Ciudad
del Vaticano, 27 noviembre 2015 (VIS).- Esta mañana el Santo Padre
se ha trasladado a la iglesia de san José Obrero que se encuentra
situada en uno de los barrios más pobres de la ciudad de Kangemi.
''Me siento como en casa compartiendo este momento con hermanos y
hermanas que, no me avergüenza decirlo, tienen un lugar preferencial
en mi vida y opciones. -ha dicho el Papa a los habitantes de la
zona-. Estoy aquí porque quiero que sepan que sus alegrías y
esperanzas, sus angustias y tristezas, no me son indiferentes. Sé de
las dificultades que atraviesan día a día. ¿Cómo no denunciar las
injusticias que sufren?''
Francisco
ha hablado de la sabiduría de los barrios populares. ''Una sabiduría
-ha dicho- que brota de la ''empecinada resistencia de lo
auténtico'', de valores evangélicos que la sociedad opulenta,
adormecida por el consumo desenfrenado, pareciera haber olvidado.
Ustedes son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia
que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde
se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo''.
''La
cultura de los barrios populares, impregnada con esa sabiduría
particular, -ha continuado- tiene características muy positivas, que
son un aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa en
valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir el
nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos.
Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa; compartir el pan
con el hambriento: ''donde comen 10 comen 12''; la paciencia y la
fortaleza frente a las grandes adversidades, etc. Valores que se
sustentan en que cada ser humano es más importante que el dios
dinero. Gracias por recordarnos que hay otro tipo de cultura
posible''.
El
Santo Padre ha querido reivindicar estos valores ''que no cotizan en
Bolsa, valores con los que no se especula ni tienen precio de
mercado. Los felicito, los acompaño y quiero que sepan que el Señor
nunca se olvida de ustedes. El camino de Jesús comenzó en las
periferias, va desde los pobres y con los pobres hacia todos''.
''Reconocer
estas manifestaciones de vida buena que crecen cotidianamente entre
vosotros -ha continuado- no implica, de ninguna manera, desconocer la
atroz injusticia de la marginación urbana. Son las heridas
provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza y
derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías deben
refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas''.
''Esto
se agrava cuando vemos la injusta distribución del suelo –tal vez
no en este barrio pero sí en otros–, que lleva en muchos casos a
familias enteras a pagar alquileres abusivos por viviendas en
condiciones edilicias nada adecuadas. También sé del grave problema
del acaparamiento de tierras por parte de ''desarrolladores
privados'' sin rostro, que hasta pretenden apropiarse del patio de
las escuelas de sus hijos. Esto sucede porque se olvida que ''Dios ha
dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a
todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno''.
Francisco
ha destacado la grave problemática de la falta de acceso a
infraestructuras y servicios básicos. ''Me refiero -ha especificado-
a baños, alcantarillado, desagües, recolección de residuos, luz,
caminos, pero también a escuelas, hospitales, centros recreativos y
deportivos, talleres artísticos. Quiero referirme en particular al
agua potable. El acceso al agua potable y segura es un derecho humano
básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia
de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de
los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social
con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es
negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable.
Negarle el agua a una familia, bajo cualquier pretexto burocrático,
es una gran injusticia, sobre todo cuando se lucra con esta
necesidad''.
''Este
contexto de indiferencia y hostilidad que sufren los barrios
populares se agrava cuando la violencia se generaliza y las
organizaciones criminales, al servicio de intereses económicos o
políticos, utilizan a niños y jóvenes como «carne de cañón»
para sus negocios ensangrentados. También conozco los padecimientos
de las mujeres que luchan heroicamente para proteger a sus hijos e
hijas de estos peligros. Pido a Dios que las autoridades asuman junto
a ustedes el camino de la inclusión social, la educación, el
deporte, la acción comunitaria y la protección de las familias,
porque es esta la única garantía de una paz justa, verdadera y
duradera''.
''Estas
realidades que he enumerado no son una combinación casual de
problemas aislados. Incluso son una consecuencia de nuevas formas de
colonialismo que pretende que los países africanos sean ''piezas de
un mecanismo y de un engranaje gigantesco''. No faltan, de hecho,
presiones para que se adopten políticas de descarte, como la de la
reducción de la natalidad, que pretenden ''legitimar el modelo
distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de
consumir en una proporción que sería imposible generalizar''.
El
obispo de Roma, en este sentido ha propuesto retomar la idea de una
respetuosa integración urbana. ''Ni erradicación, ni paternalismo,
ni indiferencia, ni mera contención -ha dicho-. Necesitamos ciudades
integradas y para todos. Necesitamos superar la mera proclamación de
derechos que en la práctica no se respetan, concretar acciones
sistemáticas que mejoren el hábitat popular y planificar nuevas
urbanizaciones de calidad para albergar a las futuras generaciones.
La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se
paga haciendo efectivo el derecho sagrado de las ''tres T'': tierra,
techo y trabajo. Esto no es filantropía, es una obligación moral de
todos''.
Asimismo
ha lanzado un llamamiento a todos los cristianos, en particular a los
pastores, ''a renovar el impulso misionero, a tomar la iniciativa
frente a tantas injusticias, a involucrarse con los problemas de los
vecinos, a acompañarlos en sus luchas, a cuidar los frutos de su
trabajo comunitario y celebrar juntos cada pequeña o gran victoria.
Sé que hacen mucho pero les pido que recuerden que no es una tarea
más, sino tal vez la más importante, porque los pobres son los
destinatarios privilegiados del Evangelio''.
Antes
de finalizar ha pedido rezar, trabajar y comprometerse todos juntos
''para que toda familia tenga un techo digno, tenga acceso al agua
potable, tenga un baño, tenga energía segura para iluminarse,
cocinar, para que puedan mejorar sus viviendas... para que todo
barrio tenga caminos, plazas, escuelas, hospitales, espacios
deportivos, recreativos y artísticos; para que los servicios básicos
lleguen a cada uno de ustedes; para que se escuchen sus reclamos y su
clamor de oportunidades; para que todos puedan gozar de la paz y la
seguridad que se merecen conforme a su infinita dignidad humana''.
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