CIUDAD DEL VATICANO, 5 ABR 2007 (VIS).-Hoy, Jueves Santo, el Papa presidió a las 9,30 en la basílica vaticana la Misa del Crisma, que se celebra en este día en todas las iglesias catedrales del mundo. Concelebraron con el Santo Padre los cardenales, obispos y sacerdotes que se encuentran en Roma. Tras la homilía tuvo lugar la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición del óleo de los catecúmenos, de los enfermos y el santo crisma.
Recordando el momento de la ordenación, en la que el sacerdote se reviste con los paramentos litúrgicos, el Papa afirmó que "con este gesto externo la Iglesia quiere resaltar el evento interior y la tarea que recibimos de El: revestir a Cristo; entregarse a El como El se ha entregado a nosotros. Este evento, el "revestirse de Cristo", es representado siempre de nuevo en cada Santa Misa".
Benedicto XVI comentó el significado de los paramentos litúrgicos, que "ilustran qué significa "revestirse de Cristo", hablar y actuar "in persona Christi"".
El amito, dijo, "se imponía antiguamente en la cabeza, como una especie de capucha, convirtiéndose en símbolo de la disciplina de los sentidos y del pensamiento, necesaria para una justa celebración de la Santa Misa".
"Los textos de la oración que interpretan el alba y la estola -continuó- evocan el vestido festivo que el padre regaló al hijo pródigo al regresar a casa desarrapado y sucio. Cuando nos acercamos a la liturgia para actuar en la persona de Cristo nos damos cuenta de qué lejos estamos de El; cuánta suciedad existe en nuestra vida. Sólo Dios puede darnos el vestido de fiesta, hacernos dignos de presidir en su mesa, estar a su servicio".
El Santo Padre señaló que al vestir al alba, "tenemos que acordarnos de que El ha sufrido también por mí. Y sólo porque su amor es más grande que todos mis pecados, puedo representarle y ser testigo de su luz. (...) Pidamos al Señor que aleje toda hostilidad de nuestro corazón, que nos quite toda sentido de autosuficiencia y que nos revista realmente con el vestido del amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas".
Refiriéndose a la casulla, el Papa recordó que representa "el yugo del Señor, que como sacerdotes se nos ha impuesto. (...) Llevar el yugo del Señor significa sobre todo aprender de El. Estar siempre dispuestos a ir a su escuela. Tenemos que aprender la mansedumbre y la humildad, la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre".
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce hombres, representantes de las agregaciones laicales de la diócesis de Roma. Durante la presentación de los dones, se entregó al Santo Padre una oferta para sostener el dispensario médico de Baidoa (Somalia).
En la homilía, el Papa explicó que "existe una aparente contradicción" entre el Evangelio de Juan y lo que comunican Mateo, Marcos y Lucas acerca de la fecha exacta de la Ultima Cena. "Según San Juan, Jesús murió en la cruz precisamente en el momento en el que, en el templo, se inmolaban los corderos de Pascua. (...) Esto significa que murió en la vigilia de Pascua y que, por tanto, no pudo celebrar personalmente la cena pascual. Según los tres evangelistas sinópticos, por el contrario, la Última Cena de Jesús fue una cena pascual, en cuya forma tradicional introdujo la novedad del don de su cuerpo y de su sangre. Esta contradicción hasta hace unos años parecía imposible de resolver".
"El descubrimiento de los escritos de Qumran nos ha llevado a una posible solución convincente que, si bien todavía no es aceptada por todos, tiene un elevado nivel de probabilidad. Ahora podemos decir que lo que Juan refirió es históricamente preciso. Jesús realmente derramó su sangre en la vigilia de la Pascua en la hora de la inmolación de los corderos. Sin embargo, celebró la Pascua con sus discípulos probablemente según el calendario de Qumran, es decir, al menos un día antes -la celebró sin cordero. (...) No sin cordero: en lugar del cordero se entregó a sí mismo, su cuerpo y su sangre. (...) Ofreció él mismo su vida. Sólo de este modo la antigua Pascua alcanzaba su verdadero sentido".
Benedicto XVI subrayó que "el gesto nostálgico, en cierto sentido sin eficacia, de la inmolación del inocente e inmaculado cordero encontró respuesta en quien se convirtió para nosotros al mismo tiempo en Cordero y Templo".
"De este modo, en el centro de la nueva Pascua de Jesús se encontraba la Cruz. De ella procedía el nuevo don traído por Él. Y de este modo permanece siempre en la sagrada Eucaristía, en la que podemos celebrar la nueva Pascua con los apóstoles a través de los tiempos".
El Papa concluyó pidiendo al Señor "que nos ayude a comprender cada vez con mayor profundidad este misterio maravilloso y a amarlo cada vez más" y que "nos atraiga con la sagrada comunión cada vez más hacia sí mismo, que nos ayude a no retener nuestra vida para nosotros mismos, sino a entregarla a Él y de este modo a actuar junto a Él para que los hombres encuentren la vida, la auténtica vida que sólo puede venir de quien es Él mismo el Camino, la Verdad y la Vida".
BXVI-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20070411 (920)
Recordando el momento de la ordenación, en la que el sacerdote se reviste con los paramentos litúrgicos, el Papa afirmó que "con este gesto externo la Iglesia quiere resaltar el evento interior y la tarea que recibimos de El: revestir a Cristo; entregarse a El como El se ha entregado a nosotros. Este evento, el "revestirse de Cristo", es representado siempre de nuevo en cada Santa Misa".
Benedicto XVI comentó el significado de los paramentos litúrgicos, que "ilustran qué significa "revestirse de Cristo", hablar y actuar "in persona Christi"".
El amito, dijo, "se imponía antiguamente en la cabeza, como una especie de capucha, convirtiéndose en símbolo de la disciplina de los sentidos y del pensamiento, necesaria para una justa celebración de la Santa Misa".
"Los textos de la oración que interpretan el alba y la estola -continuó- evocan el vestido festivo que el padre regaló al hijo pródigo al regresar a casa desarrapado y sucio. Cuando nos acercamos a la liturgia para actuar en la persona de Cristo nos damos cuenta de qué lejos estamos de El; cuánta suciedad existe en nuestra vida. Sólo Dios puede darnos el vestido de fiesta, hacernos dignos de presidir en su mesa, estar a su servicio".
El Santo Padre señaló que al vestir al alba, "tenemos que acordarnos de que El ha sufrido también por mí. Y sólo porque su amor es más grande que todos mis pecados, puedo representarle y ser testigo de su luz. (...) Pidamos al Señor que aleje toda hostilidad de nuestro corazón, que nos quite toda sentido de autosuficiencia y que nos revista realmente con el vestido del amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas".
Refiriéndose a la casulla, el Papa recordó que representa "el yugo del Señor, que como sacerdotes se nos ha impuesto. (...) Llevar el yugo del Señor significa sobre todo aprender de El. Estar siempre dispuestos a ir a su escuela. Tenemos que aprender la mansedumbre y la humildad, la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre".
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce hombres, representantes de las agregaciones laicales de la diócesis de Roma. Durante la presentación de los dones, se entregó al Santo Padre una oferta para sostener el dispensario médico de Baidoa (Somalia).
En la homilía, el Papa explicó que "existe una aparente contradicción" entre el Evangelio de Juan y lo que comunican Mateo, Marcos y Lucas acerca de la fecha exacta de la Ultima Cena. "Según San Juan, Jesús murió en la cruz precisamente en el momento en el que, en el templo, se inmolaban los corderos de Pascua. (...) Esto significa que murió en la vigilia de Pascua y que, por tanto, no pudo celebrar personalmente la cena pascual. Según los tres evangelistas sinópticos, por el contrario, la Última Cena de Jesús fue una cena pascual, en cuya forma tradicional introdujo la novedad del don de su cuerpo y de su sangre. Esta contradicción hasta hace unos años parecía imposible de resolver".
"El descubrimiento de los escritos de Qumran nos ha llevado a una posible solución convincente que, si bien todavía no es aceptada por todos, tiene un elevado nivel de probabilidad. Ahora podemos decir que lo que Juan refirió es históricamente preciso. Jesús realmente derramó su sangre en la vigilia de la Pascua en la hora de la inmolación de los corderos. Sin embargo, celebró la Pascua con sus discípulos probablemente según el calendario de Qumran, es decir, al menos un día antes -la celebró sin cordero. (...) No sin cordero: en lugar del cordero se entregó a sí mismo, su cuerpo y su sangre. (...) Ofreció él mismo su vida. Sólo de este modo la antigua Pascua alcanzaba su verdadero sentido".
Benedicto XVI subrayó que "el gesto nostálgico, en cierto sentido sin eficacia, de la inmolación del inocente e inmaculado cordero encontró respuesta en quien se convirtió para nosotros al mismo tiempo en Cordero y Templo".
"De este modo, en el centro de la nueva Pascua de Jesús se encontraba la Cruz. De ella procedía el nuevo don traído por Él. Y de este modo permanece siempre en la sagrada Eucaristía, en la que podemos celebrar la nueva Pascua con los apóstoles a través de los tiempos".
El Papa concluyó pidiendo al Señor "que nos ayude a comprender cada vez con mayor profundidad este misterio maravilloso y a amarlo cada vez más" y que "nos atraiga con la sagrada comunión cada vez más hacia sí mismo, que nos ayude a no retener nuestra vida para nosotros mismos, sino a entregarla a Él y de este modo a actuar junto a Él para que los hombres encuentren la vida, la auténtica vida que sólo puede venir de quien es Él mismo el Camino, la Verdad y la Vida".
BXVI-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20070411 (920)
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