CIUDAD DEL VATICANO, 22 ABR 2007 (VIS).-Tras su visita al Policlínico "San Mateo", el Papa se dirigió en automóvil a los Huertos del Almo Collegio Borromeo, donde a las 10,30 celebró la Santa Misa. Concelebraron con el Santo Padre los obispos de Lombardía, los sacerdotes de la diócesis de Pavía y varios padres agustinos.
El Papa centró su homilía en las "tres grandes etapas" del camino de conversión de san Agustín.
"Las conversiones de Agustín -afirmó- constituyen una grande y única conversión en la búsqueda del Rostro de Cristo y en el caminar junto a Él".
El Santo Padre dijo que "la "primera conversión fundamental" fue el camino interior hacia el cristianismo, hacia el "sí" de la fe y del Bautismo. (...) Agustín siempre estaba atormentado por la cuestión de la verdad. (...) Quería encontrar la recta vida y no simplemente vivir ciegamente sin sentido y sin meta. La pasión por la verdad es la verdadera palabra clave de su vida".
"Siempre había creído, a veces más bien vagamente, a veces de manera más clara -continuó-, que Dios existe y que nos cuida. Pero la gran lucha interior de sus años juveniles consistió en conocer verdaderamente a este Dios y familiarizarse con ese Jesucristo, hasta llegar a decirle "sí" con todas las consecuencias".
Benedicto XVI explicó que la "segunda conversión" de san Agustín, tuvo lugar después de su bautismo, en Hipona, África, donde había fundado un pequeño monasterio y pensaba dedicar su vida al coloquio con Dios y a la contemplación. Sin embargo, fue consagrado sacerdote prácticamente por la fuerza, a petición popular. "Ahora tenía que vivir con Cristo para todos", dijo el Papa.
"La gran obra filosófica de toda una vida, que había soñado, se quedó sin ser escrita. En su lugar, se nos dio algo más precioso: el Evangelio traducido en el lenguaje de la vida cotidiana".
El Santo Padre señaló que "esta fue la segunda conversión de este hombre, que tuvo que realizar continuamente, luchando y sufriendo: ponerse siempre al servicio de todos; en todo momento, junto con Cristo; entregar la propia vida para que los demás pudieran encontrar en Él la verdadera Vida".
Por último, "la tercera etapa decisiva en el camino de conversión" de san Agustín, tuvo lugar cuando descubrió que "sólo uno es verdaderamente perfecto y que las palabras del Sermón de la Montaña sólo se realizan totalmente en una persona: en el mismo Jesucristo. Sin embargo, toda la Iglesia, todos nosotros, incluidos los apóstoles -escribía el santo-, tenemos que rezar cada día: "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofende".
"Agustín había aprendido un último nivel de humildad, no sólo la humildad de introducir su gran pensamiento en la fe de la Iglesia, no sólo la humildad para traducir sus grandes conocimientos en la sencillez del anuncio, sino también la humildad para reconocer que tanto él como toda la Iglesia peregrina necesitaban continuamente la bondad misericordiosa de un Dios que perdona. Y nosotros -añadía- nos hacemos semejantes a Cristo, el Perfecto, en la medida más grande posible cuando nos convertimos, como Él, en personas de misericordia".
Terminada la celebración eucarística y antes de rezar el Regina Coeli, el Papa saludó de modo especial a los jóvenes, a quienes manifestó el deseo de "descubrir cada vez más la alegría de seguir a Jesús y de hacerse amigos suyos. (...) Esta alegría me ha llevado a escribir el libro "Jesús de Nazaret", apenas publicado. Para los más jóvenes es un poco difícil, pero os lo entrego idealmente para que acompañe el camino de fe de las nuevas generaciones".
PV-ITALIA/MISA/PAVIA VIS 20070423 (600)
El Papa centró su homilía en las "tres grandes etapas" del camino de conversión de san Agustín.
"Las conversiones de Agustín -afirmó- constituyen una grande y única conversión en la búsqueda del Rostro de Cristo y en el caminar junto a Él".
El Santo Padre dijo que "la "primera conversión fundamental" fue el camino interior hacia el cristianismo, hacia el "sí" de la fe y del Bautismo. (...) Agustín siempre estaba atormentado por la cuestión de la verdad. (...) Quería encontrar la recta vida y no simplemente vivir ciegamente sin sentido y sin meta. La pasión por la verdad es la verdadera palabra clave de su vida".
"Siempre había creído, a veces más bien vagamente, a veces de manera más clara -continuó-, que Dios existe y que nos cuida. Pero la gran lucha interior de sus años juveniles consistió en conocer verdaderamente a este Dios y familiarizarse con ese Jesucristo, hasta llegar a decirle "sí" con todas las consecuencias".
Benedicto XVI explicó que la "segunda conversión" de san Agustín, tuvo lugar después de su bautismo, en Hipona, África, donde había fundado un pequeño monasterio y pensaba dedicar su vida al coloquio con Dios y a la contemplación. Sin embargo, fue consagrado sacerdote prácticamente por la fuerza, a petición popular. "Ahora tenía que vivir con Cristo para todos", dijo el Papa.
"La gran obra filosófica de toda una vida, que había soñado, se quedó sin ser escrita. En su lugar, se nos dio algo más precioso: el Evangelio traducido en el lenguaje de la vida cotidiana".
El Santo Padre señaló que "esta fue la segunda conversión de este hombre, que tuvo que realizar continuamente, luchando y sufriendo: ponerse siempre al servicio de todos; en todo momento, junto con Cristo; entregar la propia vida para que los demás pudieran encontrar en Él la verdadera Vida".
Por último, "la tercera etapa decisiva en el camino de conversión" de san Agustín, tuvo lugar cuando descubrió que "sólo uno es verdaderamente perfecto y que las palabras del Sermón de la Montaña sólo se realizan totalmente en una persona: en el mismo Jesucristo. Sin embargo, toda la Iglesia, todos nosotros, incluidos los apóstoles -escribía el santo-, tenemos que rezar cada día: "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofende".
"Agustín había aprendido un último nivel de humildad, no sólo la humildad de introducir su gran pensamiento en la fe de la Iglesia, no sólo la humildad para traducir sus grandes conocimientos en la sencillez del anuncio, sino también la humildad para reconocer que tanto él como toda la Iglesia peregrina necesitaban continuamente la bondad misericordiosa de un Dios que perdona. Y nosotros -añadía- nos hacemos semejantes a Cristo, el Perfecto, en la medida más grande posible cuando nos convertimos, como Él, en personas de misericordia".
Terminada la celebración eucarística y antes de rezar el Regina Coeli, el Papa saludó de modo especial a los jóvenes, a quienes manifestó el deseo de "descubrir cada vez más la alegría de seguir a Jesús y de hacerse amigos suyos. (...) Esta alegría me ha llevado a escribir el libro "Jesús de Nazaret", apenas publicado. Para los más jóvenes es un poco difícil, pero os lo entrego idealmente para que acompañe el camino de fe de las nuevas generaciones".
PV-ITALIA/MISA/PAVIA VIS 20070423 (600)
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