Ciudad
del Vaticano, 7 diciembre 2012
(VIS).-Benedicto XVI ha recibido hoy en audiencia a los miembros de
la Comisión Teológica Internacional que acaba de celebrar su sesión
plenaria. El Papa ha manifestado su aprecio por el mensaje de la
Comisión con motivo del Año de la Fe y que “ilustra muy bien la
manera específica en que los teólogos, sirviendo, fielmente la
verdad de la fe, pueden participar en el esfuerzo evangelizador de
la Iglesia”
Ese
mensaje retoma las cuestiones del documento “La teología hoy.
Perspectivas, principios y criterios " que presenta, de alguna
forma, “el código genético de la teología católica, es decir,
los principios que definen su identidad y, por lo tanto, garantizan
su unidad en diversidad de sus logros (...) En un contexto cultural
en el que algunos están tentados o de privar a la teología de su
estatus académico, por su relación intrínseca con la fe, o de
prescindir de la dimensión creyente y confesional, de la teología,
con el riesgo de confundirla con las ciencias religiosas, ese
documento recuerda oportunamente que la teología es confesional y
racional de modo inseparable y que su presencia dentro de la
institución académica garantiza una visión amplia e integral de
la misma razón humana”.
El
Papa ha señalado que, entre los criterios de la teología católica,
el documento menciona la atención que los teólogos deben reservar
al “sensus fidelium”. “El Concilio Vaticano II, reafirmando el
papel específico e insustituible que compete al Magisterio, ha
subrayado, sin embargo, que todo el Pueblo de Dios participa en la
función profética de Cristo (...) Este don, el “sensus fidei”
es para el creyente una especie de instinto sobrenatural que tiene
una connaturalidad vital con el mismo objeto de la fe (...) y un
criterio para discernir si una verdad pertenece o no al depósito
vivo de la tradición apostólica. También tiene un valor
proposicional porque el Espíritu Santo no cesa de hablar a las
iglesias y de llevarlas a la verdad entera. Hoy en día, sin
embargo, es particularmente importante aclarar los criterios usados
para distinguir el sensus fidelium auténtico de sus falsificaciones.
De hecho, no es una especie de opinión pública de la Iglesia, y es
impensable recurrir a él para impugnar las enseñanzas del
Magisterio, ya que el “sensus fidei” no puede desarrollarse
auténticamente en el creyente auténtico salvo en la medida en que
participa plenamente en la vida de la Iglesia, y esto requiere una
adhesión responsable a su Magisterio”.
“También
este mismo sentido sobrenatural de la fe de los creyentes lleva hoy
a reaccionar con fuerza contra la idea de que las religiones,
especialmente las religiones monoteístas serían, intrínsecamente,
portadoras de violencia, sobre todo debido a su afirmación de la
existencia de un verdad universal. Algunos creen que sólo el
"politeísmo de los valores" garantizaría la tolerancia
y la paz civil y sería conforme al espíritu de una sociedad
democrática pluralista. Por un lado, es esencial recordar que la fe
en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, responde a las
exigencias racionales de la reflexión metafísica, que no se
debilita sino que refuerza y se hace más profunda con la revelación
del misterio del Dios-Trinidad. Por otro, hay que señalar la forma
que la revelación definitiva del misterio del Dios único asume en
la vida y muerte de Jesucristo, que sale al encuentro de la Cruz como
"un cordero llevado al matadero”. El Señor atestigua un
rechazo radical de toda forma de odio y de violencia en favor de la
primacía absoluta del “agape”. Por tanto, si en la historia ha
habido o hay formas de violencia en nombre de Dios, no deben ser
atribuidas al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente
a los errores de los hombres. Más bien es el olvido de Dios el que
lleva a las sociedades humanas a una forma relativismo, que
inevitablemente genera violencia. Cuando se niega la posibilidad de
todos de hacer referencia a una verdad objetiva, el diálogo se hace
imposible y la violencia, declarada o subterránea, se convierte en
la norma de las relaciones humanas. Sin la apertura a lo
trascendente, que permite encontrar las respuestas a las preguntas
sobre el sentido de la vida y la forma de vivir según una moral, el
hombre se vuelve incapaz de actuar de acuerdo con la justicia y de
esforzarse por la paz”.
“Si
la ruptura de la relación entre las personas y Dios trae consigo un
profundo desequilibrio en la relación entre los hombres, la
reconciliación con Dios, actuada en la Cruz de Cristo, "nuestra
paz", es la fuente fundamental de la unidad y la fraternidad.
En esta perspectiva, se coloca también vuestra reflexión sobre
(...) la doctrina social de la Iglesia en el contexto de la doctrina
de la Fe, que confirma que la doctrina social no es una adición
extrínseca, sino que, sin dejar de lado la contribución de una
sana filosofía social, hunde sus raíces en las fuentes mismas de
la fe. Esta doctrina quiere cumplir, en la gran diversidad de
situaciones sociales, el nuevo mandamiento que el Señor Jesús nos
ha dejado: “Como yo os he amado, amaos también unos a otros”, ha
concluido el pontífice.
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