Ciudad
del Vaticano, 15 de septiembre 2012.- Durante su viaje a Líbano,
el Papa ha respondido, como es habitual, a las preguntas de los
periodistas que lo acompañaban en el vuelo, sobre diversos temas
ligados a la situación en Líbano, y Oriente Medio.
P.-
por estos días coinciden aniversarios terribles, como el del 11 de
septiembre, o el de la masacre de Sabra y Chatila; en las fronteras
del Líbano hay una sangrienta guerra civil, y vemos también que en
otros países el riesgo de la violencia está siempre presente. Santo
Padre (...) ¿Ha estado tentado de renunciar por motivos de
inseguridad, o alguien le ha sugerido renunciar?
Santo
Padre:Nadie me ha aconsejado renunciar a este viaje y, por mi parte,
nunca he contemplado esa posibilidad, porque sé que cuando la
situación se hace más difícil, más necesario es ofrecer este
signo de fraternidad, de ánimo y de solidaridad. Este es el
significado de mi viaje: invitar al diálogo, invitar a la paz contra
la violencia, caminar juntos para encontrar la solución a los
problemas.
P.
Muchos católicos manifiestan su inquietud ante el crecimiento de los
fundamentalismos en diversas regiones del mundo y ante las agresiones
de las que son víctimas numerosos cristianos. En este contexto
difícil y a menudo sangriento, ¿cómo puede la Iglesia responder al
imperativo del diálogo con el Islam, sobre el que usted tanta veces
ha insistido?
Santo
Padre: El fundamentalismo es siempre una falsificación de la
religión. Va en contra de la esencia de la religión, que quiere
reconciliar y crear la paz de Dios en el mundo (...) El mensaje
esencial de la religión debe ser contra la violencia, que es una de
sus falsificaciones, como lo es el fundamentalismo; el mensaje de la
religión debe ser la educación, iluminación y purificación de las
conciencias, para hacerlas capaces de diálogo, de reconciliación y
de paz.
P.
En el contexto de la ola de deseo de democracia que se ha puesto en
movimiento en tantos países del Oriente Medio con la llamada
“primavera árabe”, dada la realidad social en la mayoría de
estos países, en donde los cristianos son minoría, ¿no existe el
riesgo de una tensión inevitable entre el dominio de la mayoría y
la sobrevivencia del cristianismo?
Santo
Padre: Diría que, de por sí, la primavera árabe es una cosa
positiva: es un deseo de mayor democracia, mayor libertad, de mayor
cooperación, de una renovada identidad árabe. Y este grito de
libertad, que viene de una juventud más formada cultural y
profesionalmente, que desea mayor participación en la vida política,
en la vida social, es un progreso, algo muy positivo y acogido
también por nosotros los cristianos. Naturalmente, por la historia
de las revoluciones, sabemos que el grito de libertad (...) tiene
siempre el peligro de olvidar(...) una dimensión fundamental de esa
libertad, que es la tolerancia hacia el otro; el hecho que la
libertad humana es siempre una libertad compartida, que sólo puede
crecer en el compartir, en la solidaridad, en el vivir juntos, con
determinadas reglas (...) Debemos hacer todo lo posible para que el
concepto de libertad, el deseo de libertad, vaya en la dirección
justa, para que no olvide la tolerancia, el conjunto, la
reconciliación, como partes fundamentales de la libertad. Así,
también la renovada identidad árabe implica – pienso –
igualmente la renovación de la unidad secular y milenaria de
cristianos y árabes, que precisamente juntos, en la tolerancia entre
mayorías y minorías, han construido estas tierras y no pueden no
vivir juntos. Por eso pienso que sea importante ver el elemento
positivo de estos movimientos y hacer nuestra parte para que la
libertad sea concebida en modo justo y responda a un mayor diálogo y
no al dominio de unos contra otros.
P.
En Siria, como hace algún tiempo en Irak, muchos cristianos se
sienten forzados a dejar el país muy a su pesar. ¿Qué pretende
hacer o decir la Iglesia católica para ayudar en esta situación,
para detener la desaparición de los cristianos en Siria y en otros
países de Oriente Medio?
Santo
Padre: No sólo los cristianos huyen, también los musulmanes.
Naturalmente el peligro que los cristianos se alejen y pierdan su
presencia en estas tierras es grande y nosotros debemos hacer lo
posible por ayudarles a permanecer allí. La ayuda esencial sería el
cese de la guerra, de la violencia, que crea la huida. Por tanto, la
primera acción es hacer todo lo posible para que termine la
violencia y se cree realmente una posibilidad para permanecer juntos
también en el futuro. ¿Qué podemos hacer contra la guerra?
Digamos, naturalmente, que difundir siempre el mensaje de la paz,
evidenciar que la violencia no resuelve nunca un problema y reforzar
las fuerzas de paz (...) También diría que tal vez gestos de la
cristiandad, jornadas de oración por Oriente Medio, por los
cristianos y los musulmanes, mostrar la posibilidad de diálogo y de
soluciones. Diría también que debe finalmente cesar la importación
de armas, porque sin importación de armas la guerra no podría
continuar. En lugar de importar armas, que es un pecado grave,
deberíamos importar ideas de paz, creatividad, encontrar soluciones
para aceptar a cada uno en su alteridad; debemos por tanto hacer
visible en el mundo el respeto de las religiones, las unas por las
otras, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor al
prójimo como fundamento para todas las religiones. En este sentido,
con todos los gestos posibles, con auxilios también materiales,
ayudar para que cese la guerra, la violencia, y todos puedan
reconstruir el país.
P.
Además de la oración y de los sentimientos de solidaridad, ¿ve
pasos concretos que las Iglesias y los católicos de Occidente, sobre
todo los de Europa y América, pueden hacer para apoyar a los
hermanos de Oriente Medio?
Santo
Padre: Diría que debemos influir en la opinión política y en los
políticos para comprometerlos realmente, con todas las fuerzas, con
todas las posibilidades, con verdadera creatividad, por la paz,
contra la violencia. Nadie debería esperar beneficios de la
violencia, todos deben contribuir (...) Además, nuestras
organizaciones caritativas deben también ayudar materialmente y
hacer todo lo posible. Tenemos organizaciones como los Caballeros del
Santo Sepulcro, dedicados sólo a Tierra Santa, pero también
organizaciones similares podrían ayudar material, política,
humanamente a estos países. Diría, una vez más, gestos visibles de
solidaridad, jornadas de oración pública, estas iniciativas pueden
llamar la atención de la opinión pública, ser factores reales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario