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domingo, 16 de septiembre de 2012

SERVIR A LA JUSTICIA Y LA PAZ ES UNA EXIGENCIA PARA LOS CRISTIANOS Y PARA LA IGLESIA

Ciudad del Vaticano, 16 de septiembre (VIS).-El City Center Waterfront de Beirut fue escenario esta mañana de la Santa Misa celebrada por Benedicto XVI. El Waterfront es una zona costera entre el puerto turístico y el centro de la ciudad; el terreno fue recuperado del mar con los fragmentos de tierra y de escombros de los edificios del centro de Beirut demolido al final de la guerra antes de comenzar la reconstrucción.

El Santo Padre llegó a ese lugar en automóvil, procedente de la nunciatura apostólica de Harissa y recorrió en papamóvil el último tramo del trayecto, a partir del paseo marítimo de Jounieh. A su llegada fue recibido por el alcalde de Beirut que le entregó las llaves de la ciudad. Asistieron a la Santa Misa miles de fieles, las autoridades civiles libanesas y 300 obispos de Oriente Medio. La liturgia se celebró en francés, árabe y latín.

En su homilía, el Papa comentó el Evangelio de hoy que revela la verdadera identidad de Jesús. En el relato de Marcos Jesús camina con sus discípulos por la senda que conduce a los pueblos de la región de Cesarea de Filipo y les pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

El momento elegido para plantear esta cuestión tiene un significado -explicó el Santo Padre- Jesús se encuentra en un momento decisivo de su existencia. Sube hacia Jerusalén, hacia el lugar donde, por la cruz y la resurrección, se cumplirá el acontecimiento central de nuestra salvación. Jerusalén es también donde, al final de estos acontecimientos, nacerá la Iglesia”.

En el pasaje evangélico, después de que Pedro proclame que Jesús es el Mesías, Cristo precisa a los discípulos que el Mesías deberá sufrir y ser ajusticiado antes de resucitar. “Se percataba -dijo el pontífice- de que la gente podría utilizar esa respuesta para propósitos que no eran los suyos para suscitar falsas esperanzas terrenas sobre él. Y no se deja encerrar sólo en los atributos del libertador humano que muchos esperan”.

Jesús es “un Mesías sufriente, un Mesías servidor, no un libertador político todopoderoso. Él es siervo obediente a la voluntad de su Padre hasta entregar su vida (...) Así, Jesús va contra lo que muchos esperaban de él. Su afirmación sorprende e inquieta. Y eso explica la réplica y los reproches de Pedro, rechazando el sufrimiento y la muerte de su maestro. Jesús se muestra severo con él, y le hace comprender que quien quiera ser discípulo suyo, debe aceptar ser un servidor, como él mismo se ha hecho siervo”.

Por eso decidirse a seguir a Jesús, es “tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios”. Benedicto XVI señaló en este sentido que el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, invita a todos los fieles a comprometerse “de forma renovada en este camino de conversión del corazón. A lo largo de todo este año, os animo vivamente, pues, a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio”.

El camino por el que Jesús nos quiere llevar es “un camino de esperanza para todos. La gloria de Jesús se revela en el momento en que, en su humanidad, él se manifiesta el más frágil, especialmente después de la encarnación y sobre la cruz. Así es como Dios muestra su amor, haciéndose siervo, entregándose por nosotros”.

Benedicto XVI habló a continuación de la segunda lectura en que Santiago recuerda que el seguir a Jesús, para ser auténtico, exige “actos concretos” (...) Servir es una exigencia imperativa para la Iglesia y, para los cristianos, el ser verdaderos servidores, a imagen de Jesús. (...) Por tanto, en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y la paz es una urgencia, para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión. (...) Imploro particularmente al Señor que conceda a esta región de Oriente Medio servidores de la paz y la reconciliación, para que todos puedan vivir pacíficamente y con dignidad. Es un testimonio esencial que los cristianos deben dar aquí, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Os hago un llamamiento a todos a trabajar por la paz. Cada uno como pueda y allí dónde se encuentre”.

Pero el servicio “debe entrar también en el corazón de la vida misma de la comunidad cristiana. Todo ministerio, todo cargo en la Iglesia, es ante todo un servicio a Dios y a los hermanos. Éste es el espíritu que debe reinar entre todos los bautizados, en particular con un compromiso efectivo para con los pobres, los marginados y los que sufren, para salvaguardar la dignidad inalienable de cada persona”.

Queridos hermanos y hermanas que sufrís en el cuerpo o en el corazón -exclamó el pontífice- vuestro dolor no es inútil. Cristo servidor está cercano a todos los que sufren (..) Que os encontréis en vuestro camino con hermanos y hermanas que manifiesten concretamente su presencia amorosa, que no os abandonará. Que Cristo os colme de esperanza”.
El Santo Padre concluyó pidiendo a Dios que bendijese al Líbano, a todos los pueblos de la querida región del Medio Oriente y les concediese el don de su paz”.

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