Ciudad
del Vaticano, 24 diciembre 2013 (VIS).- “Nuestra identidad como
creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida”, ha
afirmado el Papa Francisco durante la homilía pronunciada en su
primera Misa del Gallo como pontífice, en una basílica de San Pedro
abarrotada de personas. La celebración ha estado precedida por el
antiguo canto de la Kalenda que anuncia la Navidad y durante la
oración de los fieles se ha rezado también en arameo y en chino. El
Papa ha comenzado citando la profecía de Isaías: “El pueblo que
caminaba en tinieblas vio una luz grande” que “no deja de
conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la
Noche de Navidad”.
Ahora
bien, “no se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve
porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y
a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros – hay
tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las
tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre
nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz
que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y
de ver”.
“Caminar
-ha exclamado-. Este verbo nos hace pensar en el curso de la
historia, en el largo camino de la historia de la salvación,
comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor
llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le
indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de
peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre
esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus
promesas. Porque es fiel, “Dios es luz sin tiniebla alguna” Por
parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de
tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión,
momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante”.
Francisco
ha subrayado que también en nuestra historia personal “se alternan
momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a
los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se
cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio
interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera.
“Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan–
está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va,
porque las tinieblas han cegado sus ojos”. Pueblo en camino, sobre
todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante”.
En
esta noche, “como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del
Apóstol: “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación
para todos los hombres”. La gracia que ha aparecido en el mundo es
Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a
nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para
librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la
gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor
hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal
al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el
sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre
nosotros”.
“Los
pastores fueron los primeros que vieron esta "tienda", que
recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús “porque eran de los
últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en
vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino
velar, y ellos estaban en vela. Con ellos nos quedamos ante el Niño,
nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por
habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón,
alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te
has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has
hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y
te has hecho débil”.
“Que
en esta Noche -ha concluido el Santo Padre- compartamos la alegría
del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo
como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos
dice una vez más: "No teman. Como dijeron los ángeles a los
pastores: "No teman". Y también yo les repito a todos: "No
teman". Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos
da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la
luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre
nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz. Amén”.
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