Ciudad
del Vaticano, 17 diciembre 2012
(VIS).- “Cualquier actividad deportiva, tanto a
nivel amateur como profesional, requiere lealtad en la competición,
respeto por el propio cuerpo, solidaridad y altruismo; y después
llegan también la alegría, la satisfacción y la fiesta. Todo ello
presupone un camino de auténtica maduración humana, hecho de
renuncias, tenacidad, paciencia y sobre todo de humildad, que no se
aplaude, pero que es el secreto de la victoria”.
Con
estas palabras el Papa ha recibido esta mañana a los atletas que han
representado a Italia en las Olimpíadas de Londres 2012, en las que
consiguieron 28 medallas, entre ellas ocho de oro. Junto a los
deportistas estaban también los dirigentes del Comité Olímpico
Nacional Italiano (CONI).
“La
Iglesia se interesa por el deporte - ha dicho el Santo Padre- porque
le importa el ser humano en su totalidad y reconoce que la actividad
deportiva repercute también en la educación, la formación de la
persona, las relaciones y la espiritualidad (...) El atleta que vive
integralmente su experiencia está atento al proyecto de Dios sobre
su vida, aprende a escuchar su voz en los largos tiempos de
entrenamiento, a reconocerlo en el rostro del compañero y también
del adversario (...) Pienso en vosotros, queridos atletas, como
campeones y testigos, con una misión que cumplir: ser,
para los que os admiran, modelos válidos que imitar (...), maestros
de una práctica deportiva que sea siempre leal y límpida”.
El
Papa ha reiterado a los atletas que la presión por conseguir
resultados significativos “no debe llevar nunca a buscar atajos,
como sucede con el 'doping'. Que el espíritu de equipo os sirva de
acicate para evitar estos callejones sin salida, pero también de
apoyo a quien reconoce que se ha equivocado, para que sea acogido y
ayudado”.
En
el ámbito del Año de la Fe, el Santo Padre ha subrayado que el
deporte puede educar también al “entrenamiento espiritual, es
decir, a vivir cada día intentando que el bien triunfe sobre el mal,
la verdad sobre la mentira, el amor sobre el odio y, todo esto, en
primer lugar, consigo mismos. Pensando,además, en la tarea de la
nueva evangelización, también el mundo del deporte puede
considerarse como un moderno “atrio de los gentiles”, una ocasión
preciosa de encuentro abierta a todos, creyentes y no creyentes,
donde experimentar la alegría y también la fatiga de confrontarse
con personas diversas, por cultura, lengua y orientación religiosa”.
Por
último, ha recordado la figura del beato Pier Giorgio Frassati, “un
joven que unía la pasión del deporte -le gustaban sobre todo las
escaladas- y la pasión por Dios”, invitando a los atletas a leer
su biografía. “El beato Pier Giorgio nos demuestra que ser
cristianos significa amar a la vida, a la naturaleza, pero sobre todo
amar al prójimo, en particular, a las personas en dificultad. Deseo
a cada uno de vosotros que sintáis la alegría más grande, la de
mejorar día tras día, consiguiendo amar siempre un poco más”.
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