Ciudad
del Vaticano, 12 noviembre 2014
(VIS).-¿Que se pide a los ministros de la Iglesia, es decir a los
obispos, sacerdotes y diáconos para que su servicio sea auténtico y
fecundo?. Esta fue la pregunta a la que el Papa Francisco respondió
en la catequesis durante la audiencia general de los miércoles en
la Plaza de San Pedro.
San
Pablo en sus cartas pastorales, además de los dones inherentes a la
fe y la vida espiritual, enumera algunas cualidades humanas
esenciales para esos ministerios: la acogida, la sobriedad, la
paciencia, la mansedumbre, la fiabilidad, la bondad de corazón que
constituyen ''el alfabeto, la gramática básica de cada
ministerio... porque sin esta predisposición ... para encontrarse
con los hermanos, para dialogar y relacionarse con ellos con respeto
y sinceridad, no se puede dar ni un servicio ni un testimonio alegre
y creíble'', dijo Francisco.
También
hay otra actitud de fondo que el apóstol recomienda a sus discípulos
y, por consiguiente, a todos los que ejercen el ministerio pastoral;
es la de reavivar continuamente el don que ha recibido. ''Esto
significa -aclaró el Papa- que hay que ser siempre muy conscientes
de que uno no es obispo, sacerdote o diácono, porque es más
inteligente, más bueno y mejor que los demás, sino sólo en virtud
de un don de amor otorgado por Dios...para el bien de su
pueblo...Efectivamente un pastor que es consciente de que su
ministerio procede sólo de la misericordia y del corazón de Dios
nunca tendrá una actitud autoritaria, como si todos estuvieran a sus
pies, y la comunidad fuera su propiedad, su reino personal''.
''La
conciencia de que todo es un don, de que todo es gracia también
ayuda a un pastor a no caer en la tentación de creerse el centro de
atención y de confiar sólo en sí mismo. Son
las tentaciones de la vanidad, del orgullo, de la suficiencia, de la
soberbia. ¡Dios no quiera -exclamó el Pontífice-
que un obispo, sacerdote o diácono piense que lo sabe todo, que
siempre tiene la respuesta correcta para todo y no tiene necesidad de
nadie!. Al contrario, la conciencia de que él es el primer objeto de
la misericordia y de la compasión de Dios tiene que llevar a un
ministro de la Iglesia a ser siempre humilde y comprensivo con los
demás. Incluso sabiendo que está llamado a custodiar el depósito
de la fe con valentía, escuchará siempre a la gente. Y sabrá que
siempre tiene algo que aprender, también de aquellos que todavía
están lejos de la fe y de la Iglesia. Todo esto desembocará a
asumir, junto a sus semejantes, una actitud nueva, basada en el
intercambio, la responsabilidad común y la comunión''.
''Tenemos
que dar siempre gracias al Señor, porque a través de los obispos,
sacerdotes y diáconos sigue guiando y formando a su iglesia,
haciéndola crecer a lo largo del camino de la santidad. Al mismo
tiempo, tenemos que seguir rezando para que los pastores de nuestras
comunidades sean la imagen viva de la comunión y el amor de Dios'',
finalizó el Obispo de Roma.
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