Ciudad
del Vaticano, 15 de noviembre de 2015 (Vis).-A mediodía el Papa
Francisco se asomó, como todos los domingos, a la ventana de su
estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de
San Pedro y reflexionar sobre el evangelio de la liturgia de hoy en
el que Jesús, antes de su última Pascua, habla de los últimos
tiempos de la historia humana con algunos signos apocalípticos:
guerras, carestía, catástrofes cósmicas. Elementos todos, como
subrayó el Santo Padre que no son lo esencial del mensaje porque
''el núcleo del discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su
persona y de su muerte y resurrección, y de su venida al final de
los tiempos''.
''Nuestra
meta final es el encuentro con el Señor resucitado -explicó
Francisco- No esperamos un tiempo o un lugar, vamos al encuentro de
una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es ''cuándo''
veremos los signos premonitorios de los últimos tiempos, sino
estar listos para el encuentro. Y tampoco se trata de saber
''cómo'' sucederán estas cosas, sino ''cómo'' debemos
comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el
presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en
Dios... La perspectiva del final no nos desvía de la vida presente,
sino que nos hace mirar a nuestros días con una óptica de
esperanza.... Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del
Señor resucitado... El triunfo de Jesús al final de los tiempos,
será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de
sí por amor al prójimo y a imitación de Cristo, es la única
potencia victoriosa y el único punto fijo en medio de la confusión
y las tragedias del mundo''.
El
Señor Jesús ''no es sólo el punto de llegada de la peregrinación
terrena, sino una presencia constante en nuestra vida... por eso
cuando habla del futuro y nos proyecta hacia el, es siempre para
reconducirnos al presente. Él se contrapone a los falsos profetas, a
los videntes que afirman que el fin del mundo está cerca y al
fatalismo''. Cristo ''quiere sustraer a sus discípulos en cada
época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, los
horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy de la
historia...Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la
vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto
las fugas hacia delante como el permanecer prisioneros del tiempo
actual y de la mundanidad''.
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