Ciudad
del Vaticano, 2 junio 2012 (VIS).- Este sábado por la tarde, en el
arzobispado de Milán, el Santo Padre mantuvo un encuentro con
representantes de diversas autoridades institucionales, civiles y
militares, de empresarios y trabajadores, del mundo de la cultura y
de la sociedad lombarda.
Benedicto
XVI centró su discurso en los principios del buen gobierno legados
por San Ambrosio, gobernador en el s. IV de las provincias de Liguria
y Aemilia con sede en la ciudad imperial de Milán. Principios que
son “aún preciosos” para los dirigentes actuales. La primera
cualidad de quien gobierna ha de ser la justicia, “virtud pública
por excelencia porque se refiere al bien de toda la comunidad”. Ha
de estar acompañada por el amor a la libertad, que distingue a los
gobernantes buenos de los malos: “La libertad (…) es un derecho
precioso que el poder civil debe garantizar. Pero libertad no
significa arbitrio del individuo, sino que implica más bien la
responsabilidad de cada uno. Se encuentra aquí uno de los
principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad
para que todos puedan proponer su visión de la vida común, dentro
del respeto a los demás y en el contexto de leyes que miran al bien
de todos”.
Para
garantizar el bien común, las leyes del Estado “deben encontrar
justificación y fuerza en la ley natural, fundamento de un orden
adecuado a la dignidad de la persona humana”, ya que de una
concepción meramente positivista no se pueden derivar indicaciones
de carácter ético. El Estado ha de servir y tutelar a la persona en
todos sus aspectos, “comenzando por el derecho a la vida; nunca se
puede consentir su supresión deliberada”. Asimismo, está llamado
a “reconocer la identidad propia de la familia, fundada sobre el
matrimonio y abierta a la vida, así como el derecho primario de los
padres a la libre educación y formación de los hijos. (…) No se
hace justicia a la familia si el Estado no sostiene la libertad de
educación por el bien común de toda la sociedad”.
La
Iglesia ofrece su colaboración al Estado -manteniendo cada uno su
propio papel y sus finalidades- mediante su doctrina, su tradición,
sus instituciones y sus obras, con las que se ha puesto al servicio
del pueblo. “Basta pensar -ha dicho el Papa- en la cantidad de
santos de la caridad, la escuela, la cultura, el cuidado de los
enfermos y los marginados, servidos y amados como se sirve y se ama
al Señor. (…) Las comunidades cristianas promueven estas acciones
(…) como gratuita sobreabundancia de la caridad de Cristo y de la
experiencia totalizante de su fe. El tiempo de crisis que estamos
atravesando necesita, además de valerosas decisiones
técnico-políticas, de gratuidad”.
Finalmente,
Benedicto XVI subrayó que San Ambrosio recomienda a quienes quieren
participar en el gobierno y la administración pública que se hagan
amar: “Lo que hace el amor, no podrá lograrlo nunca el miedo”.
Por otra parte, la razón que mueve a entrar en los distintos ámbitos
de la vida pública “no puede ser sino la voluntad de dedicarse al
bien de los ciudadanos, y, por tanto, una expresión y un evidente
signo de amor. Así, la política se ennoblece profundamente,
convirtiéndose en una elevada forma de caridad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario