Ciudad
del Vaticano, 12 julio 2013
(VIS).-El próximo 14 de julio se celebra el “Domingo del Mar” y
con ese motivo el Pontificio Consejo para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes ha publicado un mensaje firmado por el
presidente de ese dicasterio, el cardenal Antonio María Vegliò y
por el secretario, el arzobispo Joseph Kalathiparambil, que
reproducimos a continuación.
“Este
mundo del mar, en su continua peregrinación de personas, hoy debe
tener en cuenta los efectos complejos de la globalización y, por
desgracia, también tiene que afrontar situaciones de injusticia,
especialmente cuando los equipajes están sujetos a restricciones
para bajar a tierra, cuando son abandonados junto con las
embarcaciones en las que trabajan, y cuando caen bajo la amenaza de
la piratería marítima o sufren los daños de la pesca ilegal. La
vulnerabilidad de los marítimos, pescadores y navegantes, debe hacer
aún más atenta la solicitud de la Iglesia y estimular el cuidado
materno que, a través de vosotros, manifiesta a todos los que
encontráis en los puertos o en las naves, o asistís a bordo en los
largos meses de embarque”. Estas palabras fueron dirigidas por el
Papa Benedicto XVI a los participantes en el XXIII Congreso Mundial
del A.M., celebrado en la Ciudad del Vaticano, del 19-23 de noviembre
de 2012. De hecho, durante más de 90 años, la Iglesia Católica, a
través de la Obra del Apostolado del Mar, con su red de capellanes y
voluntarios presentes en más de 260 puertos del mundo, ha demostrado
su cuidado materno proporcionando bienestar espiritual y material a
los marinos, pescadores y a sus familias.
Al
celebrar el Domingo del Mar, quisiéramos invitar a todos los
miembros de nuestras comunidades cristianas a tomar conciencia y a
reconocer el trabajo de unos 1,2 a 1,5 millones de marinos, que a
cualquier hora navegan a bordo de una flota globalizada y mundial,
compuesta por 100.000 buques que transportan el 90 por ciento de los
productos manufacturados. Muy a menudo, no nos damos cuenta de que la
mayoría de los objetos que utilizamos a diario son transportados por
barcos que cruzan de un lado a otro los océanos. Tripulaciones
multinacionales experimentan a bordo condiciones de vida y de trabajo
complejas; transcurren meses lejos de sus seres queridos; son
víctimas del abandono en puertos extranjeros sin percibir salario y
de la criminalización, y deben soportar las calamidades naturales
(tormentas, tifones, etc.) y humanas (piratas, naufragios, etc.).
Ahora,
un faro de esperanza resplandece en la noche oscura de los problemas
y las dificultades que suele hallar la gente de mar.
El
Convenio sobre el Trabajo Marítimo (MLC 2006) de la Oficina
Internacional del Trabajo, gracias a la ratificación por 30 países
miembros de la OIT, que representa casi el 60 por ciento del tonelaje
bruto mundial, está a punto de entrar en vigor en agosto de 2013.
Este Convenio es el resultado de varios años de incesantes
discusiones tripartitas (gobiernos, empleadores y trabajadores),
destinadas a consolidar y actualizar un gran número de convenios
sobre el trabajo marítimo y recomendaciones adoptadas a partir de
1920.
El
MLC 2006 establece los requisitos internacionales mínimos para casi
todos los aspectos del trabajo y las condiciones de vida de los
marinos, incluidas las condiciones de empleo justas, la asistencia
médica, la protección de seguridad social y el acceso a las
instalaciones de bienestar en tierra.
Si
bien, como A.M., damos la bienvenida a la entrada en vigor del
Convenio y esperamos ver progresos en la vida de la gente de mar,
seguimos vigilando y expresamos nuestra atenta solicitud, centrando
nuestra atención en la Regla 4.4 del Convenio, cuyo objetivo es el
de: asegurar que la gente de mar empleada a bordo de buques tenga
acceso a instalaciones y servicios en tierra que protejan su salud y
su bienestar.
Debemos
cooperar con las autoridades competentes en nuestros respectivos
puertos, de modo que se autorice a los marinos a desembarcar tan
pronto como sea posible tras la llegada del buque a puerto, en
beneficio de su salud y bienestar .
Debemos
recordar a los Estados portuarios que han de promover el desarrollo
de instalaciones de bienestar en tierra de fácil acceso para los
marinos, sin distinción de nacionalidad, raza, color, sexo,
religión, convicciones políticas u origen social e
independientemente de cuál sea el Estado del pabellón del buque en
que los marinos trabajan o están empleados o contratados.
Debemos
ayudar a las autoridades competentes a crear comisiones nacionales y
locales de bienestar social que actuarán como canales para mejorar
el bienestar de la gente de mar en los puertos, reuniendo a personas
de diferentes tipos de organizaciones bajo una única identidad .
Debemos
animar también a las autoridades portuarias a introducir, además de
otras formas de financiación, un sistema de gravamen portuario que
proporcione un mecanismo fiable de apoyo a los servicios sostenibles
de bienestar en el puerto.
Nuestra
responsabilidad final es hacia los marinos. Debemos educarlos e
informarlos acerca de sus derechos y la protección que ofrece el
presente Convenio, que se considera también el cuarto y último
pilar de la legislación marítima internacional, al ser las otras
tres: el Convenio Internacional para prevenir la contaminación por
los Buques (MARPOL) de 1973, el Convenio Internacional para la
Seguridad de la Vida Humana en el Mar (SOLAS), 1974, el Convenio
Internacional sobre Normas de Formación, Titulación y Guardia para
la Gente de Mar, 1978 (STCW). Una aplicación efectiva será posible,
y cambios reales se producirán, sólo si la gente de mar conocerá
el contenido del MLC 2006.
Roguemos
a María, la Estrella del Mar, que ilumine y acompañe nuestra misión
orientada a sostener el esfuerzo de los fieles llamados a dar
testimonio en ese ambiente con su vida cristiana”.
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