CIUDAD DEL VATICANO, 5 NOV 2011 (VIS). - El Santo Padre celebró ayer, en la Basílica Vaticana, las Vísperas con ocasión de la apertura del año académico en las universidades pontificias. La homilía se centró en el ministerio sacerdotal, dado que se cumplen 70 años desde que Pío XII instituyó la Pontificia Obra para las Vocaciones Sacerdotales, y, asimismo, la lectura de la primera carta del apóstol Pedro "invita a meditar sobre la misión de los pastores en la comunidad cristiana".
Así, el Papa destacó que "desde los inicios de la Iglesia, ha sido evidente el relieve conferido a los guías de las primeras comunidades, establecidos por los apóstoles para anunciar la Palabra de Dios mediante la predicación y para celebrar la Eucaristía. (...) Pedro, además, pone el acento en la recíproca solidaridad de los pastores en el ministerio, subrayando su pertenencia al único orden apostólico. (...) Cuidar el rebaño de Cristo es la vocación y la tarea que tienen en común, y que hace que estén especialmente unidos entre ellos porque están unidos a Cristo con un vínculo especial. (...) La vocación apostólica vive gracias a la relación personal con Cristo, alimentada por la oración asidua y animada por la pasión de comunicar el mensaje recibido y la misma experiencia de fe de los apóstoles".
El Papa enumeró a continuación tres condiciones para que la vida del sacerdote se conforme cada vez más a Cristo: "la aspiración a colaborar con Jesús en la difusión del Reino de Dios; la gratuidad del compromiso pastoral; y la actitud de servicio".
Benedicto XVI explicó que "Dios Padre ha enviado al Hijo eterno al mundo para realizar su plan de salvación. Jesucristo ha constituido la Iglesia para que se extiendan en el tiempo los beneficios de la redención. La vocación de los sacerdotes tiene su raíz en esta acción del Padre realizada en Cristo mediante el Espíritu Santo. El ministro del Evangelio es, entonces, aquél que se deja aferrar por Cristo, que sabe permanecer con Él, que entra en sintonía, en íntima amistad con Él, a fin de que todo se haga 'como Dios quiere', según su voluntad de amor, con gran libertad interior y con profunda alegría del corazón".
En segundo lugar, el compromiso pastoral ha de ser gratuito, ya que "no hay que olvidar nunca que se entra en el sacerdocio a través del sacramento del Orden, y ello significa precisamente abrirse a la acción de Dios, eligiendo diariamente entregarse por Él y por los hermanos. (...) La llamada del Señor al ministerio no es fruto de méritos especiales, sino que es un don que hay que acoger y al que hay que corresponder dedicándose (...) al proyecto de Dios de modo generoso y desinteresado, para que Él disponga de nosotros según su voluntad, incluso si ésta no corresponde a nuestros deseos de autorrealización. (...) No debemos olvidar, como sacerdotes, que la única elevación legítima al ministerio de pastor no es la del éxito, sino la de la cruz".
"En esta lógica, ser sacerdotes quiere decir ser siervos, también con la ejemplaridad de la vida. (...) Los presbíteros son dispensadores de los medios de salvación, de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Penitencia; no disponen de ellos a su arbitrio, sino que son humildes servidores por el bien del Pueblo de Dios. Es una vida, por tanto, marcada profundamente por este servicio: desde el cuidado atento del rebaño a la celebración fiel de la liturgia, y a la preocupación por todos los hermanos, especialmente por los más pobres y necesitados. Viviendo esta 'caridad pastoral' según el modelo de Cristo y con Cristo, dondequiera que el Señor llame, cada sacerdote podrá realizarse plenamente y realizar su vocación".
Para terminar, el Papa invitó a los estudiantes de las universidades a aprovechar bien el tiempo de su formación, "don precioso que Dios os ofrece", viviéndolo en íntima comunión con Él.
HML/ VIS 20111107 (650)
Así, el Papa destacó que "desde los inicios de la Iglesia, ha sido evidente el relieve conferido a los guías de las primeras comunidades, establecidos por los apóstoles para anunciar la Palabra de Dios mediante la predicación y para celebrar la Eucaristía. (...) Pedro, además, pone el acento en la recíproca solidaridad de los pastores en el ministerio, subrayando su pertenencia al único orden apostólico. (...) Cuidar el rebaño de Cristo es la vocación y la tarea que tienen en común, y que hace que estén especialmente unidos entre ellos porque están unidos a Cristo con un vínculo especial. (...) La vocación apostólica vive gracias a la relación personal con Cristo, alimentada por la oración asidua y animada por la pasión de comunicar el mensaje recibido y la misma experiencia de fe de los apóstoles".
El Papa enumeró a continuación tres condiciones para que la vida del sacerdote se conforme cada vez más a Cristo: "la aspiración a colaborar con Jesús en la difusión del Reino de Dios; la gratuidad del compromiso pastoral; y la actitud de servicio".
Benedicto XVI explicó que "Dios Padre ha enviado al Hijo eterno al mundo para realizar su plan de salvación. Jesucristo ha constituido la Iglesia para que se extiendan en el tiempo los beneficios de la redención. La vocación de los sacerdotes tiene su raíz en esta acción del Padre realizada en Cristo mediante el Espíritu Santo. El ministro del Evangelio es, entonces, aquél que se deja aferrar por Cristo, que sabe permanecer con Él, que entra en sintonía, en íntima amistad con Él, a fin de que todo se haga 'como Dios quiere', según su voluntad de amor, con gran libertad interior y con profunda alegría del corazón".
En segundo lugar, el compromiso pastoral ha de ser gratuito, ya que "no hay que olvidar nunca que se entra en el sacerdocio a través del sacramento del Orden, y ello significa precisamente abrirse a la acción de Dios, eligiendo diariamente entregarse por Él y por los hermanos. (...) La llamada del Señor al ministerio no es fruto de méritos especiales, sino que es un don que hay que acoger y al que hay que corresponder dedicándose (...) al proyecto de Dios de modo generoso y desinteresado, para que Él disponga de nosotros según su voluntad, incluso si ésta no corresponde a nuestros deseos de autorrealización. (...) No debemos olvidar, como sacerdotes, que la única elevación legítima al ministerio de pastor no es la del éxito, sino la de la cruz".
"En esta lógica, ser sacerdotes quiere decir ser siervos, también con la ejemplaridad de la vida. (...) Los presbíteros son dispensadores de los medios de salvación, de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Penitencia; no disponen de ellos a su arbitrio, sino que son humildes servidores por el bien del Pueblo de Dios. Es una vida, por tanto, marcada profundamente por este servicio: desde el cuidado atento del rebaño a la celebración fiel de la liturgia, y a la preocupación por todos los hermanos, especialmente por los más pobres y necesitados. Viviendo esta 'caridad pastoral' según el modelo de Cristo y con Cristo, dondequiera que el Señor llame, cada sacerdote podrá realizarse plenamente y realizar su vocación".
Para terminar, el Papa invitó a los estudiantes de las universidades a aprovechar bien el tiempo de su formación, "don precioso que Dios os ofrece", viviéndolo en íntima comunión con Él.
HML/ VIS 20111107 (650)
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