Ciudad
del Vaticano, 29 de noviembre 2014 (VIS).-Ayer tarde, después de
pronunciar un discurso ante las autoridades turcas en el Palacio
Presidencial, el Santo Padre se entrevistó en la misma sede con el
primer ministro Ahmet Davutoglu para después trasladarse a la
Diyanet, el Departamento para los Asuntos Religiosos, la más alta
autoridad islámica suní en Turquía. Si bien sea un Estado laico el
98 % de la población es musulmana, de la cual el 68% suní y el 30%
chií. El presidente de la Diyanet es Mehmed Gormez, que acogió al
Papa a su llegada y lo acompañó a su despacho donde departieron en
privado unos minutos para después bajar juntos a la sala donde los
esperaban los los dirigentes políticos y religiosos, musulmanes y
cristianos ante los que Francisco pronunció un discurso.
''Es
tradición que los Papas, cuando viajan a otros países como parte de
su misión, se encuentren también con las autoridades y las
comunidades de otras religiones -dijo- Sin esta apertura al encuentro
y al diálogo, una visita papal no respondería plenamente a su
finalidad, como yo la entiendo, en la línea de mis venerados
predecesores. En esta perspectiva, me complace recordar de manera
especial el encuentro que tuvo el Papa Benedicto XVI en este mismo
lugar, en noviembre de 2006.En efecto, las buenas relaciones y el
diálogo entre los dirigentes religiosos tiene gran importancia.
Representa un claro mensaje dirigido a las respectivas comunidades
para expresar que el respeto mutuo y la amistad son posibles, no
obstante las diferencias. Esta amistad, además de ser un valor en sí
misma, adquiere especial significado y mayor importancia en tiempos
de crisis, como el nuestro, crisis que en algunas zonas del mundo se
convierten en auténticos dramas para poblaciones enteras''.
''Hay
efectivamente guerras que siembran víctimas y destrucción;
tensiones y conflictos interétnicos e interreligiosos; hambre y
pobreza que afligen a cientos de millones de personas; daños al
ambiente natural, al aire, al agua, a la tierra. La situación en el
Medio Oriente es verdaderamente trágica, especialmente en Iraq y
Siria -reiteró Francisco- Todos sufren las consecuencias de los
conflictos y la situación humanitaria es angustiosa. Pienso en
tantos niños, en el sufrimiento de muchas madres, en los ancianos,
los desplazados y refugiados, en la violencia de todo tipo. Es
particularmente preocupante que, sobre todo a causa de un grupo
extremista y fundamentalista, enteras comunidades, especialmente –
aunque no sólo – cristianas y yazidíes, hayan sufrido y sigan
sufriendo violencia inhumana a causa de su identidad étnica y
religiosa. Se los ha sacado a la fuerza de sus hogares, tuvieron que
abandonar todo para salvar sus vidas y no renegar de la fe. La
violencia ha llegado también a edificios sagrados, monumentos,
símbolos religiosos y al patrimonio cultural, como queriendo borrar
toda huella, toda memoria del otro''.
''Como
dirigentes religiosos -recordó el Pontífice- tenemos la obligación
de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos
humanos. La vida humana, don de Dios Creador, tiene un carácter
sagrado. Por tanto, la violencia que busca una justificación
religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es
Dios de la vida y de la paz. El mundo espera de todos aquellos que
dicen adorarlo, que sean hombres y mujeres de paz, capaces de vivir
como hermanos y hermanas, no obstante la diversidad étnica,
religiosa, cultural o ideológica''.
Pero
a la denuncia debe seguir ''el trabajo común para encontrar
soluciones adecuadas. Esto requiere la colaboración de todas las
partes: gobiernos, dirigentes políticos y religiosos, representantes
de la sociedad civil y todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
En particular, los responsables de las comunidades religiosas pueden
ofrecer la valiosa contribución de los valores que hay en sus
respectivas tradiciones. Nosotros, los musulmanes y los cristianos,
somos depositarios de inestimables riquezas espirituales, entre las
cuales reconocemos elementos de coincidencia, aunque vividos según
las propias tradiciones: la adoración de Dios misericordioso, la
referencia al patriarca Abraham, la oración, la limosna, el ayuno...
elementos que, vividos de modo sincero, pueden transformar la vida y
dar una base segura a la dignidad y la fraternidad de los hombres.
Reconocer y desarrollar esto que nos acomuna espiritualmente –
mediante el diálogo interreligioso – nos ayuda también a promover
y defender en la sociedad los valores morales, la paz y la libertad.
El común reconocimiento de la sacralidad de la persona humana
sustenta la compasión, la solidaridad y la ayuda efectiva a los que
más sufren. A este propósito, quisiera expresar mi aprecio por todo
lo que el pueblo turco, los musulmanes y los cristianos, están
haciendo en favor de los cientos de miles de personas que huyen de
sus países a causa de los conflictos. Hay dos millones. Y esto es un
ejemplo concreto de cómo trabajar juntos para servir a los demás,
un ejemplo que se ha de alentar y apoyar''.
Francisco
expresó a este propósito su satisfacción por las buenas relaciones
y la colaboración entre la Diyanet y el Consejo Pontificio para el
Diálogo Interreligioso y manifestó el deseo de que continuasen y
se consolidasen, ''por el bien de todos, porque toda iniciativa de
diálogo auténtico es signo de esperanza para un mundo tan
necesitado de paz, seguridad y prosperidad''.
Al
final dio de nuevo las gracias al presidente de la Diyanet y a sus
colaboradores por el encuentro y a todos los presentes por las
oraciones que ofrecieran por él. ''Por mi parte- afirmó- les
aseguro que yo rogaré igualmente por ustedes. Que el Señor nos
bendiga a todos''.
Una
vez finalizado el acto, el Papa se trasladó a la nunciatura
apostólica donde pernoctó.
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