Ciudad
del Vaticano, 30 noviembre 2013
(VIS).-”Habéis venido como testigos de los orígenes apostólicos
de nuestra fe. Desde entonces la alegría del evangelio sigue
iluminando a la humanidad y vosotros camináis en ella, a pesar de
las numerosas pruebas que habéis conocido en la historia y hasta
nuestros días”, ha dicho el Papa recibiendo esta mañana a un
grupo de peregrinos de la Iglesia greco-melquita, acompañados por el
Patriarca de Antioquía.
Las
personas que padecen una “gran tribulación” en Siria, los que
allí han perdido la vida o sus seres queridos han sido el primer
pensamiento del Papa, que ha pedido al Señor que secara las lágrimas
de estos hijos suyos asegurándoles la cercanía de toda la Iglesia
para que les “consuele en la angustia y los salve de la
desesperación”.
“Creemos
firmemente en la fuerza de la oración y de la reconciliación - ha
recalcado - y renovamos nuestro fuerte llamamiento a los responsables
para que cese toda violencia y, a través del diálogo, se encuentren
soluciones justas y duraderas a un conflicto que ya ha causado
numerosos daños. En particular, exhorto al respeto mutuo entre las
diversas confesiones religiosas para garantizar a todos un futuro
basado en los derechos inalienables de la persona, incluida la
libertad religiosa. Vuestra Iglesia, desde hace siglos, ha sabido
convivir pacíficamente con otras religiones y está llamada a
desempeñar un papel de fraternidad en Oriente Medio”.
“También
a vosotros os repito: no nos resignamos a pensar en Oriente Medio sin
cristianos. No obstante, muchos hermanos y hermanas vuestros han
emigrado y una vasta representación de la comunidad de la diáspora
está aquí presente. Les invito a mantener firmes las raíces
humanas y espirituales de la tradición melquita, custodiando por
doquier la identidad greco-católica porque la Iglesia entera
necesita el patrimonio del Oriente cristiano, del que también
vosotros sois herederos. Al mismo tiempo, sois signo visible para
todos nuestros hermanos orientales de la deseada comunión con el
Sucesor de Pedro.
Francisco
ha hablado después del camino ecuménico, en fidelidad a los
principios del Concilio Vaticano II pidiendo a Dios que ayudase a
todos a proseguirlo y a los greco-melquitas a ser siempre
“cooperadores de la evangelización cultivando la sensibilidad
ecuménica e interreligiosa” que es posible “gracias a la unidad
a la que están llamados los discípulos de Cristo; y la unidad exige
siempre la conversión por parte de todos”. “Las divisiones
dentro de nuestras comunidades -ha advertido- obstaculizan seriamente
la vida eclesial, la comunión y el testimonio”.
Al
final, el Papa se ha despedido invocando a san Andrés, cuya
festividad se celebra hoy y es muy venerado en las iglesias
orientales, para que implore al Señor “la paz para el mundo y la
misericordia para nuestras almas”.
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