Ciudad
del Vaticano, 20 junio 2014
(VIS).-En la solemnidad del Corpus Christi, el Papa Francisco
presidió ayer tarde la santa misa en la plaza de san Juan de Letrán,
la basílica catedral de Roma y recordó en su homilía que además
del hambre física, el ser humano tiene hambre de vida, de amor y de
eternidad, de aquel maná que Dios dio al Pueblo de Israel en el
desierto y que simboliza la Eucaristía.
Basándose
en la frase de Moisés: ''El Señor, tu Dios, te nutrió de maná que
tu no conocías'', Francisco habló de la historia del pueblo elegido
al que Dios hizo salir de Egipto y de la condición de esclavos para
guiarlo hacia la tierra prometida. Pero una vez establecidos allí,
los israelitas conocer el bienestar y corren el peligro de olvidarse
de su pasado y de la intervención divina, por eso ''las Escrituras
exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho en el
desierto, en el tiempo de la carestía y el desconsuelo . La
invitación de Moisés es la retornar a lo esencial, a la
experiencia de la total dependencia de Dios, cuando la supervivencia
estaba confiada a su mano''.
''Además
del hambre física -hizo notar el Papa- el hombre lleva en sí otra
hambre...Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y
el signo del maná... era figura de un alimento que satisface esta
hambre profunda del ser humano. Jesús nos da este alimento, es más,
es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es
verdadera comida bajo la especie del pan; su Sangre es verdadera
bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento para
saciar nuestros cuerpos, como el maná. El Cuerpo de Cristo es el
pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque
la sustancia de este pan es el Amor''.
En
la Eucaristía ''se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor
tan grande que nos nutre consigo mismo; un amor gratuito, siempre a
disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar sus
fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por
el Señor y construir la propia existencia no sobre bienes
materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios,
su Palabra y su Cuerpo''.
''Si
miramos a nuestro alrededor - observó el Obispo de Roma- nos damos
cuenta de que hay tantas ofertas de comida que no vienen del Señor
y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero,
otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el orgullo.
¡Pero la comida que nos nutre realmente y nos sacia es solamente la
que nos da el Señor! El alimento que nos ofrece el Señor es
diferente de los otros, y quizás no parezca tan apetitoso como los
otros que ofrece el mundo. Y entonces, soñamos otras comidas, como
los hebreos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que
comían en Egipto, pero se olvidaban de que las comían en la mesa
de la esclavitud. En aquellos momentos de tentación, tenían
memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva''.
''El
Padre nos dice: “Te he nutrido con maná que tú no conocías”.
Recuperemos la memoria y aprendamos a reconocer el pan falso que
ilude y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia
y del pecado. Dentro de poco, en la procesión, seguiremos a Jesús,
realmente presente en la Eucaristía. La Hostia es nuestro maná,
mediante el cual el Señor se nos da. A Él nos dirigimos con
confianza: Jesús, defiéndenos de las tentaciones del alimento
mundano que nos esclaviza,... purifica nuestra memoria, para que no
quede prisionera en la selectividad egoísta y mundana, sino que sea
memoria viva de tu presencia a lo largo de toda a historia de tu
pueblo, memoria que se hace “memorial” de tu gesto de amor
redentor''.
Al
final de la celebración eucarística, el Santo Padre encabezó la
procesión que, a lo largo de la Via Merulana, llegó hasta la
basílica de Santa María la Mayor, donde impartió la bendición
solemne con el Santísimo Sacramento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario