Ciudad
del Vaticano, 8 de junio de 2014.- El evento de Pentecostés que
marca el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública, fue
el tema de la meditación del Papa antes de rezar el Regina Coeli
con miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
En
ese evento, observó Francisco, nos llaman la atención dos
características: ''Una Iglesia que sorprende y una Iglesia que
desconcierta'' porque ''un elemento fundamental de Pentecostés es la
sorpresa''. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, lo sabemos.
Ninguno esperaba ya nada de los discípulos: Después de la muerte
de Jesús eran un grupo insignificante, derrotados huérfanos de su
Maestro. En cambio, sucede algo inesperado que suscita maravilla:
La gente está desconcertada porque cada uno oía a los discípulos
hablar en su propia lengua, relatando las grandes obras de Dios. La
Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que suscita estupor
porque, con la fuerza que le viene de Dios, anuncia un mensaje nuevo
– la Resurrección de Cristo con un lenguaje nuevo – el lenguaje
universal del amor. .. Los discípulos están revestidos de potencia
que viene de las alturas y hablan con coraje – pocos minutos antes
eran todos cobardes, pero ahora hablan con coraje y franqueza, con la
libertad del Espíritu Santo''
''Así
está llamada a ser siempre la Iglesia: capaz de sorprender
anunciando a todos que Jesús, el Cristo ha vencido la muerte, que
los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está
siempre allí, esperándonos, para curarnos, para perdonarnos.
Precisamente para esta misión Jesús resucitado dio su Espíritu a
la Iglesia''. ''Pero, atención- advirtió el Papa- si la Iglesia
está viva, siempre debe sorprender. Es propio de la Iglesia viva
sorprender. Una Iglesia que no tenga la capacidad de sorprender es
una Iglesia débil, enferma, moribunda ¡y hay que ingresarla en
reanimación, cuanto antes!''
''Alguno,
en Jerusalén, hubiera preferido que los discípulos de Jesús,
paralizados por el miedo, permanecieran encerrados en casa para no
crear desconcierto . También hoy tantos quieren que los cristianos
hagan los mismo. En cambio, el Señor resucitado los empuja hacia
el mundo. La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se
resigna a ser inocua, demasiado 'aguada'. ¡No, no se resigna a esto!
No quiere ser un elemento decorativo. Es una Iglesia que no duda en
salir fuera, al encuentro de la gente, para anunciar el mensaje que
se le ha confiado, incluso si ese mensaje desconcierta o inquieta a
las conciencias, incluso si ese mensaje conlleva, quizás, problemas
y también a veces, nos lleva al martirio''.
La
Iglesia nace ''una y universal, con una identidad precisa, pero
abierta, una Iglesia que abraza al mundo pero no lo captura; lo deja
libre, pero lo abraza como la columnata de esta plaza: dos brazos que
se abren para acoger, pero que no se cierran para retener. Nosotros
los cristianos somos libres, ¡y la Iglesia nos quiere libres!'',
exclamó el Santo Padre.
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