constatar que, en el curso de los últimos
años, junto al proceso de ampliación de la Unión Europea, ha ido
creciendo la desconfianza de los ciudadanos respecto a instituciones
consideradas distantes, dedicadas a establecer reglas que se sienten
lejanas de la sensibilidad de cada pueblo, e incluso dañinas. Desde
muchas partes se recibe una impresión general de cansancio y de
envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz.
Por lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber
perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos
burocráticos de sus instituciones. A eso se asocian algunos estilos
de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia
insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y
sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio
de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate
político, en detrimento de una orientación antropológica
auténtica. El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero
engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo
para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a
menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la
descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, de los
enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o
de los niños asesinados antes de nacer. Este es el gran equívoco
que se produce ''cuando prevalece la absolutización de la técnica'',
que termina por causar ''una confusión entre los fines y los
medios. Es el resultado inevitable de la ''cultura del descarte'' y
del ''consumismo exasperado''.
Francisco
recordó a los parlamentarios que estaban llamados también a una
gran misión, aunque pudiera parecer inútil: Preocuparse de la
fragilidad de los pueblos y de las personas : 'Cuidar de la
fragilidad de las personas y de los pueblos -explicó- significa
proteger la memoria y la esperanza; significa hacerse cargo del
presente en su situación más marginal y angustiosa y ser capaz de
dotarlo de dignidad. Por lo tanto, ¿cómo devolver la esperanza al
futuro, de manera que, partiendo de las jóvenes generaciones, se
encuentre la confianza para perseguir el gran ideal de una Europa
unida y en paz, creativa y emprendedora, respetuosa de los derechos y
consciente de los propios deberes?''.
Para
responder a esta pregunta el Papa recurrió al fresco de la Escuela
de Atenas de Rafael que se encuentra en el Vaticano: ''En el centro
- dijo- están Platón y Aristóteles. El primero con el dedo apunta
hacia lo alto, hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el
cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador,
hacia la tierra, la realidad concreta. Me parece una imagen que
describe bien a Europa en su historia, hecha de un permanente
encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la
apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde
siempre al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad
práctica y concreta de afrontar las situaciones y los problemas. El
futuro de Europa depende del redescubrimiento del nexo vital e
inseparable entre estos dos elementos. Una Europa que no es capaz de
abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que
corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel
''espíritu humanista'' que, sin embargo, ama y defiende... En este
sentido, considero fundamental no sólo el patrimonio que el
cristianismo ha dejado en el pasado para la formación cultural del
continente, sino, sobre todo, la contribución que pretende dar hoy y
en el futuro para su crecimiento. Dicha contribución no constituye
un peligro para la laicidad de los Estados y para la independencia de
las instituciones de la Unión, sino que es un enriquecimiento. Nos
lo indican los ideales que la han formado desde el principio, como
son: la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un
humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona''.
A
continuación Francisco renovó la disponibilidad de la Santa Sede y
de la Iglesia Católica, a través de la Comisión de las
Conferencias Episcopales Europeas (COMECE), para mantener ''un
diálogo provechoso, abierto y trasparente con las instituciones de
la Unión Europea. Estoy igualmente convencido de que una Europa
capaz de apreciar las propias raíces religiosas, sabiendo aprovechar
su riqueza y potencialidad, puede ser también más fácilmente
inmune a tantos extremismos que se expanden en el mundo actual,
también por el gran vacío en el ámbito de los ideales, como lo
vemos en el así llamado Occidente, porque ''es precisamente este
olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la
violencia''.A este respecto, no podemos olvidar aquí las numerosas
injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías
religiosas, y particularmente cristianas, en diversas partes del
mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias:
expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas;
asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el
vergonzoso y cómplice silencio de tantos''.
''El
lema de la Unión Europea es Unidad en la diversidad, pero la unidad
no significa uniformidad política, económica, cultural, o de
pensamiento.... En este sentido, considero que Europa es una familia
de pueblos, que podrán sentir cercanas las instituciones de la Unión
si estas saben conjugar sabiamente el anhelado ideal de la unidad,
con la diversidad propia de cada uno, valorando todas las
tradiciones; tomando conciencia de su historia y de sus raíces;
liberándose de tantas manipulaciones y fobias. Por otra parte, las
peculiaridades de cada uno constituyen una auténtica riqueza en la
medida en que se ponen al servicio de todos. En esta dinámica de
unidad-particularidad, se les plantea también, Señores y Señoras
Eurodiputados, la exigencia de hacerse cargo de mantener viva la
democracia de los pueblos de Europa. No se nos oculta que una
concepción uniformadora de la globalidad daña la vitalidad del
sistema democrático, debilitando el contraste rico, fecundo y
constructivo, de las organizaciones y de los partidos políticos
entre sí.... Mantener viva la democracia en Europa exige evitar
tantas ''maneras globalizantes'' de diluir la realidad: los purismos
angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos
ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin
sabiduría''.
Mantener
viva la realidad de las democracias es ''un reto de este momento
histórico, evitando que su fuerza real – fuerza política
expresiva de los pueblos – sea desplazada ante las presiones de
intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles
y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al
servicio de imperios desconocidos. Este es un reto que hoy la
historia nos ofrece. Dar esperanza a Europa no significa sólo
reconocer la centralidad de la persona humana, sino que implica
también favorecer sus cualidades. Se trata por eso de invertir en
ella y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan
fruto. El primer ámbito es seguramente el de la educación, a partir
de la familia, célula fundamental y elemento precioso de toda
sociedad.... Por otra parte, subrayar la importancia de la familia,
no sólo ayuda a dar prospectivas y esperanza a las nuevas
generaciones, sino también a los numerosos ancianos, muchas veces
obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono porque no
existe el calor de un hogar familiar capaz de acompañarles y
sostenerles.Junto a la familia están las instituciones educativas:
las escuelas y universidades y.. ''los jóvenes de hoy piden poder
tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con
esperanza, y no con desilusión''.
El
Pontífice habló también de la defensa del ambiente recordando que
Europa ha estado siempre ''en primera línea de un loable compromiso
en favor de la ecología... Esto significa, por una parte, que la
naturaleza está a nuestra disposición, podemos disfrutarla y hacer
buen uso de ella; por otra parte, significa que no somos los dueños.
Custodios, pero no dueños. ... Respetar el ambiente no significa
sólo limitarse a evitar estropearlo, sino también utilizarlo para
el bien. Pienso sobre todo en el sector agrícola, llamado a dar
sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de
personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos
de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas. Además, el
respeto por la naturaleza nos recuerda que el hombre mismo es parte
fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se necesita una
ecología humana, hecha del respeto de la persona''.
El
segundo ámbito en el que florecen los talentos de la persona humana
''es el trabajo. Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero
es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo,
garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo.
Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la
flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de
las perspectivas laborales, indispensables para el desarrollo humano
de los trabajadores; por otro lado, significa favorecer un adecuado
contexto social, que no apunte a la explotación de las personas,
sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir
una familia y de educar los hijos''.
Insistiendo
en la necesidad de afrontar juntos la cuestión migratoria, Francisco
exclamó: ''¡No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se
convierta en un gran cementerio¡...La ausencia de un apoyo recíproco
dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones
particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad
humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y
continuas tensiones sociales. Europa será capaz de hacer frente a
las problemáticas asociadas a la inmigración si es capaz de
proponer con claridad su propia identidad cultural y poner en
práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los
derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo
la acogida a los inmigrantes; si es capaz de adoptar políticas
correctas, valientes y concretas que ayuden a los países de origen
en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos
internos – causa principal de este fenómeno –, en lugar de
políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos''
''Ser
conscientes de la propia identidad es necesario también para
dialogar en modo propositivo con los Estados que han solicitado
entrar a formar parte de la Unión en el futuro. Pienso sobre todo en
los del área balcánica, para los que el ingreso en la Unión
Europea puede responder al ideal de paz en una región que ha sufrido
mucho por los conflictos del pasado. Por último, la conciencia de la
propia identidad es indispensable en las relaciones con los otros
países vecinos, particularmente con aquellos de la cuenca
mediterránea, muchos de los cuales sufren a causa de conflictos
internos y por la presión del fundamentalismo religioso y del
terrorismo internacional''.
''A
ustedes, legisladores les corresponde la tarea de custodiar y hacer
crecer la identidad europea, de modo que los ciudadanos encuentren de
nuevo la confianza en las instituciones de la Unión y en el proyecto
de paz y de amistad en el que se fundamentan. ... Les exhorto, pues,
a trabajar para que Europa redescubra su alma buena. Un autor anónimo
del siglo II escribió que ''Los cristianos representan en el mundo
lo que el alma al cuerpo''. La función del alma es la de sostener
el cuerpo, ser su conciencia y la memoria histórica. Y dos mil años
de historia unen a Europa y al cristianismo. Una historia en la que
no han faltado conflictos y errores, también pecados pero siempre
animada por el deseo de construir para el bien. Lo vemos en la
belleza de nuestras ciudades, y más aún, en la de múltiples obras
de caridad y de edificación humana común que constelan el
Continente. Esta historia, en gran parte, debe ser todavía escrita.
Es nuestro presente y también nuestro futuro. Es nuestra identidad.
Europa tiene una gran necesidad de redescubrir su rostro para crecer,
según el espíritu de sus Padres fundadores, en la paz y en la
concordia, porque ella misma no está todavía libre de conflictos''.
''Queridos
Eurodiputados -finalizó entre aplausos el Papa -ha llegado la hora
de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía,
sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores
inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire
con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su
presente. Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa
atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una
Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores
humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue
ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa
que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de
referencia para toda la humanidad''.
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