CIUDAD DEL VATICANO, 3 FEB 2007 (VIS).-El Santo Padre se encontró ayer tarde, en la basílica vaticana, con los miembros de las congregaciones, institutos, sociedades de vida apostólica y nuevas formas de vida consagrada, con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II.
Al final de la celebración eucarística, en la fiesta de la Presentación del Señor, presidida por el cardenal Franc Rodé, C.M., prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Benedicto XVI saludó a todos los presentes. El Papa afirmó que la jornada era "muy oportuna para pedir juntos al Señor el don de una presencia cada vez más incisiva y consistente de los religiosos, religiosas y personas consagradas en la Iglesia en marcha por los caminos del mundo".
El Papa recordó a los consagrados y consagradas que para que su testimonio evangélico fuera "verdaderamente eficaz" debía brotar "de una respuesta sin reservas a la iniciativa de Dios que os ha consagrado a sí mismo con un acto especial de amor".
"En nuestra época -prosiguió Benedicto XVI-, está muy difundida sobre todo entre los jóvenes la necesidad de encontrar a Dios. Los que han sido elegidos por Dios para la vida consagrada hacen suyo de forma definitiva este anhelo espiritual. (...) Con su ejemplo proclaman a un mundo a menudo desorientado, pero en realidad siempre en búsqueda de un sentido, que Dios es el Señor de la existencia".
Las personas consagradas, "eligiendo la obediencia, la pobreza y la castidad por el Reino de los Cielos, demuestran que cualquier apego y amor a las cosas y a las personas es incapaz de saciar definitivamente el corazón" y su vida "constituye una respuesta a Dios total y definitiva, incondicionada y apasionada".
"Cuando se renuncia a todo para seguir a Cristo, (...) como sucedió al maestro divino -subrayó el Papa-, también la persona consagrada que sigue sus huellas se transforma necesariamente en "signo de contradicción", porque su forma de pensar y de vivir, a menudo contrasta con la lógica del mundo. (...) Ante un valor semejante, ¡cuanta gente sedienta de verdad se conmueve y se siente atraída por quienes no dudan en dar la propia vida por aquello en que creen!".
El Papa exhortó a los presentes a no olvidar jamás que la vida consagrada era "un don divino y que en primer lugar es el Señor el que la lleva a buen puerto. (...) Esta certeza os debe consolar y preservar de las tentaciones del desaliento frente a las dificultades inevitables de la vida y a los múltiples retos de la época moderna".
El Papa terminó sus palabras recordando que la liturgia que acababan de celebrar en la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, se caracterizaba por la luz, símbolo de "Cristo, verdadera luz del mundo, que resplandece en la noche de la historia e ilumina a todo el que busca la verdad. Queridos consagrados y consagradas, ¡arded con esta llama y hacedla resplandecer en vuestra vida para que por doquier brille un fragmento del fulgor irradiado por Jesús, esplendor de verdad!".
AC/VIDA CONSAGRADA/RODE VIS 20070205 (520)
Al final de la celebración eucarística, en la fiesta de la Presentación del Señor, presidida por el cardenal Franc Rodé, C.M., prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Benedicto XVI saludó a todos los presentes. El Papa afirmó que la jornada era "muy oportuna para pedir juntos al Señor el don de una presencia cada vez más incisiva y consistente de los religiosos, religiosas y personas consagradas en la Iglesia en marcha por los caminos del mundo".
El Papa recordó a los consagrados y consagradas que para que su testimonio evangélico fuera "verdaderamente eficaz" debía brotar "de una respuesta sin reservas a la iniciativa de Dios que os ha consagrado a sí mismo con un acto especial de amor".
"En nuestra época -prosiguió Benedicto XVI-, está muy difundida sobre todo entre los jóvenes la necesidad de encontrar a Dios. Los que han sido elegidos por Dios para la vida consagrada hacen suyo de forma definitiva este anhelo espiritual. (...) Con su ejemplo proclaman a un mundo a menudo desorientado, pero en realidad siempre en búsqueda de un sentido, que Dios es el Señor de la existencia".
Las personas consagradas, "eligiendo la obediencia, la pobreza y la castidad por el Reino de los Cielos, demuestran que cualquier apego y amor a las cosas y a las personas es incapaz de saciar definitivamente el corazón" y su vida "constituye una respuesta a Dios total y definitiva, incondicionada y apasionada".
"Cuando se renuncia a todo para seguir a Cristo, (...) como sucedió al maestro divino -subrayó el Papa-, también la persona consagrada que sigue sus huellas se transforma necesariamente en "signo de contradicción", porque su forma de pensar y de vivir, a menudo contrasta con la lógica del mundo. (...) Ante un valor semejante, ¡cuanta gente sedienta de verdad se conmueve y se siente atraída por quienes no dudan en dar la propia vida por aquello en que creen!".
El Papa exhortó a los presentes a no olvidar jamás que la vida consagrada era "un don divino y que en primer lugar es el Señor el que la lleva a buen puerto. (...) Esta certeza os debe consolar y preservar de las tentaciones del desaliento frente a las dificultades inevitables de la vida y a los múltiples retos de la época moderna".
El Papa terminó sus palabras recordando que la liturgia que acababan de celebrar en la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, se caracterizaba por la luz, símbolo de "Cristo, verdadera luz del mundo, que resplandece en la noche de la historia e ilumina a todo el que busca la verdad. Queridos consagrados y consagradas, ¡arded con esta llama y hacedla resplandecer en vuestra vida para que por doquier brille un fragmento del fulgor irradiado por Jesús, esplendor de verdad!".
AC/VIDA CONSAGRADA/RODE VIS 20070205 (520)
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