CIUDAD DEL VATICANO, 4 SEP 2004 (VIS).-Esta mañana en Castelgandolfo, Juan Pablo II recibió las credenciales de Donald Smith, nuevo embajador de Canadá ante la Santa Sede. En su discurso, en inglés, el Papa recordó sus visitas a Canadá, "especialmente la alegre Jornada Mundial de la Juventud de 2002 en Toronto".
"La comunidad internacional -dijo el Santo Padre- reconoce ampliamente la aportación generosa y práctica de Canadá a la construcción de un mundo de paz, justicia y prosperidad. Además, la solidaridad con las naciones en desarrollo es una característica tan bien conocida como encomiable, de vuestro pueblo que se evidencia entre otras cosas por la notable participación de vuestra nación en misiones de salvaguardia de la paz y en la producción de medicinas baratas para las naciones más pobres. (...) Durante 35 años de relaciones diplomáticas la Santa Sede ha trabajado al lado de Canadá en diversos proyectos para la mejora de las personas y comunidades menos afortunadas, entre ellos el de promoción y aplicación del Tratado de Ottawa sobre las minas y el acuerdo de la OMC sobre propiedad intelectual y sanidad pública".
"Esos gestos de solidaridad brotan de los valores y convicciones que han dado forma a la sociedad canadiense a través de su historia, y de los que depende todo progreso social auténtico".
"La apertura de Canadá a la emigración -prosiguió- se ha traducido en el aumento de la variedad y la gran riqueza de vuestra cultura, fomentando el entendimiento y el mutuo respeto entre los diversos grupos étnicos. (...) La satisfactoria integración de las múltiples comunidades étnicas (...) muestra a las otras naciones que el respeto debido a toda persona se enraiza en el origen común de hombres y mujeres, más que en el hecho de las diferencias entre los pueblos. Esta es la verdad sublime y fundamental que concierne a la persona humana -creada hombre y mujer a imagen y semejanza de Dios- que constituye la base inmutable de toda verdad antropológica".
Después el Papa subrayó que "durante generaciones los canadienses han reconocido y celebrado el lugar ocupado por el matrimonio en el corazón de la sociedad. (...) La institución del matrimonio lleva necesariamente aparejada la complementariedad de marido y mujer que participan en la actividad creadora de Dios mediante la educación de los hijos. Los esposos garantizan así la supervivencia de la sociedad y la cultura y por ello merecen el reconocimiento, legal y específico, del Estado. Todo intento por cambiar el significado de la palabra 'esposo' contradice la justa razón: las garantías legales análogas a las concedidas al matrimonio, no pueden aplicarse a la unión entre personas del mismo sexo sin crear un entendimiento erróneo de la naturaleza del matrimonio".
El Papa acabó su discurso manifestando su confianza en que "la espléndida visión de una familia estable y que sirve de apoyo, tan querida al pueblo de Canadá, siga siendo para la sociedad la base sobre la que se asientan las aspiraciones de vuestra nación". Por último, Juan Pablo II recordó el papel de la Iglesia Católica en el "respaldo de las bases sociales esenciales de la vida civil" y en la formación de la juventud "sobre todo a través de sus escuelas y su apostolado social".
AC/CREDENCIALES/CANADA VIS 20040906 (540)
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