Ciudad
del Vaticano, 30 noviembre 2014
(VIS).-Después de la Divina Liturgia el Papa Francisco y el
Patriarca Bartolomé I se asomaron al balcón del Patriarcado
Ecuménico y bendijeron a los fieles reunidos en la calle. Francisco
impartió la bendición en latín y Bartolomé I en griego. A
continuación subieron al Salón del Trono donde firmaron y leyeron
la siguiente Declaración común:
''Nosotros,
el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, expresamos
nuestra profunda gratitud a Dios por el don de este nuevo encuentro
que, en presencia de los miembros del Santo Sínodo, del clero y de
los fieles del Patriarcado Ecuménico, nos permite celebrar juntos la
fiesta de san Andrés, el primer llamado y hermano del Apóstol
Pedro. Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena
nueva del Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio
del martirio, refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando
juntos, con el fin de superar, en el amor y en la verdad, los
obstáculos que nos dividen.
Durante
nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que recordamos
el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el Papa
Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una
declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo
encuentro fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes
intenciones y preocupaciones.
Expresamos
nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la voluntad de
nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos para
promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo entre
católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo
teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que,
instituida hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca
Ecuménico Dimitrios y el Papa Juan Pablo II aquí, en el Fanar, está
actualmente tratando las cuestiones más difíciles que han marcado
la historia de nuestra división, y que requieren un estudio
cuidadoso y detallado. Para ello, aseguramos nuestra ferviente
oración como Pastores de la Iglesia, pidiendo a nuestros fieles que
se unan a nosotros en la común invocación de que ''todos sean
uno,... para que el mundo crea''.
Expresamos
nuestra preocupación común por la situación actual en Irak, Siria
y todo el Medio Oriente. Estamos unidos en el deseo de paz y
estabilidad, y en la voluntad de promover la resolución de los
conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Si bien
reconocemos los esfuerzos realizados para ofrecer ayuda a la región,
hacemos al mismo tiempo un llamamiento a todos los que tienen
responsabilidad en el destino de los pueblos para que intensifiquen
su compromiso con las comunidades que sufren, y puedan, incluidas las
cristianas, permanecer en su tierra nativa. No podemos resignarnos a
un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado allí el nombre de
Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas
están siendo perseguidos y se han visto forzados con violencia a
dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el valor de la
vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia y pueda
ser sacrificada a otros intereses. Y, por desgracia, todo esto acaece
por la indiferencia de muchos. Como nos recuerda san Pablo: ''Si un
miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos
se alegran con él''. Esta es la ley de la vida cristiana, y en este
sentido podemos decir que también hay un ecumenismo del sufrimiento.
Así como la sangre de los mártires ha sido siempre la semilla de la
fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así también el compartir los
sufrimientos cotidianos puede ser un instrumento eficaz para la
unidad. La terrible situación de los cristianos y de todos los que
están sufriendo en el Medio Oriente, no sólo requiere nuestra
oración constante, sino también una respuesta adecuada por parte de
la comunidad internacional.
Los
retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la
solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que
también reconocemos la importancia de promover un diálogo
constructivo con el Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad.
Inspirado por valores comunes y fortalecido por auténticos
sentimientos fraternos, musulmanes y cristianos están llamados a
trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la
dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente en
aquellas regiones en las que un tiempo vivieron durante siglos en
convivencia pacífica, y ahora sufren juntos trágicamente por los
horrores de la guerra. Además, como líderes cristianos, exhortamos
a todos los líderes religiosos a proseguir y reforzar el diálogo
interreligioso y de hacer todo lo posible para construir una cultura
de paz y la solidaridad entre las personas y entre los pueblos.
También recordamos a todas las personas que experimentan el
sufrimiento de la guerra. En particular, oramos por la paz en
Ucrania, un país con una antigua tradición cristiana, y hacemos un
llamamiento a todas las partes implicadas a que continúen el camino
del diálogo y del respeto al derecho internacional, con el fin de
poner fin al conflicto y permitir a todos los ucranianos vivir en
armonía.
Tenemos
presentes a todos los fieles de nuestras Iglesias en el todo el
mundo, a los que saludamos, encomendándoles a Cristo, nuestro
Salvador, para que sean testigos incansables del amor de Dios.
Elevamos nuestra ferviente oración para que el Señor conceda el don
de la paz en el amor y la unidad a toda la familia humana.
''Que
el mismo Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todo lugar.
El Señor esté con todos vosotros''.
Después
de la firma el Papa, el Patriarca Ecuménico y algunos miembros de
las delegaciones respectivas almorzaron juntos en el tercer piso del
Fanar.
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