Ciudad
del Vaticano, 30 de noviembre de 2015 (Vis).-Decenas de miles de
personas han participado esta mañana en el último acto del viaje
del Papa a África: la Eucaristía celebrada en el complejo deportivo
Barthélémy Boganda. Los que no pudieron entrar siguieron la
celebración a través de pantallas gigantes instaladas fuera del
recinto. En su homilía, el Santo Padre invitó a los centroafricanos
a ser artífices de renovación humana y espiritual en un tiempo en
el que abundan las pruebas y los sufrimientos, pasando a esa ''otra
orilla'' que es Cristo y que transforma la realidad de nuestra vida
presente.
''No
deja de asombrarnos, al leer la primer lectura, el entusiasmo y el
dinamismo misionero del Apóstol Pablo.''¡Qué hermosos los pies de
los que anuncian la Buena Noticia del bien!'' . Es una invitación a
agradecer el don de la fe que estos mensajeros nos han transmitido.
Nos invita también a maravillarnos por la labor misionera que –no
hace mucho tiempo– trajo por primera vez la alegría del Evangelio
a esta amada tierra de Centroáfrica -afirmó Francisco- Es bueno,
sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los
sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados,
con miedo de no poder más, reunirse alrededor del Señor, como
hacemos hoy, para gozar de su presencia, de su vida nueva y de la
salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia la que debemos
dirigirnos''
La
otra orilla es, sin duda, ''la vida eterna, el Cielo que nos espera.
Esta mirada tendida hacia el mundo futuro ha fortalecido siempre el
ánimo de los cristianos, de los más pobres, de los más pequeños,
en su peregrinación terrena. La vida eterna no es una ilusión, no
es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y
compromete a perseverar en la fe y en el amor. Pero esa otra orilla
más inmediata que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos
obtiene y de la que nos habla san Pablo, es una realidad que
transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que
vivimos:''El que cree con el corazón alcanza la justicia''. Recibe
la misma vida de Cristo que lo hace capaz de amar a Dios y a los
hermanos de un modo nuevo, hasta el punto de dar a luz un mundo
renovado por el amor''.
El
Papa pidió a todos que dieran gracias al Señor ''por su presencia
y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando
experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto; por
los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar;
por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras
familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la
violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro; por el deseo
que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de
dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho
daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y
fraterna en la que ninguno se sienta abandonado. En todo esto, Cristo
resucitado nos toma de la mano y nos lleva a seguirlo. Quiero
agradecer con ustedes al Señor de la misericordia todo lo que de
hermoso, generoso y valeroso les ha permitido realizar en sus
familias y comunidades, durante las vicisitudes que su país ha
sufrido desde hace muchos años''.
''Es
verdad, sin embargo -constató- que todavía no hemos llegado a la
meta, estamos como a mitad del río y, con renovado empeño
misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla. Todo
bautizado ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre
viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación
del demonio –y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos
de conflicto, de odio y de guerra–, que lo lleva al egoísmo, a
encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al
instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la
explotación de los más débiles''
También
a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda
todavía un largo camino por recorrer. ''Es evidente que todos
tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas
resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio -reiteró el
Obispo de Roma- Ojalá que el Año Jubilar de la Misericordia, que
acabamos de empezar en su País, nos ayude a ello. Ustedes, queridos
centroafricanos, deben mirar sobre todo al futuro y, apoyándose en
el camino ya recorrido, decidirse con determinación a abrir una
nueva etapa en la historia cristiana de su País, a lanzarse hacia
nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas. El Apóstol
Andrés, con su hermano Pedro, al llamado de Jesús, no dudaron ni un
instante en dejarlo todo y seguirlo:''Inmediatamente dejaron las
redes y lo siguieron'' . También aquí nos asombra el entusiasmo de
los Apóstoles que, atraídos de tal manera por Cristo, se sienten
capaces de emprender cualquier cosa y de atreverse, con Él, a
todo''.
''Cada
uno en su corazón puede preguntarse sobre su relación personal con
Jesús, y examinar lo que ya ha aceptado –o tal vez rechazado–
para poder responder a su llamado a seguirlo más de cerca. El grito
de los mensajeros resuena hoy más que nunca en nuestros oídos,
sobre todo en tiempos difíciles; aquel grito que resuena por ''toda
la tierra … y hasta los confines del orbe''. Y resuena también hoy
aquí, en esta tierra de Centroáfrica; resuena en nuestros
corazones, en nuestras familias, en nuestras parroquias, allá donde
quiera que vivamos, y nos invita a perseverar con entusiasmo en la
misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más
numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos
y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que
nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a
menudo sin saberlo. En efecto, ¿cómo podrá este hermano –se
pregunta san Pablo– creer en Cristo si no oye ni se le anuncia la
Palabra?''.
A
ejemplo del Apóstol, ''también nosotros tenemos que estar llenos de
esperanza y de entusiasmo ante el futuro. La otra orilla está al
alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros. Él ha
resucitado de entre los muertos; desde entonces, las dificultades y
sufrimientos que padecemos son ocasiones que nos abren a un futuro
nuevo, si nos adherimos a su Persona. Cristianos de Centroáfrica,
cada uno de ustedes está llamado a ser, con la perseverancia de su
fe y de su compromiso misionero, artífice de la renovación humana y
espiritual de su País. Subrayo, artífice de la renovación humana y
espiritual''.
Francisco
finalizó su homilía pidiendo a la Virgen María, la cual ''después
de haber compartido el sufrimiento de la pasión comparte ahora la
alegría perfecta con su Hijo'', protegiera y fortaleciera a los
centroafricanos en este ''camino de esperanza''.
Al
final de la misa y antes de dar la bendición, el Papa recordó en la
festividad de san Andrés y desde el corazón de Africa a su
''queridísimo hermano'', el Patriarca Ecuménico de Constantinopla,
Bartolomé I, manifestándole sus mejores deseos de felicidad y
fraternidad y pidiendo al Señor que bendiga a esas dos Iglesias
hermanas.
Desde
el estadio Barthélémy Boganda el Santo Padre se desplazó en
papamóvil al aeropuerto de M'Poko desde donde emprendió el regreso
a Roma. Su llegada está prevista alrededor de las 18,45.
No hay comentarios:
Publicar un comentario