Ciudad
del Vaticano, 17 de noviembre (VIS).-Benedicto XVI ha escrito un
mensaje a los participantes en la sesión portuguesa del Atrio de los
Gentiles, (16-17 de noviembre) en Guimaraes y en Braga (Portugal),
dedicada esta vez al tema “El valor de la vida”.
“La conciencia de la sacralidad de la vida –escribe el Papa– pertenece a la herencia moral de la humanidad (...) No somos un producto casual de la evolución, sino que cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios, que nos ama (...) Sí; Dios ama a cada persona que, por eso, es, incondicionalmente digna de vivir. La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor de Dios Padre, manifiesta como el hombre sea precioso a los ojos de Dios y como sea inestimable el valor de su vida”.
“Pero en la época moderna – continúa – el hombre ha querido sustraerse a la mirada creadora y redentora del Padre, basándose en sí mismo y no en el poder divino. Es un poco lo que sucede en los edificios de cemento armado sin ventanas, donde las personas se ocupan, por su cuenta, del aire y de la luz. Pero, no obstante, en un mundo construido así, se buscan los “recursos” de Dios, que transformamos en productos nuestros (...)Hay que abrir nuevamente las ventanas, mirar la vastedad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo ello según el modo justo. De hecho, el valor de la vida resulta evidente sólo si Dios existe. Por eso, sería hermoso si los no creyentes vivieran “como si Dios existiera”. Aunque no tengan “la fuerza para creer”, tendrían que vivir basándose en esta hipótesis (...) Hay tantos problemas por resolver, pero no se resolverán nunca completamente si Dios no se sitúa en el centro, (...) de nuevo visible en el mundo y determinante en nuestra vida”.
“Aquel
que se abre a Dios no se aleja del mundo y de los seres humanos. Al
contrario, encuentra hermanos: en Dios se derrumban nuestras murallas
de separación, somos todos hermanos; formamos parte unos de otros”,
concluye el Santo Padre
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