CIUDAD DEL VATICANO, 11 DIC 2003 (VIS).-El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, intervino ayer en la 58 sesión de la Asamblea General sobre el tema 48 del programa: LV aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El prelado afirmó que la Santa Sede participa con agrado en este aniversario y recordó que "este hito extraordinario en la protección de los derechos humanos fundamentales se basó en la gran tradición de la jus gentium -el Derecho de las Naciones- fundado en el orden moral objetivo discernido por la razón". Subrayó después que los derechos humanos "no son una creación del Estado sino que emanan del carácter y la naturaleza de la humanidad misma. (…) Identificando algunos derechos fundamentales que son comunes a todos los miembros de la familia humana, la Declaración ha dado una aportación decisiva al desarrollo del derecho internacional. Más aún, ha desafiado resueltamente las leyes humanas que negaban a hombres y mujeres la dignidad que merecen en cuanto tales. Desgraciadamente, los derechos fundamentales, proclamados, codificados y celebrados en la Declaración Universal todavía son objeto de violaciones graves y continuas".
"Entre los desafíos a la definitiva entrada en vigor de los derechos humanos -prosiguió- se encuentran la tendencia de algunos a elegir los derechos que les son útiles. En algunas circunstancias, lo que es inalienable para algunos seres humanos se niega simultáneamente a otros. Un caso ejemplar sería el de la negación del derecho más fundamental: el derecho a la vida misma, del que todos los demás derechos, lógica y naturalmente, emanan". Citó también las amenazas "del individualismo exagerado que a menudo lleva a los más fuertes a dominar a los más débiles".
"Sobre el mundo actual -dijo- se ciernen las sombras de la guerra, el terrorismo y otras amenazas a la supervivencia humana y a la dignidad innata de la persona. En el origen de muchas de estas sombras se encuentra la negación de algunos de los derechos universales. Paradójicamente, son los seres humanos los que arrojan estas sombras. Y, sin embargo, se nos ha dado la sabiduría de usar la luz del recto entendimiento para ahuyentarlas".
Al final, el arzobispo afirmó: "Tenemos que preguntarnos todavía: ¿qué ha sido del derecho de todos a 'un orden social e internacional en el que los derechos y las libertades establecidos en esta Declaración puedan cumplirse en su totalidad?' (Art.28). La dignidad, libertad y felicidad establecidas en la Declaración no se alcanzarán sin la solidaridad entre todos los pueblos. Inspirados por el ejemplo de todos los que dieron vida a esta Declaración, que afrontaron el riesgo de la libertad, ¿no podemos comprometernos de nuevo a afrontar el riesgo de la solidaridad y por tanto el riesgo de la paz?".
DELSS/DERECHOS HUMANOS/ONU:MIGLIORE VIS 20031211 (470)
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