Ciudad
del Vaticano, 1 de febrero 2015 (VIS).- A mediodía el Papa Francisco
se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los
fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y reflexionar sobre las
lecturas de la liturgia de hoy.
El
evangelio de este domingo narra la llegada de Jesús con sus
discípulos a Cafarnaum, la ciudad natal de san Pedro y en aquellos
tiempos la más grande de Galilea. San Marcos escribe que, siendo
sábado, Jesús fue inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar.
''Esto -dijo Francisco- nos hace pensar en el primado de la Palabra
de Dios, Palabra para escuchar, Palabra para recibir, Palabra para
anunciar''. Llegando a Cafarnaum Jesús ''no deja para después el
anuncio del Evangelio, no piensa antes en cómo acomodar a su pequeña
comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación
principal es comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu
Santo. Y la gente de la sinagoga se asombra porque Jesús ''les
enseñaba como alguien que tiene autoridad y no cómo los escribas''.
''¿Que
significa con autoridad?'' preguntó el Papa, explicando a
continuación que en las palabras humanas de Jesús se sentía ''toda
la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la autoridad misma de
Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las
características de la Palabra de Dios es que cumple lo que dice''.
Efectivamente Jesús, después de haber predicado demuestra
inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la
sinagoga, que estaba poseído por el demonio. ''Fue la autoridad
divina de Cristo -subrayó el Santo Padre- la que suscitó la
reacción de satanás escondido en aquel hombre. Y Jesús reconoció
a su vez la voz del maligno y le ordenó severamente: ''¡Calla! Y
sal de este hombre''. Solamente con la fuerza de su palabra, Jesús
libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes se
asombran: ''Da órdenes incluso a los espíritus impuros y éstos le
obedecen''. La palabra de Dios crea en nosotros estupor. Tiene la
fuerza de maravillarnos''.
''El
Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario,
libera a cuántos son esclavos de tantos espíritus malvados de este
mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la
sensualidad...El Evangelio -afirmó- cambia el corazón, cambia la
vida, transforma la inclinación al mal en propósitos de bien. El
Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto es tarea
de los cristianos difundir por doquier su fuerza redentora
convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios...La
nueva doctrina enseñada con autoridad por Jesús es la que la
Iglesia lleva al mundo, junto con los signos eficaces de su
presencia: la enseñanza atendible y la acción liberadora del Hijo
de Dios se convierten en las palabras de salvación y los gestos de
amor de la Iglesia misionera''.
El
Papa concluyó recordando a todos que el Evangelio tiene la fuerza de
cambiar la vida. ''Es la Buena Nueva que nos transforma sólo cuando
nos dejamos transformar por ella. Por eso os pido -reiteró- que
tengáis siempre un contacto diario con el Evangelio, que cada día
leáis un pasaje, que lo meditéis y lo llevéis siempre con
vosotros, en el bolsillo, en el bolso.... Es la fuerza que nos
cambia, que nos transforma. ¡Cambia la vida!, ¡Cambia el
corazón!''.
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