Ciudad
del Vaticano, 31 mayo 2014 (VIS).- El Santo Padre entregó ayer por
la tarde un mensaje a los participantes en el encuentro promovido
por el Pontificio Consejo Cor Unum con las
organizaciones caritativas católicas que operan en el contexto de la
crisis de Siria.
''Nos
encontramos otra vez -escribe el Papa- para hacer balance del trabajo
llevado a cabo hasta ahora y para renovar la voluntad de proseguir
por este camino... Pero tenemos que aceptar con gran dolor que la
crisis de Siria no se ha resuelto; al contrario, continua y existe
el peligro de acostumbrarse a ella, de olvidar las víctimas
diarias, los indecibles sufrimientos, los miles de refugiados,
incluidos los niños y las personas mayores, que padecen y a veces
mueren de hambre o por enfermedades causadas por la guerra. ¡Esta
indiferencia hace daño ! Tenemos que repetir otra vez el nombre de
la enfermedad que daña tanto al mundo de hoy: la globalización de
la indiferencia''.
La
acción de paz y la asistencia humanitaria de los organismos
católicos son ''expresión fiel del amor de Dios por sus hijos que
se encuentran en la opresión y la angustia. Dios escucha su grito,
conoce sus sufrimientos y quiere liberarlos, y vosotros le prestáis
vuestras manos y vuestra capacidad...Esta reunión constituye una
ocasión propicia para individuar formas oportunas y estables de
colaboración ...para organizar cada vez mejor vuestros esfuerzos
para sostener las iglesias locales y a todas las víctimas de la
guerra, sin distinción étnica, religiosa o social''.
Francisco
lanza de nuevo un llamamiento a las conciencias de los protagonistas
del conflicto, de las instituciones mundiales y de las opinión
pública y afirma: ''Todos somos conscientes de que el futuro de la
humanidad se construye con la paz y no con la guerra; la guerra
destruye, mata, empobrece a los pueblos y a los países. Pido a todos
que teniendo en cuenta el bien común permitan inmediatamente la obra
de asistencia humanitaria, que silencien cuanto antes las armas y
se comprometan a negociar, poniendo en primer lugar el bien de Siria
y de todos sus habitantes, también de aquellos que han tenido que
refugiarse en otros lugares y que tienen derecho de regresar lo
antes posible a su patria. Pienso en particular en las amadas
comunidades cristianas, rostro de una Iglesia que sufre y espera. Su
supervivencia en todo Oriente Medio preocupa profundamente a la
Iglesia universal: el Cristianismo debe seguir viviendo allí donde
están sus orígenes''.
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