Ciudad
del Vaticano, 29 de noviembre de 2015 (Vis).-Ayer tarde el Papa
encontró a los jóvenes de Uganda en el Kololo air strip, un ex
aeropuerto cercano a Kampala que se utiliza actualmente para
acontecimientos de masa y que puede albergar hasta cien mil personas.
Los jóvenes habían participado en la misa que Francisco había
celebrado pocas horas antes en el santuario católico de Namugongo a
través de pantallas gigantes colocadas en la zona. En Kololo estaban
presentes, además, las autoridades civiles responsables de la
educación y del deporte y, en un sector especial, 200 jóvenes
sordos, refugiados y capellanes de la pastoral juvenil. En el palco,
otros 50 jóvenes, una pareja procedente de cada diócesis del país
y un grupo de huérfanos.
El
Papa, dando por leído el discurso que reproducimos más abajo,
prefirió conversar con los presentes después de haber escuchado el
testimonio de dos jóvenes Emmanuel Odokonyero y Winnie Nansumba,
que habían pasado por pruebas muy duras, desde la enfermedad y la
depresión, al reclutamiento, a asistir a la tortura y al asesinato
de sus amigos.
''A
medida que he estado escuchando , me hice una pregunta -dijo el Papa-
¿Una experiencia negativa puede servir para algo en la vida? ¡Sí!
...Muchos de acá, muchos de los que estamos acá hemos tenido
experiencias negativas. Siempre está la posibilidad de abrir un
horizonte, de abrirlo con la fuerza de Jesús ...Porque Jesús es el
Señor...Jesús puede todo. Y Jesús sufrió la experiencia más
negativa de la historia: fue insultado, fue rechazado y fue
asesinado. Y Jesús, por el poder de Dios, resucitó. Él puede hacer
en cada uno de nosotros lo mismo, con cada experiencia negativa
porque Jesús es el Señor''.
''Yo
me imagino – y todos juntos hagamos un acto de imaginarnos- el
sufrimiento de Emmanuel, cuando veía que sus compañeros eran
torturados, cuando veñia que sus compañeros eran asesinados. Pero
Emmanuel fue valiente -subrayó Francisco-Arriesgó se confío en
Jesús y se escapó , y hoy lo tenemos aquí,
Arriesgó,
se confió en Jesús y se escapó, y hoy lo tenemos aquí, después
de 14 años, graduado en Ciencias Administrativas. Siempre se puede.
Nuestra vida es como una semilla: para vivir hay que morir; y morir,
a veces, físicamente, como los compañeros de Emmanuel; morir como
murió Carlos Lwanga y los mártires de Uganda. Pero a través de esa
muerte, hay una vida, una vida para todos. Si yo transformo lo
negativo en positivo, soy un triunfador. Pero eso solamente se puede
hacer con la gracia de Jesús. ¿Están seguros de esto?... ¿Están
dispuestos a transformar en la vida todas las cosas negativas en
positivo?...¿Están dispuestos a transformar el odio en
amor?...¿Están dispuestos a querer transformar la guerra en la paz?
... Ustedes tengan conciencia que son un pueblo de mártires, por las
venas de ustedes corre sangre de mártires, y por eso tienen la fe y
la vida que tienen ahora. Y esta fe y esta vida, es tan linda, que se
la llama “la perla del África''.
''Si
vos querés que Jesús te cambie la vida, pedíle ayuda -exclamó- Y
esto se llama rezar. ... Rezadle a Jesús, porque él es el Salvador.
¡Nunca dejen de rezar! La oración es el arma más fuerte que tiene
un joven. Jesús nos quiere.... Entonces, abríle la puerta de tu
corazón y dejálo entrar. Dejar entrar a Jesús en mi vida. Y cuando
Jesús entra en tu vida, Jesús va a luchar, a luchar contra todos
los problemas .. Luchar contra la depresión, luchar contra el AIDS
(SIDA). Pedir ayuda para superar esas situaciones, pero siempre
luchar. Luchar con mi deseo y luchar por mi oración''.
Y
una tercera cosa que les quiero decir. Todos nosotros estamos en la
Iglesia, pertenecemos a la Iglesia. ... Y la Iglesia tiene una
Madre... María.. Rezar a la Madre. Cuando un chico se cae, se
lastima, se pone a llorar y va a buscar a la mamá. Cuando nosotros
tenemos un problema, lo mejor que podemos hacer es ir donde nuestra
Madre, y rezarle a María, nuestra Madre.
Las
tres cosas. Superar las dificultades. Segundo: transformar lo
negativo en positivo. Tercero: oración. Oración a Jesús que lo
puede todo. Jesús que entra en nuestro corazón y nos cambia la
vida. Jesús que vino para salvarme y dio su vida por mí. Rezad a
Jesús porque Él es el único Señor. Y como en la Iglesia no somos
huérfanos y tenemos una Madre, rezad a nuestra Madre''.
Sigue
el discurso que había preparado el Santo Padre:
''Queridos
jóvenes, queridos amigos:
Me
alegro de estar aquí y compartir con ustedes estos momentos. Saludo
a mis hermanos Obispos y también a las Autoridades civiles aquí
presentes. Agradezco al Obispo Paul Ssemogerere sus amables palabras
de bienvenida. El testimonio de Winnie y Emmanuel refuerzan mi
impresión de que la Iglesia en Uganda está repleta de jóvenes que
quieren un futuro mejor. Hoy, si ustedes me lo permiten, quisiera
confirmarlos en la fe, alentarlos en el amor y, en especial,
fortalecerlos en la esperanza.
La
esperanza cristiana no es un simple optimismo; es mucho más que eso.
Tiene sus raíces en la vida nueva que hemos recibido en Jesucristo.
San Pablo dice que la esperanza no defrauda, porque en el bautismo el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo . La esperanza nos hace capaces de confiar en las promesas de
Cristo, en la fuerza de su perdón, de su amistad, de su amor, que
nos abre las puertas a una vida nueva. Y, precisamente cuando ustedes
afrontan un problema, un fracaso, cuando sufren un duro revés, es
cuando deben anclar su corazón en este amor, porque tiene poder para
cambiar la muerte en vida y eliminar todos los males.
Por
eso, esta tarde quisiera ante todo invitarlos a rezar para que este
don crezca en ustedes y puedan recibir la gracia de convertirse en
misioneros de esperanza. Hay muchísimas personas cerca de nosotros
que sufren una profunda inquietud e incluso desesperación. Jesús
puede disolver estas nubes, si se lo permitimos.
Quisiera
compartir también con ustedes algunas ideas sobre ciertos obstáculos
que podrían encontrar en el camino de la esperanza. Todos ustedes
anhelan un futuro mejor, encontrar un trabajo seguro, gozar de buena
salud y bienestar, y esto es bueno. Por el bien del pueblo y de la
Iglesia, desean compartir con los demás sus dones, sus aspiraciones
y su entusiasmo, y esto es muy bueno. Pero muchas veces, cuando ven
la pobreza, cuando constatan la falta de oportunidades o experimentan
los fracasos en la vida, puede surgir y crecer en ustedes un
sentimiento de desesperación. Pueden caer en la tentación de perder
la esperanza.
¿Han
visto alguna vez a un niño que se detiene en medio de la calle
porque se encuentra un charco que no puede saltar ni bordear? Intenta
hacerlo, pero cae y se moja. Entonces, tras varios intentos, pide
ayuda a su papá, que lo toma de la mano y lo hace pasar rápidamente
al otro lado. Nosotros somos como ese niño. La vida nos depara
muchos charcos. No podemos superar todos los problemas y los
obstáculos contando sólo con nuestras pobres fuerzas. Sin embargo,
si se lo pedimos, Dios está ahí, listo para tomarnos de la mano.
Lo
que quiero decir es que todos nosotros, incluso el Papa, deberíamos
parecernos a ese niño, porque sólo cuando somos pequeños y
humildes nos atrevemos a pedir ayuda a nuestro Padre. Si han tenido
la experiencia de haber recibido esta ayuda, saben a qué me estoy
refiriendo. Necesitamos aprender a poner nuestra esperanza en él,
persuadidos de que siempre está ahí, esperándonos. Esto nos
inspira confianza y valor. Pero sería un error –y es
imprescindible no olvidarlo– que no compartiéramos esta hermosa
experiencia con los demás. Nos equivocaríamos si no nos
convirtiéramos en mensajeros de esperanza para los demás.
Quisiera
mencionar un ''charco'' del todo particular que puede asustar a los
jóvenes que desean crecer en la amistad con Cristo. Se trata del
miedo a fracasar en el compromiso asumido con el amor, sobre todo en
ese ideal grande y sublime del matrimonio cristiano. Se puede tener
miedo de no llegar a ser una buena esposa y una buena madre, un buen
marido y un buen padre. Si nos quedamos mirando ese charco, corremos
el riesgo de ver reflejadas en él nuestras propias debilidades y
miedos. Por favor, no se dobleguen ante ellos. Estos temores
provienen, a veces, del diablo, que no quiere que sean felices. Pero
no. Invoquen la ayuda de Dios, ábranle el corazón y Él los
aliviará, tomándolos en sus brazos, y les enseñará a amar. De
modo especial pido a las parejas jóvenes que tengan confianza en que
Dios quiere bendecir su amor y su vida con su gracia en el sacramento
del matrimonio. En el corazón del matrimonio cristiano está el don
del amor de Dios y no la organización de suntuosas fiestas que
oscurecen el profundo significado espiritual de lo que debería ser
una jubilosa celebración con familiares y amigos.
Por
último, un ''charco'' al que todos debemos enfrentarnos es el miedo
a ser diferentes, a ir en contra de la corriente en una sociedad que
constantemente nos impulsa a adoptar modelos de bienestar y
consumismo ajenos a los valores profundos de la cultura africana.
Piensen qué dirían los mártires de Uganda sobre el mal uso de los
modernos medios de comunicación, que exponen a los jóvenes a
imágenes y visiones deformadas de la sexualidad que degradan la
dignidad humana y sólo conducen a la tristeza y al vacío interior.
Cuál sería la reacción de los mártires ugandeses ante el
crecimiento de la codicia y la corrupción en la sociedad.
Seguramente les pedirían que fueran modelos de vida cristiana, con
la confianza de que el amor a Cristo, la fidelidad al Evangelio y el
uso racional de los dones que Dios les ha dado contribuyen a
enriquecer, purificar y elevar la vida de este país. Ellos siguen
indicándoles también hoy el camino. No tengan miedo a dejar que la
luz de la fe brille en sus familias, en las escuelas y en los
ambientes de trabajo. No tengan miedo a entrar en diálogo humilde
con otras personas que puedan tener una visión diferente de las
cosas.
Queridos
jóvenes, queridos amigos, viendo sus rostros me siento lleno de
esperanza: esperanza por ustedes, por su país y por la Iglesia. Les
pido que oren para que esta esperanza que han recibido del Espíritu
Santo siga inspirando sus esfuerzos para crecer en sabiduría,
generosidad y bondad. No olviden ser mensajeros de esta esperanza. Y
no olviden que Dios los ayudará a atravesar cualquier ''charco'' que
encuentren a lo largo de su camino.
Tengan
esperanza en Cristo, pues Él les hará encontrar la verdadera
felicidad. Y si les resulta difícil rezar y esperar, no tengan miedo
de acudir a María, porque ella es nuestra Madre, la Madre de la
esperanza. Y por último les pido, por favor, que no se olviden de
rezar por mí. Que Dios los bendiga.''
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