Ciudad
del Vaticano, 17 de septiembre de 2015 (Vis).-El Santo Padre ha
recibido esta mañana en la Sala Clementina a los participantes en el
Simposio Internacional sobre la Pastoral de la Calle, organizado por
el Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes. El objetivo
del encuentro ha sido preparar un plan de acción para responder al
fenómeno de los niños y las mujeres - y de sus familias – cuyo
ambiente de vida es , principalmente, la calle.
Entre
las causas principales de ese triste fenómeno, el Papa citó la
indiferencia, la pobreza, la violencia familiar y social, y el
tráfico de personas humanas. ''No hay que olvidar -añadió- el
dolor de las separaciones conyugales y el nacimiento de hijos fuera
del matrimonio, a menudo destinados a una vida 'vagabunda'. Los
niños y las mujeres de la calle no son números, no son "paquetes"
con los que se comercia: son seres humanos con su propio nombre y su
propio rostro, con la identidad que Dios dio a cada uno de ellos''.
''Ningún
niño decide por sí mismo vivir en la calle -recalcó el Pontífice-
Por desgracia, incluso en el mundo moderno y globalizado, a muchos de
ellos se les roba la infancia, los derechos, el futuro. La falta de
leyes y de estructuras adecuadas agrava su estado de privación:
carecen de una verdadera familia, carecen de educación y de
asistencia sanitaria. Todo niño abandonado, obligado a vivir en la
calle, o presa de las organizaciones criminales, es un grito que se
eleva a Dios, que creó al hombre y a la mujer a su imagen; es un
grito de acusación contra un sistema social que durante décadas
hemos criticado pero que nos resulta difícil cambiar según los
criterios de la justicia''.
También
habló del preocupante aumento de las niñas y mujeres jóvenes que
se ven obligados a ganarse la vida en la calle, vendiendo sus
cuerpos, explotadas por organizaciones criminales y a veces por sus
familiares y amigos. ''Esta realidad es una vergüenza de nuestras
sociedades que se enorgullecen de ser modernas y de haber alcanzado
altos niveles de cultura y desarrollo -exclamó- La corrupción
generalizada y la búsqueda del beneficio a toda costa privan a los
inocentes y a los débiles de la posibilidad de una vida digna,
alimentan la criminalidad de la trata de personas y de otras
injusticias que pesan sobre sus hombros. ¡Nadie puede permanecer
inactivo ante la urgente necesidad de proteger la dignidad de la
mujer, amenazada por factores culturales y económicos!
''Os
pido por favor que no os rindáis ante los difiíciles retos que
interpelan vuestra convicción, alimentada por la fe en Cristo, que
demostró hasta su muerte en la cruz, el amor preferencial de Dios
Padre por los más débiles y marginados -exhortó Francisco a los
presentes- La Iglesia no puede permanecer en silencio, las
instituciones de la Iglesia no pueden cerrar los ojos ante el
fenómeno nefasto de los niños y mujeres de la calle. Es importante
involucrar a las comunidades cristianas, en todos los niveles, en
los distintos países con el fin de eliminar las causas que obligan a
un niño o a una mujer a vivir en la calle o a ganarse la vida en
ella. No podemos evitar llevar a todos, especialmente a los más
vulnerables y desfavorecidos, la bondad y la ternura de Dios Padre
misericordioso. La misericordia es el acto supremo con el que Dios
nos sale al encuentro, es el camino que abre el corazón a la
esperanza de ser siempre amados''.
El
Santo Padre se despidió de los participantes en el encuentro
deseándoles una misión fecunda en sus países para la atención
pastoral y espiritual y para la liberación de los más frágiles y
explotados; ''una misión fecunda para la promoción y protección de
su identidad y dignidad''.
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