Ciudad
del Vaticano, 24 de septiembre de 2015 (Vis).-Fray Junípero Serra
(1713-1784) llamado ''el apóstol de California'' fue canonizado ayer
por el Papa Francisco durante una solemne misa celebrada en el
Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción. Bajo esa advocación
la Virgen es, desde 1847, Patrona de Estados Unidos.
El
nuevo santo, natural de Mallorca (España), fue misionero primero en
México, donde aprendió la lengua Pame para enseñar a los indígenas
el catecismo y las oraciones ordinarias que tradujo para ellos.
También fue maestro de novicios en el Colegio apostólico de San
Fernando En 1767, los jesuitas fueron expulsados de las misiones de
Baja California que se confiaron a los franciscanos. Fray Junípero
es nombrado Superior y llega con 14 compañeros a ese territorio en
1768, donde funda la primera misión de San Diego. Viaja
posteriormene a la Alta California y allí funda las misiones de San
Carlos de Monterrey, San Anselmo, San Gabriel y San Luis Obispo. Solo
en California recorrió 9.900 kilómetros y 5.400 millas marinas,
para fundar nueve misiones de las que se derivan los nombres
franciscanos de ciudades californianas como San Francisco, San Diego
o Los Angeles. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1988.
En
su homilía el Papa citó las palabras de San Pablo en la Carta a los
Filipenses. ''Alégraos siempre en el Señor. Repito: Alégraos''.
''Una invitación -dijo- que se hace eco del deseo que todos
experimentamos a de una vida plena, a una vida con sentido, a una
vida con alegría....Hay algo dentro de nosotros que nos invita a la
alegría y a no conformarnos con placebos que siempre quieren
contentarnos. Pero a su vez, vivimos las tensiones de la vida
cotidiana. Son muchas las situaciones que parecen poner en duda esta
invitación. La propia dinámica a la que muchas veces nos vemos
sometidos parece conducirnos a una resignación triste que poco a
poco se va transformando en acostumbramiento, con una consecuencia
letal: anestesiarnos el corazón''.
''No
queremos que la resignación sea el motor de nuestra vida -recalcó
Francisco- no queremos que el acostumbramiento se apodere de nuestros
días, Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo hacer para que no se
nos anestesie el corazón? ¿Cómo profundizar la alegría del
Evangelio en las diferentes situaciones de nuestra vida? Jesús lo
dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros hoy: ¡vayan!,
¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se
vive solamente tan solo dándola, dándose''
El
espíritu del mundo ''nos invita al conformismo, a la comodidad;
frente a este espíritu humano ''hace falta volver a sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los
demás y por el mundo'' . Tenemos la responsabilidad de anunciar el
mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría ''nace de ese
deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber
experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza
difusiva. A esto el Señor nos invita hoy y nos dice: La alegría el
cristiano la experimenta en la misión: ''Vayan a las gentes de todas
las naciones'' La alegría el cristiano la encuentra en una
invitación: Vayan y anuncien... y la renueva con una llamada: Vayan
y unjan''.
Jesús
envía a los discípulos a todas las naciones y a todas las gentes.
''Y en ese ''todos'' de hace dos mil años -señaló Francisco-
estábamos también nosotros. Jesús no da una lista selectiva de
quién sí y quién no, de quiénes son dignos o no de recibir su
mensaje, y su presencia. Por el contrario, abrazó siempre la vida
tal cual como ésta se le presentaba. Con rostro de dolor, hambre,
enfermedad, pecado. Con rostro de heridas, de sed, de cansancio. Con
rostro de dudas y de piedad. Lejos de esperar una vida maquillada,
decorada, trucada, la abrazó como venía a su encuentro. Aunque
fuera una vida que muchas veces se presenta derrotada, sucia,
destruida. A ''todos'' dijo Jesús, a todos, vayan y anuncien; a toda
esa vida como es está y no como nos gustaría que fuese, vayan y
abracen en mi nombre. Vayan al cruce de los caminos, vayan… a
anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a
todo aquel que ha perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el
abrazo misericordioso del Padre. Vayan a aquellos que viven con el
peso del dolor, del fracaso, del sentir una vida truncada y anuncien
la locura de un Padre que busca ungirlos con el óleo de la
esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error, las
ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última
palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las
heridas y restaura el corazón''.
La
misión ''no nace nunca de un proyecto perfectamente elaborado o de
un manual muy bien estructurado y planificado; la misión siempre
nace de una vida que se sintió buscada y sanada, encontrada y
perdonada. La misión nace de experimentar una y otra vez la unción
misericordiosa de Dios. La Iglesia, el Pueblo santo de Dios, sabe
transitar los caminos polvorientos de la historia atravesados tantas
veces por conflictos, injusticias, y violencia para ir a encontrar a
sus hijos y hermanos. El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al
error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al
aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus
múltiples formas es la causa de tantas resignaciones. Por eso,
''salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo'' .
''Hoy
estamos aquí, podemos estar aquí -afirmó el Pontífice- porque
hubo muchos que se animaron a responder a esta llamada, muchos que
creyeron que ''la vida se acrecienta dándola y se debilita en el
aislamiento y la comodidad'' . Somos hijos de la audacia misionera de
tantos que prefirieron no encerrarse ''en las estructuras que nos dan
una falsa contención… en las costumbres donde nos sentimos
tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta''. Somos
deudores de una tradición, de una cadena de testigos que han hecho
posible que la Buena Nueva del Evangelio siga siendo generación tras
generación Nueva y Buena''.
''Y
hoy recordamos a uno de esos testigos que supo testimoniar en estas
tierras la alegría del Evangelio, Fray Junípero Serra. Supo vivir
lo que es ''la Iglesia en salida'', esta Iglesia que sabe salir e ir
por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios.
Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo
salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y
peculiaridades. Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en
los rostros de los que iba encontrando haciéndolos sus hermanos.
Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa,
protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos
siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en
la vida de tantos''..
Fray
Junípero ''tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida:
supo decir, pero sobre todo especialmente supo vivir diciendo:
''siempre adelante''. Esta fue la forma que Junípero encontró para
vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el
corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor espera; siempre
adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo lo que
aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer,
hoy nosotros podamos decir: ''siempre adelante'', concluyó el Papa.
Después
de la misa de canonización el Santo Padre se desplazó al nuevo
Seminario Archidiocesano San Juan Pablo II, inaugurado en 2011, donde
residen 47 seminaristas que esperaban a Francisco a la entrada de esa
institución. El Papa descubrió una placa conmemorativa de su visita
y regresó a la nunciatura de Washington donde pernoctó.
Hoy,
24 de septiembre el Santo Padre pronunciará a las 10.00 (hora local,
16.00 hora de Roma) un discurso ante el Congreso reunido en sesión
conjunta y posteriormente encontrará a las personas sin hogar en la
parroquia de San Patricio. Tras el encuentro y la despedida de la
nunciatura apostólica de Washington, emprenderá el vuelo a Nueva
York, donde aterrizará a las 17.00 (hora local, 23.00 hora de Roma).
Su jornada concluirá con la celebración de las vísperas en la
catedral de San Patricio.
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