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miércoles, 11 de abril de 2012

VIA CRUCIS: EL MISTERIO DE LA PASION ALIENTA A SEGUIR ADELANTE CON ESPERANZA



Ciudad del Vaticano, 6 de abril de 2012 (VIS).- Este Viernes Santo, el Santo Padre ha presidido, a las 17.30, en la basílica de San Pedro, la celebración de la Pasión del Señor. Después de la liturgia de la Palabra -en la que se escuchó el relato de la Pasión según San Juan- y la homilía, se rezó la Oración universal. El rito prosiguió con la adoración de la Santa Cruz y concluyó con la comunión.

Horas más tarde, a las 21.15, Benedicto XVI presidió el Via Crucis, transmitido a todo el mundo, en el Coliseo de Roma. Este año, los textos de las meditaciones y las oraciones que acompañan las estaciones han sido escritos por un matrimonio miembro del Movimiento de los Focolares. Dos jóvenes de la diócesis de Roma sostenían las antorchas al lado de la cruz, que fue llevada por el cardenal Agostino Vallini, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma; por dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa; y por algunas familias procedentes de Italia, Irlanda, Burkina Faso y Perú.

Al final del Via Crucis, el Papa pronunció las siguientes palabras:

Hemos recordado en la meditación, la oración y el canto, el camino de Jesús en la vía de la cruz: una vía que parecía sin salida y que, sin embargo, ha cambiado la vida y la historia del hombre, ha abierto el paso hacia los «cielos nuevos y la tierra nueva» Especialmente en este día del Viernes Santo, la Iglesia celebra con íntima devoción espiritual la memoria de la muerte en cruz del Hijo de Dios y, en su cruz, ve el árbol de la vida, fecundo de una nueva esperanza”.

La experiencia del sufrimiento y de la cruz marca la humanidad, marca incluso la familia; cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil. Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo, además, la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y por otros efectos negativos de la crisis económica. El camino del Via Crucis, que hemos recorrido esta noche espiritualmente, es una invitación para todos nosotros, y especialmente para las familias, a contemplar a Cristo crucificado para tener la fuerza de ir más allá de las dificultades. La cruz de Jesús es el signo supremo del amor de Dios para cada hombre, la respuesta superabundante a la necesidad que tiene toda persona de ser amada. Cuando nos encontramos en la prueba, cuando nuestras familias deben afrontar el dolor, la tribulación, miremos a la cruz de Cristo: allí encontramos el valor y la fuerza para seguir caminando; allí podemos repetir con firme esperanza las palabras de san Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?: ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a Aquél que nos ha amado”.

En la aflicción y la dificultad, no estamos solos; la familia no está sola: Jesús está presente con su amor, la sostiene con su gracia y le da la fuerza para seguir adelante, para afrontar los sacrificios y superar todo obstáculo. Y es a este amor de Cristo al que debemos acudir cuando las vicisitudes humanas y las dificultades amenazan con herir la unidad de nuestra vida y de la familia. El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza: la estación del dolor y de la prueba, si la vivimos con Cristo, con fe en Él, encierra ya la luz de la resurrección, la vida nueva del mundo resucitado, la pascua de cada hombre que cree en su Palabra”

En aquel hombre crucificado, que es el Hijo de Dios, incluso la muerte misma adquiere un nuevo significado y orientación, es rescatada y vencida, es el paso hacia la nueva vida: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Encomendémonos a la Madre de Cristo, que ha acompañado a su Hijo por la vía dolorosa. Que ella, que estaba junto a la cruz en la hora de su muerte, que ha alentado a la Iglesia desde su nacimiento para que viva la presencia del Señor, dirija nuestros corazones, los corazones de todas las familias a través del inmenso 'mysterium passionis' hacia el 'mysterium paschale', hacia aquella luz que prorrumpe de la Resurrección de Cristo y muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte. Amén”.

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