Ciudad
del Vaticano, 31 de octubre de 2012 (VIS).-Repitiendo el gesto de
Julio II en 1512, Benedicto XVI presidió esta tarde en la Capilla
Sixtina las primeras vísperas de la solemnidad de Todos los Santos.
Ese mismo día, hace cinco siglos, se inauguraba la Capilla, después
de que Miguel Ángel hubiese completado la decoración de la bóveda.
“¿Por
qué conmemorar ese evento histórico y artístico con una
celebración litúrgica? -dijo Benedicto XVI. En primer lugar porque
la Sixtina es, por naturaleza, un aula litúrgica, es la Capilla
Magna del Palacio Apostólico en el Vaticano. Además, las obras
artísticas que la decoran, en particular el ciclo de frescos,
encuentran en la liturgia, por así decir, su ambiente vital, el
contexto en que expresan mejor toda su belleza, toda la riqueza y la
importancia de su significado (...) En pocas palabras, la Capilla
Sixtina, contemplada en oración, es todavía mas hermosa, más
auténtica, se revela en toda su riqueza”.
El
Papa, citando a Giorgio Vasari, que define a la Sixtina como luz del
arte que ha iluminado el mundo, afirmó “No se trata solamente de
la luz que procede del sabio empleo del color rico de contrastes o
del movimiento que anima la obra maestra de Miguel Ángel, sino de la
idea que atraviesa la gran bóveda: es la luz de Dios la que ilumina
estos frescos y toda la Capilla (...) Esa luz que con su potencia
vence al caos y a la oscuridad para dar vida: en la creación y en la
redención. Y la Capilla Sixtina narra esta historia de luz, de
liberación, de salvación; habla de la relación de Dios con la
humanidad”.
“Con
la bóveda genial de Miguel Ángel, la mirada recorre el mensaje de
los Profetas a los que se suman las Sibilas paganas en espera de
Cristo, hasta el principio de todo: “En principio Dios creó el
cielo y la tierra”. Con una intensidad expresiva única, el gran
artista dibuja al Dios creador, su acción su potencia para
evidenciar que el mundo no es producto de la oscuridad, del caso, del
absurdo, sino que deriva de una inteligencia, de una libertad, de un
acto supremo de amor. En el encuentro entre el dedo de Dios y el del
hombre, percibimos el contacto entre el cielo y la tierra; en Adán,
Dios entra en una relación nueva con su creación; el hombre está
en directo contacto con El, está llamado a El, es imagen y semejanza
de Dios”.
“Rezar
esta tarde, aquí en esta Capilla Sixtina, envueltos en la historia
del camino de Dios con el ser humano, admirablemente representado en
los frescos que nos rodean, es una invitación a la alabanza”,
concluyó el Santo Padre.
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