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lunes, 10 de enero de 2005

HUMANIDAD ATORMENTADA, PERO ANIMADA POR LA ESPERANZA


CIUDAD DEL VATICANO, 10 ENE 2005 (VIS).-Esta mañana a las 11 en la Sala Regia, Juan Pablo II se encontró con los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede para intercambiar los saludos de Año Nuevo y dirigirles su tradicional discurso anual, al que precedió el pronunciado por el decano del cuerpo diplomático, Giovanni Galassi, embajador de la República de San Marino.

El Santo Padre comenzó dirigiendo unas palabras de saludo a los 37 nuevos embajadores que presentaron sus credenciales a lo largo del pasado año.

Después, el Papa afirmó que los sentimientos de alegría, propios del encuentro de hoy, "han sido ofuscados por la enorme catástrofe natural que el 26 de diciembre pasado ha afectado a diversos Países del sureste asiático, alcanzando incluso algunas costas de África oriental. Esta catástrofe ha marcado con un gran dolor el año que ha terminado: un año probado también por otras calamidades naturales, como son otros huracanes devastadores en el Océano Índico y en el mar de las Antillas, así como la plaga de langostas que ha desolado vastas regiones de África del Norte. Otras tragedias han llenado también de luto el 2004, como son las bárbaras acciones de terrorismo que han ensangrentado Irak y otros Estados del mundo, el cruel atentado de Madrid, la masacre terrorista de Beslan, las violencias inhumanas sobre la población de Darfur, las atrocidades perpetradas en la región de los Grandes Lagos en África".

"De hecho, su presencia, Señoras y Señores Embajadores, que aquí representan a casi todos los pueblos de la tierra, abre ante nuestros ojos, como con una sola mirada, el gran panorama de la humanidad con los graves problemas comunes que la atormentan, pero también con las grandes y siempre vivas esperanzas que la animan. La Iglesia católica, universal por naturaleza, está siempre implicada directamente y participa en las grandes causas por la cuales el hombre actual sufre y espera".

A continuación, citando el tema de su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2005: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien", explicó que era "especialmente válido también para las relaciones internacionales, y puede orientar a todos para responder a los grandes desafíos de la humanidad actual", entre ellos el desafío de la vida, el desafío de la alimentación, el desafió de la paz y de la libertad.

Refiriéndose al desafío de la vida, Juan Pablo II dijo: "La Iglesia anuncia 'el Evangelio de la Vida'. Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la tutela y la promoción de la vida humana. (...) Concepciones opuestas se enfrentan sobre temas como el aborto, la procreación asistida, el uso de células madres embrionarias humanas con finalidades científicas, la clonación. Apoyada en la razón y la ciencia, es clara la posición de la Iglesia: el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto, nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible. Además, una investigación científica que reduzca el embrión a objeto de laboratorio no es digna del hombre".

Hablando de los desafíos a los que se enfrenta la familia el Papa recordó que "ésta se ve a menudo amenazada por factores sociales y culturales que, ejerciendo presión sobre ella, hacen más difícil su estabilidad; pero en algunos países la familia está amenazada también por una legislación que atenta -a veces incluso directamente- a su estructura natural, la cual es y sólo puede ser la de la unión entre un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio".

"La tierra, hecha maravillosamente fecunda por su Creador -dijo tocando el tema del desafío de la alimentación-, tiene recursos abundantes y variados para alimentar a todos sus habitantes, presentes y futuros. A pesar de esto, los datos publicados sobre el hambre en el mundo son dramáticos: centenares de millones de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre o por sus consecuencias". Si bien ha habido iniciativas y compromisos en la lucha contra el hambre, "todo esto no es suficiente. Para responder a esta necesidad, que aumenta en magnitud y urgencia, se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en aquellos países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero".

"La paz, bien supremo, que condiciona la consecución de otros muchos bienes esenciales, es el sueño de todas las generaciones -afirmó el Santo Padre-. Pero, ¡cuántas guerras y conflictos armados -entre Estados, entre etnias, entre pueblos y grupos que viven en un mismo territorio estatal- que de un extremo al otro del globo causan innumerables víctimas inocentes y son origen de otros muchos males! (...) A estos trágicos males se añade el fenómeno cruel e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida por las generaciones anteriores".

"Como mis venerados predecesores, yo mismo he intervenido públicamente en numerosas ocasiones -en particular mediante el Mensaje anual para la Jornada Mundial de la Paz-, pero también a través de la diplomacia de la Santa Sede. Seguiré interviniendo para indicar las vías de la paz y para invitar a recorrerlas con valentía y paciencia. A la prepotencia se debe oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida: al mal el bien".

El Papa observó que "no faltan signos alentadores que demuestran cómo puede afrontarse el gran desafío de la paz", sobre todo en Africa y en Oriente Medio, y agregó que como ejemplo, ciertamente privilegiado, de una paz posible, bien puede mostrarse Europa: naciones que un tiempo eran cruelmente enemigas y enfrentadas en guerras mortales se encuentran hoy juntas en la Unión Europea".

"Dios ama al hombre y quiere para él la paz. Nosotros estamos invitados a ser instrumentos activos de la misma, venciendo al mal con el bien".

Sobre el desafío de la libertad, Juan Pablo II dijo a los diplomáticos: "Ustedes saben, Señoras y Señores Embajadores, cuánto estimo este tema, precisamente por la historia del pueblo del que provengo; pero dicho tema es ciertamente estimado también por todos ustedes. (...). Pero la libertad es ante todo un derecho del individuo. 'Todos los seres humanos nacen -como dice justamente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, concretamente en el artículo 1º- libres e iguales en dignidad y derecho'. Y el artículo 3º declara: 'Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona'. Ciertamente, la libertad de los Estados es también sagrada porque deben ser libres y, precisamente, para poder llevar a cabo de manera adecuada su deber primordial de proteger, además de la vida, la libertad de sus ciudadanos en todas sus justas manifestaciones".

"En el núcleo más íntimo de la libertad humana está el derecho a la libertad religiosa, porque se refiere a la relación más esencial del hombre: su relación con Dios. (...) La libertad de religión sigue siendo en numerosos Estados un derecho no reconocido de manera suficiente o de modo adecuado. (...) Por esto dirijo hoy también este llamamiento expresado ya tantas veces por la Iglesia: 'Que en todas partes se proteja la libertad religiosa con una eficaz tutela jurídica y se respeten los deberes y derechos supremos del hombre a desarrollar libremente en la sociedad la vida religiosa'".

"No hay que temer -concluyó el Papa- que la justa libertad religiosa sea un límite para las otras libertades o perjudique la convivencia civil. Al contrario, con la libertad religiosa se desarrolla y florece también cualquier otra libertad. (...) No hay que temer que la libertad religiosa, una vez reconocida a la Iglesia católica, interfiera en el campo de la libertad política y de las competencias propias del Estado. La Iglesia sabe distinguir bien, como es su deber, lo que es del César y lo que es de Dios".
AC/AÑO NUEVO:CUERPO DIPLOMATICO/... VIS 20050110 (1280)

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