Ciudad
del Vaticano, 31 de enero 2015 (VIS).-''No hay humanidad sin cultivo
de la tierra; no hay vida buena sin el alimento que produce para los
hombres y las mujeres de todos los continentes. La agricultura
muestra, pues, su papel central''. Con estas palabras el Papa
Francisco saludó esta mañana en la Sala Clementina a doscientos
directivos de la Conferencia Nacional de los Cultivadores Directos
italianos en ocasión del setenta aniversario de la fundación de ese
organismo.
El
nombre ''cultivadores directos'', señaló el Pontífice, hace
referencia a cultivar que es ''una actividad fundamental y
típicamente humana. Del trabajo de los agricultores forma parte la
acogida del precioso don de la tierra que viene de Dios pero también
su valorización mediante la obra, igualmente preciosa, de los
hombres y mujeres llamados a responder con audacia y creatividad al
mandato consignado desde siempre al ser humano: cultivar y custodiar
la tierra''.
De
ahí que la tarea de los que cultivan la tierra, dedicándole tiempo
y energías represente ''una vocación verdadera y propia que merece
ser reconocida y valorizada adecuadamente también con decisiones
políticas y económicas concretas''. ''Se trata -explicó el Papa-
de eliminar los obstáculos que penalizan una actividad tan preciosa
y que a menudo hacen que parezca poco apetecible para las nuevas
generaciones - aunque las estadísticas registren un incremento del
número de estudiantes en las escuelas e institutos agrarios que hace
prever un aumento de la ocupación en el sector agropecuario-. Al
mismo tiempo hay que prestar la debida atención a la difusa
substracción de terrenos a la agricultura para destinarlos a otras
actividades, aparentemente más remunerativas''.
Esa
reflexión sobre el trabajo agrario llevó la atención del Santo
Padre a dos zonas críticas: la pobreza y el hambre y la custodia del
medio ambiente. ''El Concilio Vaticano II -dijo refiriéndose al
primer argumento- recordó el destino universal de los bienes de la
tierra, pero en realidad el sistema económico dominante excluye a
muchos de su justo provecho. El absolutismo de las reglas de mercado,
una cultura del descarte y del derroche que, en el caso de la comida,
alcanza proporciones inaceptables, junto con otros factores,
determinan miseria y sufrimiento para tantas familias. Hay que
replantearse a fondo el sistema de producción y distribución de
alimentos. Como nos enseñaban nuestros abuelos ¡con el pan no se
juega!. El pan participa de alguna manera de la sacralidad de la vida
humana y por eso no puede tratarse solo como una mercancía''.
Respecto
al segundo tema, el Papa subrayó que ya el Génesis habla de la
llamada del ser humano no solo a cultivar la tierra sino también a
custodiarla.''Las dos cosas -subrayó- están estrechamente
unidas:todo agricultor sabe lo difícil que es cultivar la tierra en
una época de aceleración de cambios climáticos y de eventos
metereológicos extremos cada vez más difundidos. ¿Cómo se pueden
seguir produciendo buenos alimentos para la vida de todos cuando la
estabilidad climática corre peligro, cuando el aire, el agua y el
mismo suelo pierden su pureza a causa de la contaminación. Nos damos
cuenta, realmente, de la importancia de una acción puntual de
custodia de lo creado y es urgente que las naciones consigan
colaborar para este objetivo fundamental. El reto es conseguir que la
agricultura tenga una baja repercusión ambiental y que nuestro
cultivar la tierra sea al mismo tiempo custodiarla. Efectivamente,
solo así, las generaciones futuras podrán seguir viviendo en ella y
cultivándola''.
El
Santo Padre concluyó con una invitación y una propuesta para hacer
frente a esos retos. ''La invitación -dijo- es encontrar el amor por
la tierra como madre -como diría san Francisco- de la que salimos y
a la estamos llamados a volver constantemente. Y de aquí viene la
propuesta: custodiar la tierra, aliándose con ella, para que siga
siendo, como Dios quiere, fuente de vida para toda la familia
humana''.
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