CIUDAD DEL VATICANO, 22 NOV 2002 (VIS) - Carl Henri Guiteau, nuevo embajador de Haití ante la Santa Sede, fue recibido esta mañana por el Santo Padre que acogió sus cartas credenciales. En sus discursos ambos subrayaron el hecho de que el presidente de Haití había designado al embajador Guiteau como "embajador residente", lo que significa que los enviados presidenciales ante la Santa Sede residirán a partir de ahora en Roma y no en París como en el pasado.
"Acabáis de recordar -dijo el Santo Padre al diplomático- el próximo bicentenario de la independencia de vuestra nación, que se celebrará en 2004. Os habéis referido también a la profunda crisis que afecta a vuestro país, que habéis calificado como crisis de valores, crisis de la sociedad. Espero ardientemente que el aniversario de este acontecimiento, del que el pueblo está tan orgulloso ya que fue el primer país de la entera América Latina y del Caribe que proclamó su independencia, sea una ocasión privilegiada de reflexión sobre como 'vivir mejor'".
Cuando los responsables de la sociedad toman iniciativas para promoverá el bien común, prosiguió Juan Pablo II, "es necesario tener en cuenta las justas aspiraciones de la población en favor del respeto de las personas, de la paz, de la seguridad, la justicia y la igualdad. Buena parte de la población se ve afectada por una pobreza que cada vez es más insoportable"; así muchos haitianos se ven forzados a emigrar, especialmente a las ciudades, un hecho que lleva aparejada "una urbanización salvaje", además de "la desintegración de los lazos familiares".
El Papa afirmó que "una democracia fuerte" y "un Estado de derecho" eran "antídotos poderosos a la desesperación" sentida por tantos haitianos. Es necesario reforzar, agregó, la "cultura de la fraternidad y de la solidaridad del pueblo de Haití" ya que representa "una fuente importante para tejer relaciones sólidas entre los ciudadanos". Este es un patrimonio común y no sólo de unos pocos que quieren sacar partido económico de ello. El Papa alentó a los líderes haitianos a "abrir el país" mediante una red eficaz de comunicaciones, estructuras sanitarias, escuelas y desarrollo rural.
"La lucha contra la justicia y la arbitrariedad -recalcó- presupone la garantía de un sistema judicial cada vez más independiente y justo que respete los derechos de los más pobres".
La juventud, advirtió el Papa, representa "la primera riqueza nacional. La educación y la formación crean esperanza en los jóvenes y les dan la oportunidad de participar en la transformación del país". Por su parte, los jóvenes "deben tomar conciencia del bien común y de la solidaridad, del respeto por la vida desde su concepción, de la grandeza de la creación puesta en manos del hombre para que la gobierne con discernimiento".
Juan Pablo II subrayó "el escándalo endémico y cada vez más impresionante de la miseria que crea en el país una inestabilidad permanente". En este contexto, invitó a los responsables de la sociedad de Haití a "escuchar el grito de los pobres y a no desatender sus esperanzas". "No permitáis tampoco -añadió- que influyan en vosotros intereses particulares u ocultos que perjudiquen el buen funcionamiento de las instituciones".
El Santo Padre concluyó su discurso con un saludo a los católicos de Haití y recordó la presencia y la obra de la Iglesia Católica en la larga historia del país y sus esfuerzos constantes para "la promoción del bien común de todos los haitianos".
CD;CREDENCIALES;...;HAITI; GUITEAU;VIS;20021122;580;
"Acabáis de recordar -dijo el Santo Padre al diplomático- el próximo bicentenario de la independencia de vuestra nación, que se celebrará en 2004. Os habéis referido también a la profunda crisis que afecta a vuestro país, que habéis calificado como crisis de valores, crisis de la sociedad. Espero ardientemente que el aniversario de este acontecimiento, del que el pueblo está tan orgulloso ya que fue el primer país de la entera América Latina y del Caribe que proclamó su independencia, sea una ocasión privilegiada de reflexión sobre como 'vivir mejor'".
Cuando los responsables de la sociedad toman iniciativas para promoverá el bien común, prosiguió Juan Pablo II, "es necesario tener en cuenta las justas aspiraciones de la población en favor del respeto de las personas, de la paz, de la seguridad, la justicia y la igualdad. Buena parte de la población se ve afectada por una pobreza que cada vez es más insoportable"; así muchos haitianos se ven forzados a emigrar, especialmente a las ciudades, un hecho que lleva aparejada "una urbanización salvaje", además de "la desintegración de los lazos familiares".
El Papa afirmó que "una democracia fuerte" y "un Estado de derecho" eran "antídotos poderosos a la desesperación" sentida por tantos haitianos. Es necesario reforzar, agregó, la "cultura de la fraternidad y de la solidaridad del pueblo de Haití" ya que representa "una fuente importante para tejer relaciones sólidas entre los ciudadanos". Este es un patrimonio común y no sólo de unos pocos que quieren sacar partido económico de ello. El Papa alentó a los líderes haitianos a "abrir el país" mediante una red eficaz de comunicaciones, estructuras sanitarias, escuelas y desarrollo rural.
"La lucha contra la justicia y la arbitrariedad -recalcó- presupone la garantía de un sistema judicial cada vez más independiente y justo que respete los derechos de los más pobres".
La juventud, advirtió el Papa, representa "la primera riqueza nacional. La educación y la formación crean esperanza en los jóvenes y les dan la oportunidad de participar en la transformación del país". Por su parte, los jóvenes "deben tomar conciencia del bien común y de la solidaridad, del respeto por la vida desde su concepción, de la grandeza de la creación puesta en manos del hombre para que la gobierne con discernimiento".
Juan Pablo II subrayó "el escándalo endémico y cada vez más impresionante de la miseria que crea en el país una inestabilidad permanente". En este contexto, invitó a los responsables de la sociedad de Haití a "escuchar el grito de los pobres y a no desatender sus esperanzas". "No permitáis tampoco -añadió- que influyan en vosotros intereses particulares u ocultos que perjudiquen el buen funcionamiento de las instituciones".
El Santo Padre concluyó su discurso con un saludo a los católicos de Haití y recordó la presencia y la obra de la Iglesia Católica en la larga historia del país y sus esfuerzos constantes para "la promoción del bien común de todos los haitianos".
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