Ciudad
del Vaticano, 23 de noviembre 2013 (VIS).-La basílica vaticana ha
sido escenario esta tarde del rito de admisión al catecumenado,
convocado en el contexto del Año de la Fe y presidido por el Papa
Francisco. En el rito han participado alrededor de 500 catecúmenos,
procedentes de 47 países y de cinco continentes, acompañados por
sus catequistas. A partir de las 16,00, poco antes de la llegada del
Santo Padre, algunos adultos que se están preparando a recibir el
sacramento de la iniciación cristiana han hablado a los presentes de
su experiencia y también ha intervenido una pareja de catequistas.
La liturgia se ha abierto a las 16,30 con los ritos de introducción
que han tenido lugar a la entrada de la basílica. Allí el Papa ha
acogido a una representación de los candidatos con sus padrinos
invitándoles a entrar en la Iglesia.
Durante
la liturgia de la Palabra, antes de la entrega del libro de los
Evangelios a diversos catecúmenos, el Papa se ha dirigido en la
homilía a los presentes, recordando que venían
“de
muchos países diferentes, de tradiciones culturales y experiencias
diferentes”. “Y sin embargo -ha observado- esta tarde sentimos
que tenemos entre nosotros tantas cosas en común. Sobre todo una:
el deseo de Dios. ¡Que importante es mantenerlo vivo!. Si falta la
sed del Dios viviente, la fe corre el riesgo de hacerse rutinaria, de
apagarse, como un fuego que no se atiza. Corre el riesgo de volverse
rancia, sin sentido”.
Francisco
ha citado el pasaje evangélico en que Juan Bautista indica a sus
discípulos a Jesús, como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al
Maestro, y luego, a su vez, se convierten en “mediadores” para
que, a su vez, los otros encuentren al Señor. En ese texto, hay
tres momentos que llaman a la experiencia del catecumenado.
“En
primer lugar -ha observado- la escucha. Los dos discípulos
escucharon el testimonio del Bautista. También vosotros, queridos
catecúmenos, habéis escuchado a los que os han hablado de Jesús y
os han propuesto seguirlo...En el tumulto de tantas voces que
resuenan alrededor de nosotros y dentro de nosotros, habéis
escuchado y acogido la voz que os indicaba a Jesús como el único
que puede dar pleno sentido a nuestra vida.”
“El
segundo momento es el encuentro. Los discípulos encuentran al
Maestro y permanecen con Él. Después de haberlo encontrado,
advierten inmediatamente algo nuevo en su corazón: la exigencia de
transmitir su alegría también a los otros, para que también ellos
puedan encontrarlo... Esta escena...nos recuerda que Dios no nos ha
creado para estar solos, encerrados en nosotros mismos, sino para
poder encontrarle y para abrirnos al encuentro con los otros. Dios,
en primer lugar, viene hacia cada uno de nosotros. ¡Y esto es
maravilloso! En la Biblia, Dios aparece siempre como el que toma la
iniciativa del encuentro con el hombre: es Él quien busca al hombre,
y por lo general, lo hace mientras éste pasa por la experiencia,
amarga y trágica, de traicionar a Dios y huir de Él. Dios no espera
a buscarlo: ¡lo busca enseguida! No se cansa de esperarnos...Y
cuando se produce el encuentro, no es nunca apresurado, porque Dios
desea permanecer mucho tiempo con nosotros para sostenernos, para
consolarnos. Dios se apresura para encontrarnos, pero nunca se
apresura para dejarnos. Como nosotros lo anhelamos a Él... así
también Él quiere estar con nosotros, porque...somos... sus
criaturas”.
La
última parte del pasaje es caminar. “Los dos discípulos -ha
explicado - caminan hacia Jesús y luego hacen un trecho de camino
junto a Él. La fe es un camino con Jesús… y es un camino que
dura toda la vida. Al final tendrá lugar el encuentro definitivo.
Efectivamente, en algunos momentos de este camino nos sentimos
cansados y confundidos. Pero la fe nos da la certeza de la presencia
constante de Jesús en cada situación, también la más dolorosa o
difícil de entender”.
“Queridos
catecúmenos -ha concluido el pontífice- hoy empezáis el camino del
catecumenado. Os deseo que lo recorráis con alegría, seguros del
apoyo de toda la Iglesia, que os mira con mucha confianza. María, la
discípula perfecta, os acompaña: ¡ Os invito a mantener el
entusiasmo del primer momento que os hizo abrir los ojos a la luz de
la fe!”
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