Ciudad
del Vaticano, 9 de septiembre de 2015 (Vis).-El
arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con
los Estados, intervino ayer, 8 de septiembre, en la Conferencia
Internacional de las Naciones Unidas sobre la Protección de Víctimas
de Violencia Étnica y Religiosa en el Medio Oriente, organizada en
París, Francia. El prelado recordó que desde el año pasado
asistimos
a
''atrocidades indecibles cometidas en Oriente Medio que han
obligado a miles de cristianos y miembros de otras minorías
religiosas o étnicas a abandonar sus hogares y buscar refugio en
otro lugar en condiciones precarias, con grandes sufrimientos físicos
y morales''.
''Están
en juego -subrayó- principios fundamentales tales como el valor de
la vida, la dignidad humana, la libertad religiosa y la coexistencia
pacífica y armoniosa entre los individuos y los pueblos. El fenómeno
continúa, con las violaciones de los derechos humanos y del derecho
internacional humanitario por el llamado Estado Islámico, así como
con las perpetrados por otras partes en el conflicto. El drama de la
migración en las últimas semanas, con el que Europa se ha visto
obligada a interesarse aún más por esa situación, es una prueba
irrefutable de esta tragedia''.
A
continuación señaló tres aspectos claves para mejorar el futuro de
las minorías étnicas y religiosas en el Medio Oriente, comenzando
por el de sensibilizar a la Comunidad internacional para hacer frente
a la emergencia humanitaria y garantizar las condiciones mínimas de
seguridad para las minorías y las comunidades cristianas.
''Actualmente
-afirmó- la situación nos obliga a hacer frente a la emergencia
humanitaria'', pero ''a largo plazo, hay que tomar otras medidas
adecuadas para asegurar su presencia en sus tierras de origen .Entre
los desafíos a los que hacer frente está el respeto de los
derechos humanos, en particular la libertad de religión y de
conciencia. Es importante insistir en que la libertad
religiosa,obviamente, incluye la libertad de cambiar de religión.
Ahora bien, en muchos países de Oriente Medio, hay libertad de
culto, pero a veces el espacio que se deja a la libertad de
religión es, en realidad, muy limitado. La ampliación de este
espacio de libertad se convierte en una necesidad para garantizar a
todos los miembros de las diversas comunidades religiosas una
verdadera libertad de vivir y profesar su fe. Sería oportuno que los
Estados de la región se involucren directamente, junto con el resto
de la Comunidad internacional en la protección de los derechos
fundamentales de los cristianos y miembros de otras minorías
religiosas. No se trata de proteger a una u otra comunidad religiosa
o a uno u otro grupo étnico, sino de proteger a personas que forman
parte de una sola familia humana y cuyos derechos fundamentales son
violados sistemáticamente''.
La
segunda cuestión es garantizar el derecho de los refugiados a
regresar y vivir con dignidad y seguridad en su país de origen. Un
derecho ''que debe ser defendido y garantizado, tanto por la
Comunidad internacional como por los Estados, cuyos ciudadanos son
refugiados o desplazados. Hay que subrayar que los cristianos y
otras minorías religiosas o étnicas no quieren ser meramente
tolerados sino que aspiran a ser considerados en sus países de
origen como ciudadanos de pleno derecho. Al respecto, es es
importante que este concepto de ciudadanía se entienda de una forma
cada vez más amplia, de manera que constituya un punto de
referencia en la vida social, para garantizar los derechos de todos,
incluidos los de los miembros de las minorías, a través de la
aplicación de los instrumentos jurídicos adecuados''.
Por
último, abordar el fenómeno del terrorismo y promover el diálogo
interreligioso. ''Es necesario -observó el prelado – encontrar
mecanismos para alentar a todos los países en particular los de
mayoría musulmana, a hacer frente al terrorismo con seriedad y con
especial atención a la cuestión de la educación. En este sentido,
es importante que la enseñanza en las escuelas, el uso de internet y
también el contenido de los sermones de los líderes religiosos no
den libre curso a actitudes intransigentes y extremistas, o a la
radicalización; mas bien deberían promover el diálogo y la
reconciliación. Asimismo, no hay que olvidar que también es
necesario prestar atención al uso de algunas expresiones y
manifestaciones, que se dan de vez en cuando en Occidente, para
evitar las ofensas y provocaciones a lo que es querido, o incluso a
veces considerado como sagrado por algunas religiones''.
También
es fundamental promover el diálogo interreligioso, que es ''un
antídoto contra el fundamentalismo, que golpea a las comunidades
religiosas. Al respecto los líderes religiosos judios, cristianos y
musulmanes pueden y deben desempeñar un papel clave para favorecer
no solo el diálogo interreligioso y la educación intercultural sino
también el entendimiento mutuo. Además, deben denunciar
claramente la manipulación de la religión para justificar la
violencia. Cabe también promover una separación positiva y
respetuosa entre la religión y el Estado. En este sentido -concluyó
monseñor Gallagher- es deseable que madure en las mentalidaddes
la idea de una distinción necesaria entre los dos ámbitos, a favor
de la autonomía y la independencia mutua, pero sin ocultar la
indispensable cooperación entre las dos esferas, que pueden
coexistir sin oponerse, a través del diálogo entre las autoridades
religiosas y las autoridades políticas y respetando sus respectivas
competencias''.
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