Ciudad
del Vaticano, 24 de mayo 2014 (VIS).- Francisco, una vez celebrada la
santa misa en el Estadio Internacional de Amán recorrió en
automóvil los cincuenta kilómetros que lo separaban de la región
de Betania ante el Jordán, que fue el centro de la actividad de San
Juan Bautista y escenario de la vida de Jesús. Betania está todavía
sepulta y su localización precisa permanece desconocida. Quizá se
encuentre a 200 metros de la colina del profeta Elías donde todavía
no se han efectuado excavaciones arqueológicas. La zona es llamada
''Wadi Al Kharrar'' (Valle melodioso) por el sonido de las aguas del
Jordán. La localidad se encuentra a 350 metros bajo el nivel del
Mediterráneo, a pocos kilómetros del punto donde el río se
ensancha y desemboca en el Mar Muerto, el ''mar de sal'' del Antiguo
Testamento y el ''Mar de Lot'' de los manuscritos árabes.
A
su llegada el Papa fue acogido por el Rey Abdullah II que lo esperaba
en el ábside de Iglesia latina de Betania ante el Jordán y desde
allí se dirigió al lugar del Bautismo, prosiguiendo hasta la orilla
del río Jordán para rezar unos minutos en silencio y bendecir el
agua. Después, entró en el templo donde se había improvisado una
sacristía privada. La iglesia está todavía en construcción y su
primera piedra fue bendecida por Benedicto XVI durante su visita al
lugar del Bautismo el 10 de mayo de 2009.
En
la iglesia esperaban al Santo Padre unas 600 personas, entre
refugiados y jóvenes discapacitados a los que el Papa manifestó en
primer lugar su interés por encontrarlos ya que ''a causa de
sangrientos conflictos, han tenido que abandonar sus casas y su
Patria y han encontrado refugio en la acogedora tierra de Jordania; y
al mismo tiempo, con ustedes, queridos jóvenes, que experimentan el
peso de alguna limitación física''.
''El
lugar en que nos encontramos -continuó- nos recuerda el bautismo de
Jesús. Viniendo aquí, al Jordán, para ser bautizado por Juan, se
mostró humilde, compartiendo la condición humana: se rebajó
haciéndose igual a nosotros y con su amor nos restituyó la dignidad
y nos dio la salvación. Nos sorprende siempre esta humildad de
Cristo, cómo se abaja ante las heridas humanas para curarlas....Y,
por nuestra parte, nos sentimos profundamente afectados por los
dramas y las heridas de nuestro tiempo, especialmente por las que son
fruto de los conflictos todavía abiertos en Oriente Medio. Pienso,
en primer lugar, en la amada
Siria, lacerada por una lucha fratricida que dura ya tres años y
que ha cosechado innumerables víctimas, obligando a millones de
personas a convertirse en refugiados y a exiliarse en otros países''.
''¡Todos
queremos la paz!-exclamó- Pero, viendo este drama de la guerra,
viendo estas heridas, viendo tanta gente que ha dejado su patria, que
se ha visto obligada a marcharse, me pregunto: ¿quién vende armas a
esta gente para hacer la guerra? He aquí la raíz del mal. El odio y
la codicia del dinero en la fabricación y en la venta de las armas.
Esto nos debe hacer pensar en quién está detrás, el que da a todos
aquellos que se encuentran en conflicto las armas para continuar el
conflicto. Pensemos, y desde nuestro corazón digamos también una
palabra para esta pobre gente criminal, para que se convierta''.
Francisco
dio las gracias a las Autoridades y al Pueblo de Jordania por ''la
generosa acogida de un número elevadísimo de refugiados
provenientes de Siria y de Iraq' y extiendo mi agradecimiento
-precisó- a todos aquellos que les prestan asistencia y solidaridad.
Pienso también en la obra de caridad que desarrollan instituciones
de la Iglesia como Caritas Jordania y otras que, asistiendo a los
necesitados sin distinción de credo religioso, pertenencia étnica o
ideológica, manifiestan el esplendor del rostro caritativo de Jesús
que es misericordioso. Que
Dios omnipotente y clemente los bendiga a todos ustedes y todos sus
esfuerzos por aliviar los sufrimientos causados por la guerra''.
''Me
dirijo a la comunidad internacional -exclamó- para que no deje sola
a Jordania, tan acogedora y valerosa ante la emergencia humanitaria
que se ha creado con la llegada de un número tan elevado de
refugiados, sino que continúe e incremente su apoyo y ayuda. Renuevo
mi vehemente llamamiento a la paz en Siria. Que cese la violencia y
se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria
asistencia a la población que sufre. Que nadie se empeñe en que las
armas solucionen los problemas y todos vuelvan a la senda de las
negociaciones. La solución, de hecho, sólo puede venir del diálogo
y de la moderación, de la compasión por quien sufre, de la búsqueda
de una solución política y del sentido de la responsabilidad hacia
los hermanos''.
El
Papa pidió a continuación a los jóvenes que su unieran a su
oración por la paz. ''Pueden hacerlo -dijo- ofreciendo a Dios sus
afanes cotidianos, y así su oración será particularmente valiosa y
eficaz. Les animo a colaborar, con su esfuerzo y sensibilidad, en la
construcción de una sociedad respetuosa de los más débiles, de los
enfermos, de los niños, de los ancianos. A pesar de las dificultades
de la vida, sean signo de esperanza. Ustedes están en el corazón de
Dios y en mis oraciones, y les agradezco su calurosa , y
alegre y numerosa presencia''.
''Al
final de este encuentro -concluyó- renuevo mi deseo de que
prevalezca la razón y la moderación y, con la ayuda de la comunidad
internacional, Siria reencuentre el camino de la paz. Dios convierta
a los violentos. Dios convierta
a aquellos que tienen proyectos de guerra,Dios convierta a los que
fabrican y venden las armas y fortalezca los corazones y las mentes
de los agentes de paz y los recompense con sus bendiciones''
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