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lunes, 26 de marzo de 2007

EUROPA NO PUEDE OLVIDAR LA IDENTIDAD DE SUS PUEBLOS


CIUDAD DEL VATICANO, 24 MAR 2007 (VIS).-Benedicto XVI recibió hoy a los cardenales, obispos, parlamentarios y otros participantes en el congreso promovido por la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), cuya celebración coincide con el 50 aniversario de la firma del Tratado de Roma (25 marzo 1957).

  El Papa recordó que en estos cincuenta años el continente ha recorrido un largo camino que ha llevado "a la reconciliación de sus dos pulmones -Oriente y Occidente-, ligados por una historia común, pero separados arbitrariamente por un telón de injusticia" y se refirió a la búsqueda " todavía fatigosa de una estructura institucional adecuada para la Unión Europea que (...) aspira a ser un sujeto global".

  Benedicto XVI observó que Europa ha querido conciliar "la dimensión económica con la social" mediante políticas "capaces de producir riqueza (...) sin dejar de lado las expectativas legítimas de los pobres y marginados", pero que desde el punto de vista demográfico el continente "parece encaminarse por una senda que podría llevarla a salir de la historia".

  "Casi se podría pensar que el continente europeo esté de hecho perdiendo la confianza en su futuro", dijo el Papa, y recordó que en algunos sectores, como "el respeto del ambiente" o " el acceso a los recursos e inversiones energéticas", hay "poca solidaridad tanto en el ámbito internacional como en el nacional", mientras "no todos comparten el proceso de unificación europea" porque varios de sus capítulos se habrían "escrito sin tener en cuenta las expectativas de los ciudadanos".

  "De todo esto emerge claramente que no se puede pensar en edificar una auténtica casa común europea olvidando la identidad propia de los pueblos de nuestro continente. (...) Una identidad histórica, cultural y moral, antes que geográfica, económica o política (...) construida por un conjunto de valores universales que el cristianismo ha contribuido a forjar, adquiriendo así un papel no solamente histórico, sino de fundación respecto a Europa".

  "Si con motivo del 50 aniversario del Tratado de Roma, los gobiernos de la Unión quisieran acercarse a sus ciudadanos -se preguntó el Papa-, ¿cómo podrían excluir un elemento esencial de la identidad europea como el cristianismo, con el que una amplia mayoría del continente sigue identificándose? ¿No es motivo de sorpresa que la Europa actual, mientras aspira a erigirse como comunidad de valores, parezca contestar cada vez más a menudo que existan valores universales y absolutos? ¿Esta singular forma de "apostasía" de sí misma, incluso antes que de Dios, no la lleva quizá a dudar de su misma identidad?".

  "Así se acaba por difundir la convicción de que la "ponderación de bienes" sea el único camino para el discernimiento moral y que el bien común sea sinónimo de compromiso", que "si puede constituir un legítimo equilibrio de intereses particulares diversos, se transforma en mal común cada vez que comporte acuerdos lesivos para la naturaleza del ser humano". 

  "Por eso, parece indispensable que Europa se guarde de esa actitud pragmática, hoy ampliamente difundida, que justifica sistemáticamente el compromiso sobre valores humanos esenciales, como si fuera la aceptación inevitable de un presunto mal menor. (...) Cuando además, sobre ese pragmatismo se injertan tendencias y corrientes laicistas y relativistas, se acaba por negar a los cristianos el derecho de intervenir como tales en el debate público o, por lo menos, se descalifica su aportación con la acusación de querer tutelar privilegios injustificados".

  Benedicto XVI afirmó que en el momento histórico actual, la Unión Europea para ser "garante válida del estado de derecho y promotora eficaz de los valores universales" debe "reconocer con claridad la existencia cierta de una naturaleza humana estable y permanente, fuente de derechos comunes para todos los individuos, incluidos aquellos que los niegan. En ese contexto hay que salvaguardar el derecho a la objeción de conciencia, cada vez que los derechos humanos fundamentales sean violados".

  "Sé lo difícil que es para los cristianos defender firmemente esta verdad del ser humano -concluyó el Papa-. No os desalentéis ni desaniméis. Sabéis que tenéis la tarea  de contribuir a edificar con la ayuda de Dios una nueva Europa, realista pero no cínica, rica de ideales y libre de ilusiones ingenuas, inspirada en la verdad perenne y edificante del Evangelio".
AC/EUROPA/COMECE                        VIS 20070326 (710)

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