CIUDAD DEL VATICANO, 2 ENE 2008 (VIS).-En la primera audiencia general de 2008, celebrada en el Aula Pablo VI, y en la que participaron 7.000 personas, el Papa habló sobre el título de Madre de Dios, atribuido a la Virgen, cuya solemnidad se celebró ayer.
El Santo Padre recordó que "Theotokos", Madre de Dios, "es el título atribuido oficialmente a María en el siglo V, exactamente en el Concilio de Efeso, en el 431. (...) Allí, por una parte, se confirmó solemnemente la unidad de las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona del Hijo de Dios. Por otra, la legitimidad para atribuir a la Virgen el título de "Theotokos", frente a los que sugerían que se la llamara "Christotokos", "Madre de Cristo", "queriendo salvaguardar la plena humanidad de Jesús", lo que suponía "una amenaza a la doctrina de la plena unidad de la divinidad y la humanidad de Cristo".
Tras el Concilio de Efeso, dijo Benedicto XVI, "se difundió mucho la devoción mariana, construyéndose numerosas iglesias dedicadas a la Madre de Dios; entre ellas la Basílica de Santa María la Mayor, aquí en Roma".
"La doctrina sobre María, Madre de Dios, fue confirmada en el Concilio de Calcedonia (451)" y el Concilio Vaticano II la recogió en el octavo capítulo de la Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium".
"Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen -continuó- hallan su fundamento en su vocación a ser la Madre del Redentor": Inmaculada Concepción, Asunta y Madre del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. "Por eso, justamente, durante el Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de "Madre de la Iglesia".
Benedicto XVI subrayó que "precisamente porque María es Madre de la Iglesia, la Virgen también es Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. (...) En el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como patrimonio precioso, a su misma Madre, la Virgen María".
"En estos primeros días del año -concluyó-, se nos invita a considerar atentamente la importancia de la presencia de María en la vida de la Iglesia y en nuestra existencia. Pidamos a Ella que guíe nuestros pasos en este nuevo periodo de tiempo que el Señor nos concede y que nos ayude a ser auténticos amigos de su Hijo y constructores valientes de su Reino en el mundo, Reino de la luz y de la verdad".
AG/MADRE DE DIOS/... VIS 20080102 (420)
El Santo Padre recordó que "Theotokos", Madre de Dios, "es el título atribuido oficialmente a María en el siglo V, exactamente en el Concilio de Efeso, en el 431. (...) Allí, por una parte, se confirmó solemnemente la unidad de las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona del Hijo de Dios. Por otra, la legitimidad para atribuir a la Virgen el título de "Theotokos", frente a los que sugerían que se la llamara "Christotokos", "Madre de Cristo", "queriendo salvaguardar la plena humanidad de Jesús", lo que suponía "una amenaza a la doctrina de la plena unidad de la divinidad y la humanidad de Cristo".
Tras el Concilio de Efeso, dijo Benedicto XVI, "se difundió mucho la devoción mariana, construyéndose numerosas iglesias dedicadas a la Madre de Dios; entre ellas la Basílica de Santa María la Mayor, aquí en Roma".
"La doctrina sobre María, Madre de Dios, fue confirmada en el Concilio de Calcedonia (451)" y el Concilio Vaticano II la recogió en el octavo capítulo de la Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium".
"Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen -continuó- hallan su fundamento en su vocación a ser la Madre del Redentor": Inmaculada Concepción, Asunta y Madre del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. "Por eso, justamente, durante el Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de "Madre de la Iglesia".
Benedicto XVI subrayó que "precisamente porque María es Madre de la Iglesia, la Virgen también es Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. (...) En el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como patrimonio precioso, a su misma Madre, la Virgen María".
"En estos primeros días del año -concluyó-, se nos invita a considerar atentamente la importancia de la presencia de María en la vida de la Iglesia y en nuestra existencia. Pidamos a Ella que guíe nuestros pasos en este nuevo periodo de tiempo que el Señor nos concede y que nos ayude a ser auténticos amigos de su Hijo y constructores valientes de su Reino en el mundo, Reino de la luz y de la verdad".
AG/MADRE DE DIOS/... VIS 20080102 (420)
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