CIUDAD DEL VATICANO, 22 NOV 2003 (VIS).- Juan Pablo II recibió hoy a los obispos de Bélgica al final de su visita "ad limina" y en el discurso que les dirigió subrayó la dificultad de su ministerio, pero también los signos de esperanza para la Iglesia en ese país.
"Las informaciones que recibo concernientes a la situación de vuestra Iglesia -dijo el Papa- son para mí particularmente preocupantes. En efecto, no se puede ocultar una real y seria inquietud frente a la escasa regularidad e importancia de la práctica religiosa en vuestro país que afecta a la misa dominical y también a diversos sacramentos, en particular el bautismo, la reconciliación y sobre todo el matrimonio. Además, la disminución consistente del número de sacerdotes y la crisis persistente de las vocaciones son materia de grave preocupación para vosotros".
"Los cambios rápidos que constatáis -prosiguió- corresponden de seguro a una evolución sensible de la sociedad, caracterizada por una secularización de gran magnitud que podría hacer pensar si la sociedad belga da la espalda a las raíces cristianas. Vuestro país, además, ha aprobado recientemente una nueva e inquietante legislación en materias relativas a dimensiones fundamentales de la vida humana y social, como el nacimiento, el matrimonio y la familia, la enfermedad y la muerte. No habéis dejado de intervenir sobre estos temas (…) que afectan profundamente a la dimensión ética de la vida humana".
"Por tanto es un terreno pastoral nuevo, cambiante y difícil, donde vivís vuestra misión de pastores de la Iglesia de Cristo. (…) En una sociedad que pierde sus puntos de referencia tradicionales y que favorece de buen grado un relativismo generalizado en nombre del pluralismo, nuestro primer deber es dar a conocer a Cristo, su Evangelio de paz y la luz nueva que arroja sobre el destino del ser humano. (…) Os invito por tanto a proseguir activamente el diálogo con la sociedad civil y el pueblo belga (…) y a dar a conocer explícitamente los valores de la fe cristiana y su rica experiencia del ser humano a través de la historia y las culturas, no para imponer su proprio modelo, sino por respeto a la verdad de la que sois ministros en nombre de Cristo y por respeto al diálogo en sí mismo que exige que se tenga en cuenta la identidad propia y legítima de cada uno".
Juan Pablo II elogió, por otra parte, "la calidad de la colaboración pastoral" de los obispos con sus sacerdotes, "la participación cada vez más activa de los fieles laicos en la misión de la Iglesia" y la "atención por la educación de la juventud ". "Os felicito -dijo- por haber reafirmado con claridad los principios de la enseñanza católica y vuestro apego a su identidad".
"Pero además de las dificultades -concluyó el Santo Padre- (…) habéis subrayado los signos de una posible renovación: el vigor de las peregrinaciones, la atracción por el silencio de los monasterios, el aumento sensible del número de catecúmenos adultos, (…) el gusto por una vida espiritual auténtica. La esperanza del creyente (…) ilumina la vida de los fieles laicos. En las discusiones importantes que animan la sociedad belga actual se les pide un doble testimonio: el de la palabra profética, tomando posición clara y conforme al Evangelio y el testimonio de los actos, el de los hombres y las mujeres comprometidos en las alegrías y dificultades de la vida cotidiana, en la vida de pareja y de familia, el trabajo y las responsabilidades sociales y políticas".
AL/…/BELGICA VIS20031124 (580)
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