Ciudad
del Vaticano, 24 de abril 2015 (VIS).-El arzobispo Bernardito Auza,
Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas
intervino el pasado 15 de abril en el debate abierto por el Consejo
de Seguridad de esa organización sobre el tema ''Mujeres, paz,
securidad''.
''No
se ahorra a las mujeres -dijo el prelado- ninguna de las
consecuencias brutales de la guerra y, además, se ven sometidas a
agresiones extremadamente degradantes y traumizadoras cuyas
repercusiones son duraderas. Por tanto, es justo y razonable que su
voz se escuche e influya en la tarea de prevención y resolución de
la violencia y la guerra. Está documentado que la guerra moderna va
acompañada de violencias sexuales de vario tipo. Todos conocemos la
terrible letanía: mujeres violadas y convertidas en objeto de
comercio, obligadas a la prostitución para ganarse la vida,
aterrorizadas individualmente y en su papel de protectoras de sus
hijos y de otraos familiares indefensos. Toda violencia contra la
vida humana es terrible, pero la violencia sexual está concebida
para degradar, deshumanizar, desmoralizar y de manera única. Las
consecuencias son profundas y duraderas, tanto física como
psicológicamente''.
El
nuncio recordó que el último año se ha caracterizado por una serie
de atrocidades que han llevado aparejada la violencia sexual en
diversos conflictos y por parte de grupos como Boko Haram, el llamado
Estado islámico de Iraq y de al- Sham (Isis). “Algunas agresiones
contra mujeres y chicas se deben puramente a la fe que profesan
-especificó- No obstante esta suponga hoy una gran preocupación
para los cristianos, se trata ciertamente de una cuestión en la que
la naturaleza humana que compartimos, trascendiendo todas las
religiones y las culturas, requiere el compromiso común de los
pertenecientes a todas las confesiones y de los gobiernos, para
condenar con fuerza y combatir esos actos atroces, además de alzar
la voz y proteger a los que están amenazados''.
''En
los últimos años parece haber aumentado la sensibilización
internacional sobre la plaga del tráfico de seres humanos y que se
esté dando una respuesta creciente -constató- Es deseable que se
perciba cada vez más lo que el Papa Francisco definió como el
''trauma'' que sacude ''cuerpo y alma'', es decir la violación como
arma de guerra. Adaptando una observación de Su Santidad, una caída
de la Bolsa de dos puntos es noticia de primera plana, mientras la
violación de cientos o incluso de miles de mujeres pasaría
inobservada''.
La
Delegación de la Santa Sede apoya por tanto los procesos indicados
por la Secretaría General de la ONU que son esenciales para
garantizar la justicia a las mujeres agredidas en los conflictos:
investigaciones puntuales y documentación, procedimientos coherentes
y rigurosos, análisis constantes y responsabilidades relacionadas
con las causas fundamentales de la violencia sexual y de otro tipo en
los conflictos armados. ''Sostenemos los esfuerzos para facilitar
servicios legales,médicos y sociales adecuados a cada una de las
mujeres agredidas, a las testigos y a las supervivientes, además de
a sus familiares -explicó el arzobispo- Gracias a la presencia local
permanente de la Iglesia católica en las zonas del mundo más
afectadas por la tragedia, una red de instituciones y organismos
católicos responden de modo rápido y eficaz a la hora de hacer
frente a la violencia en los conflictos armados. Sin embargo, es
siempre doloroso ver que algunos continentes siguen promoviendo el
aborto como parte del tratamiento o de la respuestas a las agresiones
padecidas por las mujeres. Esto contradice la misión de paz y
seguridad de las Naciones Unidas y propone responder a la violencia
con otra violencia''.
''En
este organismo se ha observado a menudo y es verdad – concluyó
monseñor Auza- que las mujeres no son solamente víctimas, sino
también agentes y colaboradoras necesarias en la tarea de prevención
y resolución de los conflictos. Sin su contribución, los gobiernos,
los negociadores y los grupos de la sociedad civil no pueden entender
el problema ni plantear soluciones eficaces. Igualmente es importante
continuar en cada Estado miembro la labor constante y paciente de
lograr una justicia estructural para las mujeres en todos los ámbitos
de la sociedad. Una visión correcta de su papel en la sociedad y su
integración en todos los sectores sociales son aspectos
fundamentales para la prevención de la violencia''.
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