CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2006 (VIS).-Benedicto XVI recibió esta mañana las cartas credenciales del nuevo embajador de Uruguay ante la Santa Sede, Mario Juan Bosco Cayota Zappettini.
"En su trayectoria histórica -dijo el Papa en el discurso dirigido al diplomático- Uruguay ha ido asumiendo los ideales cristianos de justicia y de paz. En su seno conviven pacíficamente y con mutuo respeto diversas concepciones del hombre y su destino, sin que ello menoscabe el aprecio sincero y real por la dimensión religiosa y, en particular, por la misión de la Iglesia".
"Los valores más altos, arraigados en el corazón de las personas y en el tejido social -prosiguió el Papa- son como el alma de los pueblos, que los hace fuertes en la adversidad, generosos en la colaboración leal e ilusionados en la construcción de un futuro mejor y lleno de vida, en la que todos sin excepción tengan la oportunidad de desarrollar la plena dignidad del ser humano".
"Por eso, se ven con preocupación algunas tendencias que tratan de limitar el valor inviolable de la vida humana misma, (...) o de disociarla de su ambiente natural, como es el amor humano en el matrimonio y la familia. La Iglesia promueve ciertamente una "cultura de la vida", generosa y creadora de esperanza, y no sólo por motivos estrictamente confesionales".
"Fomentar la familia, ayudarla a cumplir sus cometidos indispensables -subrayó el Santo Padre- es ganar también cohesión social y, sobre todo, respetar sus propios derechos, que no pueden ser disipados ante otras formas de unión que pretendieran usurparlos".
El Papa habló después del "vasto problema de la pobreza y la marginación", que representa "un desafío apremiante para los gobernantes y responsables de las instituciones públicas", y se refirió a "las nuevas posibilidades y también nuevos riesgos", planteados por la globalización, que se deben afrontar "en el concierto más amplio de las Naciones".
La globalización es "una oportunidad para ir tejiendo como una red de comprensión y solidaridad entre los pueblos, sin reducir todo a intercambios meramente mercantiles o pragmáticos, y en la que tengan cabida también los problemas humanos de cada lugar y, en particular, de los emigrantes forzados a dejar su tierra en busca de mejores condiciones de vida, lo que a veces comporta graves secuelas en el ámbito personal, familiar y social".
La Iglesia, que considera la caridad como una "dimensión esencial de su ser y su misión, desarrolla de manera abnegada una valiosa atención a los necesitados de cualquier condición o proveniencia, y colabora en esta tarea con las diversas entidades e instituciones públicas con el fin de que a nadie en busca de apoyo le falte una mano amiga que le ayude a superar su dificultad".
"Para ello -concluyó el Papa-, ofrece sus recursos personales y materiales, pero sobre todo la cercanía humana que trata de socorrer la pobreza más triste, la soledad y el abandono, sabiendo que "el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en que creemos y que nos impulsa a amar".
CD/URUGUAY/CAYOTA VIS 20060630 (510)
"En su trayectoria histórica -dijo el Papa en el discurso dirigido al diplomático- Uruguay ha ido asumiendo los ideales cristianos de justicia y de paz. En su seno conviven pacíficamente y con mutuo respeto diversas concepciones del hombre y su destino, sin que ello menoscabe el aprecio sincero y real por la dimensión religiosa y, en particular, por la misión de la Iglesia".
"Los valores más altos, arraigados en el corazón de las personas y en el tejido social -prosiguió el Papa- son como el alma de los pueblos, que los hace fuertes en la adversidad, generosos en la colaboración leal e ilusionados en la construcción de un futuro mejor y lleno de vida, en la que todos sin excepción tengan la oportunidad de desarrollar la plena dignidad del ser humano".
"Por eso, se ven con preocupación algunas tendencias que tratan de limitar el valor inviolable de la vida humana misma, (...) o de disociarla de su ambiente natural, como es el amor humano en el matrimonio y la familia. La Iglesia promueve ciertamente una "cultura de la vida", generosa y creadora de esperanza, y no sólo por motivos estrictamente confesionales".
"Fomentar la familia, ayudarla a cumplir sus cometidos indispensables -subrayó el Santo Padre- es ganar también cohesión social y, sobre todo, respetar sus propios derechos, que no pueden ser disipados ante otras formas de unión que pretendieran usurparlos".
El Papa habló después del "vasto problema de la pobreza y la marginación", que representa "un desafío apremiante para los gobernantes y responsables de las instituciones públicas", y se refirió a "las nuevas posibilidades y también nuevos riesgos", planteados por la globalización, que se deben afrontar "en el concierto más amplio de las Naciones".
La globalización es "una oportunidad para ir tejiendo como una red de comprensión y solidaridad entre los pueblos, sin reducir todo a intercambios meramente mercantiles o pragmáticos, y en la que tengan cabida también los problemas humanos de cada lugar y, en particular, de los emigrantes forzados a dejar su tierra en busca de mejores condiciones de vida, lo que a veces comporta graves secuelas en el ámbito personal, familiar y social".
La Iglesia, que considera la caridad como una "dimensión esencial de su ser y su misión, desarrolla de manera abnegada una valiosa atención a los necesitados de cualquier condición o proveniencia, y colabora en esta tarea con las diversas entidades e instituciones públicas con el fin de que a nadie en busca de apoyo le falte una mano amiga que le ayude a superar su dificultad".
"Para ello -concluyó el Papa-, ofrece sus recursos personales y materiales, pero sobre todo la cercanía humana que trata de socorrer la pobreza más triste, la soledad y el abandono, sabiendo que "el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en que creemos y que nos impulsa a amar".
CD/URUGUAY/CAYOTA VIS 20060630 (510)
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