Ciudad
del Vaticano, 22 de septiembre de 2014 (VIS).- A las 16,00, de ayer
domingo, después de almorzar en la nunciatura apostólica con los
obispos albaneses, el Papa Francisco se trasladó a la Universidad
Católica ''Nuestra Señora del Buen Consejo'', -instituida en 2004 y
administrada por una fundación vinculada con la congregación
religiosa de los Hijos de la Inmaculada Concepción de Tirana- para
encontrarse con los jefes de otras religiones y denominaciones
cristianas.
Participaron
en el evento los representantes de las seis comunidades religiosas
más extendidas en el país: musulmana, bektashi (confraternidad
islámica de derivación sufí), católica, ortodoxa, evangélica y
hebrea. Encontrándolos el Papa manifestó su alegría porque esa
presencia era signo del diálogo y de colaboración por el bien de
toda la sociedad.
Francisco
comenzó su discurso recordando que Albania había sido tristemente
''testigo de la violencia y de las tragedias que se pueden producir
si se excluye a Dios a la fuerza de la vida personal y comunitaria.
Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la
sociedad -afirmó- se acaba por adorar ídolos, y enseguida el
hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados.
Vosotros sabéis bien a qué atrocidades puede conducir la privación
de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, y cómo esa
herida deja a la humanidad radicalmente empobrecida, privada de
esperanza y de ideales''.
Pero
los cambios que se han producido a partir de los años 90 del siglo
pasado han tenido también como efecto positivo la creación de las
condiciones adecuadas para una efectiva libertad religiosa y para
que las comunidades reaviven tradiciones ''que nunca se habían
apagado del todo, a pesar de las feroces persecuciones, y ha
permitido que todos, también desde sus propias convicciones
religiosas, puedan colaborar en la reconstrucción moral, antes que
económica, del país''.
Sin
embargo, puntualizó el Santo Padre citando las palabras de Juan
Pablo II, ''La verdadera libertad religiosa rehúye la tentación de
la intolerancia y del sectarismo, y promueve actitudes de respeto y
diálogo constructivo. No podemos dejar de reconocer que la
intolerancia con los que tienen convicciones religiosas diferentes es
un enemigo particularmente insidioso, que desgraciadamente hoy se
está manifestando en diversas regiones del mundo. Como creyentes,
hemos de estar atentos a que la religión y la ética que vivimos con
convicción y de la que damos testimonio con pasión se exprese
siempre en actitudes dignas del misterio que pretende venerar,
rechazando decididamente como no verdaderas, por no ser dignas ni de
Dios ni de los hombres, todas aquellas formas que representan un uso
distorsionado de la religión. La religión auténtica es fuente de
paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para
cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio.
Discriminar en nombre de Dios es inhumano''
''Desde
este punto de vista, -señaló-la libertad religiosa no es un derecho
que garantiza únicamente el sistema legislativo vigente –lo cual
es también necesario–: es un espacio común, un ambiente de
respeto y colaboración que se construye con la participación de
todos, también de aquellos que no tienen ninguna convicción
religiosa.''.Y a este respecto Francisco indicó dos actitudes que
podrían ser especialmente útiles en la promoción de la libertad
religiosa.
''La
primera -dijo- es ver en cada hombre y mujer, también en los que no
pertenecen a nuestra tradición religiosa, no a rivales, y menos aún
a enemigos, sino a hermanos y hermanas. Quien está seguro de sus
convicciones no tiene necesidad de imponerse, de forzar al otro: sabe
que la verdad tiene su propia fuerza de irradiación... Toda
tradición religiosa, desde dentro, debería lograr dar razón de la
existencia del otro.
La
segunda ''es el compromiso en favor del bien común'' porque
''siempre que de la adhesión a una tradición religiosa nace un
servicio más convencido...a toda la sociedad, se produce un
auténtico ejercicio y un desarrollo de la libertad religiosa, que
aparece así no sólo como un espacio de autonomía legítimamente
reivindicado, sino como una potencialidad que enriquece a la familia
humana con su ejercicio progresivo''.
''Miremos
a nuestro alrededor: cuántas necesidades tienen los pobres, cuánto
les falta aún a nuestras sociedades para encontrar caminos hacia una
justicia social más compartida, hacia un desarrollo económico
inclusivo -exclamó Francisco- El alma humana no puede perder de
vista el sentido profundo de las experiencias de la vida y necesita
recuperar la esperanza. En estos ámbitos, hombres y mujeres
inspirados en los valores de sus tradiciones religiosas pueden
ofrecer una ayuda importante, insustituible. Es un terreno
especialmente fecundo para el diálogo interreligioso''.
''Pero
también quiero mencionar algo que es siempre un fantasma: el
relativismo. ''Todo es relativo''. A este respecto hay algo que
tenemos que tener muy claro; no se puede dialogar si no se parte de
la identidad propia. Sin identidad no hay diálogo. Sería un diálogo
fantasma: no serviría. Cada uno de nosotros tiene su propia
identidad religiosa, es fiel a ella. Pero el Señor sabe cómo llevar
adelante la historia. Partamos, cada uno, de la identidad propia, sin
hacer cómo si tuviéramos otra, porque eso no ayuda...sería
relativismo. Lo que nos une es el camino de la vida, la buena
voluntad de partir de la identidad propia para hacer el bien a los
hermanos y a las hermanas...Cada uno ofrece el testimonio de su
identidad al otro y dialoga con él. Después el diálogo puede
proseguir sobre cuestiones teológicas, pero lo importante, lo
hermoso es caminar juntos sin traicionar la identidad propia, sin
enmascararla, sin hipocresía''.
Francisco
acabó animando a los líderes religiosos a mantener y a desarrollar
''la tradición de buenas relaciones entre las comunidades religiosas
presentes en Albania, y a sentirse unidos en el servicio a su querida
patria. 'Con sentido del humor, se
podría decir que ésto parece un equipo de fútbol: los católicos
contra todos los demás, pero todos juntos por el bien de la patria y
de la humanidad. Seguid siendo signo, para vuestro
país y para los demás países, de que son posibles las relaciones
cordiales y de fecunda colaboración entre hombres de diversas
religiones''.
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