Ciudad
del Vaticano, 11 de marzo 2015 (VIS).- El valor y la importancia de
los abuelos en la familia fue el tema de la catequesis del Papa
Francisco durante la audiencia general de los miércoles celebrada en
la Plaza de San Pedro.
Ante
todo, Francisco afirmó que se identificaba con los ancianos porque
tenía su misma edad. ''Cuando
estuve en Filipinas -comentó divertido- la gente me llamaba ''Lolo
Kiko'', o sea, abuelo Francisco'' y subrayó que aunque la
sociedad tienda a descartar a las personas mayores, desde luego el
Señor no lo hace, al contrario: llama a seguirlo en todas las
etapas de la vida porque la ancianidad ''también contiene una
gracia y una misión, una vocación verdadera''.
''Todavía
no es el momento de "soltar los remos" -dijo- Este período
de la vida es diferente de los anteriores, no hay duda; de alguna
manera tenemos que inventárnoslo porque nuestras sociedades no están
listas, ni espiritual ni moralmente, para darle todo su valor.
Efectivamente, hasta hace poco, no era tan normal tener tiempo
disponible; hoy lo es mucho más. E incluso la espiritualidad
cristiana se encuentra con esta situación, un poco de improviso y
ahora se trata de esbozar una espiritualidad de las personas
mayores. ¡Pero gracias a Dios no faltan los testimonios de los
santos y santas ancianos!''.
El
Papa puso como ejemplo a los ancianos Simeón y Ana que esperaron
durante muchos años en el Templo la llegada de Jesús y que quizás,
ya estaban resignados a morir antes de verlo, aunque esa larga espera
ocupase toda su vida, porque no tenían compromiso más importante
que aquel. Pero cuando María y José llegaron al Templo para cumplir
con las disposiciones de la Ley, el peso de la edad y de la espera
desapareció en un instante. ''Reconocieron al Niño, y descubrieron
una nueva fuerza para una tarea nueva: dar gracias y dar testimonio
de este signo de Dios. Simeón improvisó un hermoso himno de júbilo,
se convirtió en poeta, y
Ana se convirtió en la primera predicadora de Jesús, como dice
Lucas en su evangelio: "Hablaba del niño a todos los que
aguardaban la redención de Jerusalén".
''Queridos
abuelos, queridos ancianos -exclamó el Papa- sigamos la estela de
estos viejos extraordinarios. También nosotros podemos convertirnos
en "poetas de la oración''. Intentemos encontrar palabras
nuestras, reapropiémonos de las que nos enseña la Palabra de Dios.
La oración de los abuelos y ancianos es un gran regalo para la
Iglesia. Una gran inyección de sabiduría para toda la sociedad:
especialmente para la que está demasiado ocupada, demasiado
ajetreada, demasiado distraída. Alguien tiene que cantar, también
para ellos los signos de Dios,
proclamar los signos de Dios,
rezar
por ellos. Fijémonos en Benedicto XVI, que ha
elegido pasar en la oración y en la escucha de Dios la última
parte de su vida. Un gran creyente del siglo pasado, de tradición
ortodoxa, Olivier Clement, dijo: "Una civilización donde ya no
se reza es una civilización en la que la vejez ya no tiene sentido.
Y esto es aterrador, necesitamos en primer lugar ancianos que rezan
porque la vejez se nos da para esto ".
''Podemos
dar gracias al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío
de la ingratitud que lo circunda -sugirió el Pontífice- Podemos
interceder por las expectativas de las nuevas generaciones y dar
dignidad a la memoria y los sacrificios de las pasadas. Podemos
recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es una vida
árida. Podemos decir a los jóvenes temerosos que la angustia del
futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado
enamorados de sí mismos que hay más alegría en dar que en recibir.
Los abuelos y las abuelas forman el "coro" permanente de
un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el
canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el
campo de la vida''.
Además,
''la oración purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la
súplica a Dios previenen que el corazón se endurezca con el
resentimiento y el egoísmo. ¡Que pena da el cinismo de un anciano
que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes
y no comunica una sabiduría de la vida! En cambio, que bonito es el
ánimo que el anciano transmite al joven en busca del sentido de la
fe y de la vida . Realmente esta es la misión de los abuelos, la
vocación de las personas mayores. Las palabras de los abuelos tienen
algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que
mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal
-reveló el Papa- las llevó todavía conmigo, siempre en el
breviario, las leo a menudo y me
hace bien''.
''¡Cuánto
me gustaría -concluyó Francisco- una iglesia que desafía a la
cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo
entre los jóvenes y los ancianos!''.
Esto es lo que hoy pido al Señor, este abrazo''.
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