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lunes, 18 de abril de 2011

DIOS DESEA ELEVAR AL SER HUMANO HACIA EL

CIUDAD DEL VATICANO, 17 ABR 2011 (VIS).-Benedicto XVI presidió ante miles de personas que llenaban la Plaza de San Pedro la celebración eucarística del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor y en el día en que se celebra, a nivel diocesano, la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, sobre el tema: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cf. Col 2, 7).

Antes de la misa, el Papa bendijo las palmas y los ramos de olivo en el obelisco de la plaza y posteriormente se dirigió en papamóvil hasta el altar.

En la homilía, el Santo Padre, reflexionando sobre el significado de la peregrinación de Jesús a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, explicó que “El mismo sabía que iba a ocupar el lugar de los corderos inmolados, ofreciéndose así mismo en la cruz. (…) El fin último de su peregrinación es la altura de Dios mismo, a la cual él quiere elevar al ser humano”.

“Pero, ¿cómo podemos –preguntó- mantener el paso en esta subida? ¿No sobrepasa quizá nuestras fuerzas? Sí, está por encima de nuestras posibilidades. Desde siempre los hombres están llenos -y hoy más que nunca- del deseo de “ser como Dios”, de alcanzar esa misma altura de Dios. (…) Sin embargo, la fuerza de gravedad que nos tira hacía abajo es poderosa. Junto con nuestras capacidades, no ha crecido solamente el bien. También han aumentado las posibilidades del mal que se presentan como tempestades amenazadoras sobre la historia. También permanecen nuestros límites: basta pensar en las catástrofes que en estos meses han afligido y siguen afligiendo a la humanidad”.

Benedicto XVI puso de relieve que “el hombre se encuentra en medio de esta doble fuerza de gravedad, y todo depende del poder escapar del campo de gravedad del mal y ser libres de dejarse atraer totalmente por la fuerza de gravedad de Dios, que nos hace auténticos, nos eleva, nos da la verdadera libertad”.

“Dios mismo -continuó- debe elevarnos, y esto es lo que Cristo comenzó en la cruz. Él ha descendido hasta la extrema bajeza de la existencia humana, para elevarnos hacia Él, hacia el Dios vivo. (…) Solamente así nuestra soberbia podía ser superada: la humildad de Dios es la forma extrema de su amor, y este amor humilde atrae hacia lo alto”.

El Papa hizo hincapié en la necesidad que tenemos de Dios. “Él nos atrae hacia lo alto, sosteniéndonos en sus manos -es decir, en la fe-, nos da la justa orientación y la fuerza interior que nos eleva. Tenemos necesidad de la humildad de la fe que busca el rostro de Dios y se confía a la verdad de su amor. La cuestión de cómo el hombre pueda llegar a lo alto, ser totalmente él mismo y verdadera¬mente semejante a Dios, ha cuestionado siempre a la humanidad”.

“Subimos con el Señor en peregrinación. Buscamos el corazón puro y las manos inocentes, buscamos la verdad, buscamos el rostro de Dios. Manifestemos al Señor nuestro deseo de llegar a ser justos y le pedimos: (Llévanos Tú hacia lo alto! (Haznos puros! Haz -concluyó- que nos sirva la Palabra que cantamos con el Salmo procesional, es decir que podamos pertenecer a la generación que busca a Dios, “que busca tu rostro, Dios de Jacob”.
HML/ VIS 20110418 (560)

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