CIUDAD DEL VATICANO, 19 NOV 2002 (VIS) - Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el cardenal Zenon Grocholewski y el arzobispo Giuseppe Pittau, S.I., respectivamente prefecto y secretario de la Congregación para la Educación Católica presentaron el documento "Las personas consagradas y su misión en la escuela. Reflexiones y orientaciones". También intervino la madre Antonia Colombo, superiora general de las Hijas de María Auxiliadora.
El documento hecho público hoy en español, inglés, francés, italiano y portugués, consta de una introducción, dos capítulos y una conclusión. Lleva la fecha del 28 de octubre, XXXVII aniversario de la promulgación de la declaración "Gravissimum educationis" del Concilio Vaticano II.
El cardenal Grocholewski situó el documento en su contexto, el de la escuela, con sus exigencias, mientras que el arzobispo Pittau trazó un cuadro del compromiso educativo de los consagrados en la Iglesia y la madre Colombo habló sobre el contenido del texto.
Tras recordar que las instituciones escolares de la Iglesia son más de 250.000, con 42 millones de alumnos, el cardenal dijo que según los datos de la UNESCO existen 135 millones de niños entre lo seis y los once años no escolarizados y más de 280 millones de niños y jóvenes analfabetos o con muy poco nivel de escolarización.
El prefecto del dicasterio puso de relieve que en el mundo escolar actual, sobre todo en el occidental, los profesores "se siente desmotivados". Por otra parte, afirmó, "un signo muy preocupante es el del aumento de la violencia en la escuela y entre los adolescentes, así como la dificultad de las familias (...) para ser parte activa de la comunidad educativa escolar". Además, continuó, la pérdida del sentido de la educación "está estrechamente relacionada con la pérdida de valores".
"Las personas consagradas -dijo- aportan una contribución esencial para desarrollar en la acción educativa y escolar la dimensión vertical, es decir, la apertura a Dios, además de la dimensión horizontal, o sea, la educación a vivir responsablemente juntos".
La madre Antonia Colombo afirmó que la primera parte del documento "delinea la fisonomía de las personas consagradas, comprendida y definida por su radical referencia a Cristo. (...) Su contribución típica es la de ofrecer en el horizonte educativo el testimonio radical de los bienes del Reino".
Refiriéndose a la segunda parte del texto, que concierne a la misión educativa de los consagrados, la superiora general de las Hijas de María Auxiliadora dijo que ésta tanto si es en la escuela católica como no "es un camino de santidad, exigencia de justicia y de solidaridad, especialmente hacia los jóvenes y las jóvenes más pobres".
En cuanto a la tarea definida en el documento como de "acompañar hacia el Otro", la madre Colombo señaló que "este recorrido se realiza en el contexto de la comunidad educativa", entre la variedad y la belleza de las vocaciones. "Con su presencia -añadió-, las personas consagradas constituyen una invitación t cita, pero eficaz, para interrogarse sobre Dios, sobre el misterio de la vida". La enseñanza de la religión en la escuela "se sitúa como una propuesta cultural para todos, independientemente de la fe que profesen".
"Una dimensión subrayada en el documento es la de compartir solidariamente con los pobres en la óptica de la no exclusión. La opción preferencial por los pobres exige una diversa modalidad de organizar el programa escolar".
La madre Colombo concluyó haciendo hincapié en el apartado que el documento dedica a la educación a la paz. "Está presente la convicción de que la paz no se puede asegurar sin el compromiso por la justicia, sin promoverá la igualdad de oportunidades de acceso a los bienes, sobre todo el bien de la educación".
El arzobispo Giuseppe Pittau, S.I., secretario de la Congregacion, observó que no existían estadísticas precisas acerca del número de religiosos que enseñaban en las escuelas católicas de todo el mundo pero que, desde el Concilio Vaticano II, se había registrado un fuerte descenso en la cifra. Como ejemplo citó a Estados Unidos, donde en 1970 el 51 por ciento de los maestros de las escuelas católicas eran sacerdotes o religiosos y recordó que esa cifra había bajado a un 7,5 por ciento en el año 2000. "Este ejemplo representa solo una nación, pero probablemente es una descripción típica de la situación en la mayor parte de los países en el mundo occidental y en muchos otros".
Después se refirió a los 29 años que transcurrió en Japón, viajando por el interior del país y por otras naciones asi ticas. "Puedo dar testimonio -dijo- de la importancia vital de las escuelas maternales para la obra de evangelización en Extremo Oriente. Los niños de las escuelas maternas están todavía muy abiertos a los valores cristianos y sus padres, cuyo contacto con la escuela disminuye proporcionalmente respecto a la edad de los niños, a menudo se acercan a la fe y se refuerzan en la fe, a través de sus hijos".
"Los consagrados, hombres y mujeres, son capaces de abrir a los niños al espíritu de oración y de santidad, en parte con su enseñanza, pero ante todo a través de su mismo ser, consagrados al Señor y llenos de alegría".
El arzobispo señaló que "la Iglesia, desde la Edad Media, sobre todo a través de las comunidades religiosas, ha estado en la vanguardia en el campo de la educación. Las escuelas de las catedrales, de los monasterios y las universidades de la Iglesia eran las pocas instituciones escolares existentes. Realmente el sistema educativo europeo nació 'ex corde Ecclesiae'".
"Al principio del siglo XVI hubo un florecimiento de numerosas órdenes y congregaciones religiosas que se dedicaron al apostolado de la educación, especialmente al de los niños pobres que no tenían posibilidad de recibir una formación sistemática". El arzobispo citó entre las instituciones masculinas a los Barnabitas, Jesuitas, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Marianistas, Maristas y Salesianos. Después narró brevemente la historia y el carisma de cada uno y también de las instituciones femeninas entre las que citó a las Ursulinas, a las Hermanas de N“tre Dame y a las Franciscanas, especialmente a las Hermanas de las Escuelas de San Francisco de Cristo Rey.
Al final mencionó a Santa Giulia Billart, fundadora de las Hermanas de Notre Dame, para quien la educación era "por encima de todo una tarea de fe (...), una tarea de esperanza (...), una tarea de amor (...) y una tarea de oración (...). Solo mediante la oración nuestro trabajo puede dar frutos en los corazones de los estudiantes que queremos educar".
OP;RELIGIOSAS; EDUCACION;...;GROCHOLEWSKI; PITTAU;VIS;20021119;470;
El documento hecho público hoy en español, inglés, francés, italiano y portugués, consta de una introducción, dos capítulos y una conclusión. Lleva la fecha del 28 de octubre, XXXVII aniversario de la promulgación de la declaración "Gravissimum educationis" del Concilio Vaticano II.
El cardenal Grocholewski situó el documento en su contexto, el de la escuela, con sus exigencias, mientras que el arzobispo Pittau trazó un cuadro del compromiso educativo de los consagrados en la Iglesia y la madre Colombo habló sobre el contenido del texto.
Tras recordar que las instituciones escolares de la Iglesia son más de 250.000, con 42 millones de alumnos, el cardenal dijo que según los datos de la UNESCO existen 135 millones de niños entre lo seis y los once años no escolarizados y más de 280 millones de niños y jóvenes analfabetos o con muy poco nivel de escolarización.
El prefecto del dicasterio puso de relieve que en el mundo escolar actual, sobre todo en el occidental, los profesores "se siente desmotivados". Por otra parte, afirmó, "un signo muy preocupante es el del aumento de la violencia en la escuela y entre los adolescentes, así como la dificultad de las familias (...) para ser parte activa de la comunidad educativa escolar". Además, continuó, la pérdida del sentido de la educación "está estrechamente relacionada con la pérdida de valores".
"Las personas consagradas -dijo- aportan una contribución esencial para desarrollar en la acción educativa y escolar la dimensión vertical, es decir, la apertura a Dios, además de la dimensión horizontal, o sea, la educación a vivir responsablemente juntos".
La madre Antonia Colombo afirmó que la primera parte del documento "delinea la fisonomía de las personas consagradas, comprendida y definida por su radical referencia a Cristo. (...) Su contribución típica es la de ofrecer en el horizonte educativo el testimonio radical de los bienes del Reino".
Refiriéndose a la segunda parte del texto, que concierne a la misión educativa de los consagrados, la superiora general de las Hijas de María Auxiliadora dijo que ésta tanto si es en la escuela católica como no "es un camino de santidad, exigencia de justicia y de solidaridad, especialmente hacia los jóvenes y las jóvenes más pobres".
En cuanto a la tarea definida en el documento como de "acompañar hacia el Otro", la madre Colombo señaló que "este recorrido se realiza en el contexto de la comunidad educativa", entre la variedad y la belleza de las vocaciones. "Con su presencia -añadió-, las personas consagradas constituyen una invitación t cita, pero eficaz, para interrogarse sobre Dios, sobre el misterio de la vida". La enseñanza de la religión en la escuela "se sitúa como una propuesta cultural para todos, independientemente de la fe que profesen".
"Una dimensión subrayada en el documento es la de compartir solidariamente con los pobres en la óptica de la no exclusión. La opción preferencial por los pobres exige una diversa modalidad de organizar el programa escolar".
La madre Colombo concluyó haciendo hincapié en el apartado que el documento dedica a la educación a la paz. "Está presente la convicción de que la paz no se puede asegurar sin el compromiso por la justicia, sin promoverá la igualdad de oportunidades de acceso a los bienes, sobre todo el bien de la educación".
El arzobispo Giuseppe Pittau, S.I., secretario de la Congregacion, observó que no existían estadísticas precisas acerca del número de religiosos que enseñaban en las escuelas católicas de todo el mundo pero que, desde el Concilio Vaticano II, se había registrado un fuerte descenso en la cifra. Como ejemplo citó a Estados Unidos, donde en 1970 el 51 por ciento de los maestros de las escuelas católicas eran sacerdotes o religiosos y recordó que esa cifra había bajado a un 7,5 por ciento en el año 2000. "Este ejemplo representa solo una nación, pero probablemente es una descripción típica de la situación en la mayor parte de los países en el mundo occidental y en muchos otros".
Después se refirió a los 29 años que transcurrió en Japón, viajando por el interior del país y por otras naciones asi ticas. "Puedo dar testimonio -dijo- de la importancia vital de las escuelas maternales para la obra de evangelización en Extremo Oriente. Los niños de las escuelas maternas están todavía muy abiertos a los valores cristianos y sus padres, cuyo contacto con la escuela disminuye proporcionalmente respecto a la edad de los niños, a menudo se acercan a la fe y se refuerzan en la fe, a través de sus hijos".
"Los consagrados, hombres y mujeres, son capaces de abrir a los niños al espíritu de oración y de santidad, en parte con su enseñanza, pero ante todo a través de su mismo ser, consagrados al Señor y llenos de alegría".
El arzobispo señaló que "la Iglesia, desde la Edad Media, sobre todo a través de las comunidades religiosas, ha estado en la vanguardia en el campo de la educación. Las escuelas de las catedrales, de los monasterios y las universidades de la Iglesia eran las pocas instituciones escolares existentes. Realmente el sistema educativo europeo nació 'ex corde Ecclesiae'".
"Al principio del siglo XVI hubo un florecimiento de numerosas órdenes y congregaciones religiosas que se dedicaron al apostolado de la educación, especialmente al de los niños pobres que no tenían posibilidad de recibir una formación sistemática". El arzobispo citó entre las instituciones masculinas a los Barnabitas, Jesuitas, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Marianistas, Maristas y Salesianos. Después narró brevemente la historia y el carisma de cada uno y también de las instituciones femeninas entre las que citó a las Ursulinas, a las Hermanas de N“tre Dame y a las Franciscanas, especialmente a las Hermanas de las Escuelas de San Francisco de Cristo Rey.
Al final mencionó a Santa Giulia Billart, fundadora de las Hermanas de Notre Dame, para quien la educación era "por encima de todo una tarea de fe (...), una tarea de esperanza (...), una tarea de amor (...) y una tarea de oración (...). Solo mediante la oración nuestro trabajo puede dar frutos en los corazones de los estudiantes que queremos educar".
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