Ciudad
del Vaticano, 17 de enero de 2016 (Vis).- Ayer, siguiendo las huellas
de san Juan Pablo II y del Papa emérito Benedicto XVI , el Papa
Francisco visitó la Sinagoga mayor de Roma para saludar a la
comunidad judía de la capital, la más antigua del mundo. El Santo
Padre fue recibido por la Presidenta de la Comunidad de Roma, Ruth
Dureghello, por el Presidente de la Unión de las Comunidades Judías
Italianas, Renzo Gattegna y por el Rabino Jefe de Roma, Riccardo Di
Segni, que pronunciaron sendos discursos de bienvenida.
''Todà
rabbà'' (Gracias), dijo Francisco, después de escuchar sus
palabras, y habló a los presentes de la importancia que ha atribuido
siempre a la relación entre judíos y cristianos ya desde su vida
en Buenos Aires cuando encontraba a la comunidad judía argentina y
seguía muy de cerca sus fiestas y ceremonias. ''En el diálogo
judío-cristiano -señaló- hay un lazo único y peculiar, en virtud
de las raíces hebreas del cristianismo. Judíos y cristianos por lo
tanto deben sentirse hermanos, unidos por el mismo Dios y por un rico
patrimonio espiritual común sobre el que basarse y seguir
construyendo el futuro''. A este propósito recordó que el 13 de
abril de 1986 san Juan Pablo II en visita a la misma sinagoga, acuño
la hermosa expresión “hermanos mayores'' y , ''de hecho, sois
-afirmó- nuestros hermanos y hermanas mayores en la fe. Todos
pertenecemos a una única familia, la familia de Dios, el cual nos
acompaña y nos protege como su pueblo''.
No
dejó de recordar Francisco que en 2015, se conmemoró el 50
aniversario de la Declaración “Nostra aetate'' del Concilio
Vaticano II, que hizo posible el diálogo sistemático entre la
Iglesia católica y el judaísmo, transformando la relación entre
cristianos y hebreos. ''De enemigos y extraños -subrayó- nos hemos
convertido en amigos y hermanos... Sí, al redescubrimiento de las
raíces judías del cristianismo: no a cualquier forma de
antisemitismo, y condena de cualquier injuria, discriminación y
persecución que de ello deriven''. También resaltó el Papa la
dimensión teológica de ese diálogo por el cual ''los cristianos
para entenderse a sí mismos no pueden por menos que referirse a las
raíces judías y la Iglesia, si bien profesa la salvación a través
de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza
y el amor constante y fiel de Dios por Israel''.
Pero
junto con las cuestiones teológicas, el Papa habló de los desafíos
que el mundo de hoy tiene que afrontar, comenzando por el de la
ecología integral al que judíos y cristianos deben responder
ofreciendo ''a la humanidad entera el mensaje de la Biblia acerca
del cuidado de la creación. Conflictos, guerras, violencias y
injusticias abren heridas profundas en la humanidad que nos llaman a
reforzar el compromiso por la paz y la justicia -advirtió- La
violencia del hombre sobre el hombre está en contradicción con cada
religión digna de este nombre y, en particular, con las tres
grandes religiones monoteístas. La vida es sagrada, como don de
Dios. El quinto mandamiento del Decálogo dice: “No matarás''.
Dios es el Dios de la vida y quiere promoverla y defenderla siempre;
y nosotros, creados a su imagen y semejanza, estamos llamados a hacer
lo mismo. Cada ser humano en cuanto criatura de Dios es nuestro
hermano, independientemente de su origen y de su pertenencia
religiosa… La violencia y la muerte nunca tendrán la última
palabra frente a Dios, que es el Dios del amor y de la vida. Tenemos
que rezar con insistencia para que nos ayude a poner en práctica en
Europa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en cada parte
del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del perdón y
de la vida''.
En
la ceremonia estaban también presentes los últimos supervivientes
italianos de la Shoah y el Obispo de Roma, habló ante ellos de cómo
“el pueblo judío, en su historia, ha experimentado la violencia
y la persecución, hasta el exterminio de los judíos europeos
durante la Shoah. Seis millones de personas, solo porque pertenecían
al pueblo judío, fueron víctimas de la barbarie más inhumana,
perpetrada en nombre de una ideología que quería sustituir al
hombre con Dios''.
''El
16 de octubre de 1943, más de mil hombres, mujeres y niños de la
comunidad judía de Roma fueron deportados a Auschwitz -rememoró -
Hoy deseo recordarlos en mi corazón de modo particular: sus
sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas no deben jamás ser
olvidadas. Y el pasado nos debe servir de lección para el presente y
para el futuro. La Shoah nos enseña que es necesaria siempre la
máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en defensa
de la dignidad humana y de la paz. Quisiera expresar mi cercanía a
cada testigo de la Shoah todavía vivo y me dirijo en particular a
vosotros que hoy estáis aquí presentes''.
''En
los últimos cincuenta años -finalizó el Santo Padre- han crecido y
han profundizado entre nosotros la comprensión y la confianza
recíprocas y la amistad. Recemos juntos al Señor para que conduzca
nuestro camino hacia un futuro bueno, mejor. Dios tiene para nosotros
proyectos de salvación''.
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