Ciudad
del Vaticano, 16 de diciembre 2012 (VIS).-Benedicto XVI ha visitado
esta mañana, como obispo de Roma, la parroquia de San Patricio en la
colina Prenestina, una zona urbanizada entre los años 60 y 80 del
siglo pasado, que cuenta con una nueva iglesia desde 2007. El Papa
ha sido recibido por la comunidad parroquial entre la que se contaban
los niños bautizados este año, acompañados por sus padres y ha
presidido, a las 10,00, la Santa Misa.
En
el tercer domingo de Adviento, llamado “Gaudete”, porque invita a
la alegría, el Santo Padre ha recordado que el tiempo de Adviento
es, efectivamente, no sólo un tiempo de conversión sino también de
gozo porque “en el corazón de los creyentes se despierta la espera
del Salvador, y esperar la llegada de una persona amada es siempre
motivo de alegría”.
El
Papa ha comentado la primera lectura en la que el profeta Sofonías
utiliza la expresión “Alégrate, hija de Sión”, explicando que
el profeta quiere decir que “ya no hay ningún motivo de desaliento
(...) ni de tristeza cualquiera que sea la situación que debamos
afrontar porque estamos seguros de la presencia del Señor que, por
sí misma, basta para calmar y alegrar los corazones. El profeta,
además, nos da a entender que esa alegría es recíproca: nosotros
estamos invitados a alegrarnos, pero también el Señor se alegra de
su relación con nosotros (...) La alegría que se promete en este
texto se cumple en Jesús (...) que trae a los hombres la salvación,
una relación nueva con Dios, que vence al mal y a la muerte”.
“Dentro
de pocos días - ha dicho- celebraremos la Navidad, la fiesta de la
venida de Dios que se hizo niño y hermano nuestro para estar con
nosotros y compartir nuestra condición humana. Tenemos que
alegrarnos por esta cercanía, por su presencia e intentar comprender
siempre que está realmente cerca y así, dejar que penetre en
nosotros, la realidad de la bondad de Dios, de la alegría de Cristo
que está entre nosotros. San Pablo dice con fuerza en una de sus
cartas que nada puede separarnos del amor de Dios que se ha
manifestado en Cristo. Solo el pecado nos aleja de Él, pero éste es
un factor de separación que nosotros mismos introducimos en nuestra
relación con el Señor. Sin embargo, incluso cuando nos alejamos, Él
no cesa de amarnos y sigue estando cerca de nosotros con su
misericordia, con su disponibilidad a perdonar y recogernos en su
amor”.
Por
eso “no debemos angustiarnos nunca: siempre podemos exponer al
Señor nuestras peticiones, nuestras necesidades y preocupaciones
'con plegarias y oraciones'. Y este es un gran motivo de alegría,
saber que siempre es posible rezar al Señor y que el Señor nos
escucha, que Dios no está lejos,
sino que nos escucha, nos conoce y no rechaza nunca nuestras
súplicas, aunque no responda inmediatamente como desearíamos, pero
responde”.
Pero,
“la alegría que el Señor nos comunica debe encontrar en nosotros
el amor agradecido. Efectivamente, la alegría es plena cuando
reconocemos su misericordia, cuando prestamos
atención a los signos de su bondad (...) Los que acogen los dones de
Dios de forma egoísta no encuentra la alegría verdadera; en cambio,
quienes los utilizan
para amarlo con gratitud sincera y para transmitir su amor a los
demás, tienen el corazón lleno realmente
de alegría”, ha concluido el pontífice.
Terminada
la celebración eucarística, el Papa saludó a los ancianos y
enfermos de la parroquia y regresó al Vaticano para rezar el
Ángelus.
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