Ciudad
del Vaticano, 27 de enero 2015 (VIS).-Esta mañana
en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, monseñor Giampietro Dal
Toso, Secretario del Pontificio Consejo ''Cor Unum'' ha ilustrado el
contenido del Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2015,
explicando que su tema central es la indiferencia, un
argumento ya abordado en diversas ocasiones por el Papa que ha
hablado de la ''globalización de la indiferencia'', como hizo
también el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado en su
discurso ante la ONU el pasado mes de septiembre, cuando equiparó la
indiferencia a la apatía que a veces es ''sinónimo de
irresponsabilidad''
La
indiferencia es, por lo tanto ''un concepto importante para
comprender diversos fenómenos del
mundo moderno insertándolo en una lectura, sin
duda parcial, de una cierta cultura. La indiferencia proviene
de una falta de diferencia. De una no consideración de la
diferencia''. Y ese
concepto, agregó el prelado, se puede aplicar en tres niveles:
interpersonal, cultural y metafísico. A nivel interpersonal,
''el juego entre diferencia e indiferencia
es más fácil de entender. Por un lado se marca
mucho la diferencia para provocar la
separación. Por otro, la falta de atención
a la diferencia entre el otro y yo, engloba al
otro en mis parámetros y así lo cancela''.
''En
el ámbito cultural, es
decir en el aire que respiramos y que
contribuye a forjar nuestro pensamiento y nuestro
juicio, -prosiguió- me parece
notar una indiferencia a los valores que no atañe
solo a su ignorancia u
observancia incompleta, sino sobre todo
a la falta de juicio acerca
de ellos. Así, cada elección es
intercambiable, cada opción viable, cualquier evaluación sobre el
bien y el mal, sobre lo verdadero y lo
falso, inútil. Porque si no hay ninguna diferencia, todo es igual
y, por lo tanto, no es lícito proponer
algo que sea más adecuado o menos
adecuado a la naturaleza de la persona. En mi opinión, la
homologación global, la
nivelación de los valores que procede de la ausencia de diferencias,
está unida a la experiencia de muchos de
nuestros contemporáneos acerca de la falta de sentido. Si todo es
igual, si nada es diferente y, por tanto, más o menos válido, ¿en
qué puedes invertir tu vida? Si todo es lo mismo, quiere
decir que en realidad nada tiene valor''.
En
el tercer nivel, el de los principios, o
si se quiere el metafísico, se encuentra la mayor
indiferencia, ''la forma más patente
de falta de atención a la diferencia, que
es la indiferencia hacia Dios y, por tanto, la falta de
atención a la diferencia entre el Creador y la criatura, que tanto
perjudica a la humanidad moderna porque la
lleva a creerse dios,
mientras continuamente choca con sus
limitaciones''.
Monseñor
Dal Toso abordó a continuación esta globalización de la
indiferencia no sólo como un fenómeno geográfico, sino como ''un
fenómeno cultural que se expande a medida que se
impone una cierta concepción del mundo (Weltanschauung)
occidental; y que no está solamente
ligado a las relaciónes,
sino que es una
actitud existencial''. Ahora bien ''la
Iglesia -puntualizó- no denuncia ciertas
situaciones simplemente para estigmatizarlas,
sino para
ofrecer también vías para sanarlas. Por
eso, la Cuaresma es siempre un tiempo de
conversión, es decir de cambio y
renovación, para superar esta globalización de la indiferencia y
para entrar en una nueva fase, donde reconocemos la
diferencia entre yo y el otro; entre un estilo de vida y otra; entre
Dios y yo. También el Mensaje de Cuaresma
de este año propone tres ámbitos para
superar la indiferencia: la Iglesia, la comunidad y el individuo''.
El
Papa habla de la conversión necesaria y del
nuevo corazón que puede latir dentro de
nosotros. ''Toda reconstrucción social y
toda renovación cultural, pasa a través del cambio
individual -especificó el Secretario de Cor Unum-
Y el evangelio nos da las claves
para conseguir ese cambio, que a su vez
afecta a todo el tejido social. Pero cuidado: La
conversión no halla su objetivo en una sociedad mejor, sino
en el conocimiento de Cristo y en parecerse
a El. Como vemos muy bien en el
magisterio de Francisco, se nos
llama a superar una fe funcional a la
atención y al bienestar personales.
La indiferencia nace de una actitud de
vida para la cual la alteridad no supone la
diferencia y por lo tanto la persona se cierra sobre sí misma.
Incluso la fe puede instrumentalizarse en
esta búsqueda de uno mismo. El camino es, por tanto, ir más allá,
salir de sí mismo, vivir la
fe mirando a Cristo, y encontrar en El al
Padre y a los hermanos que nos
esperan''.
El
segundo ámbito atañe a las comunidades cristianas, llamadas
a ser ''islas de misericordia en un mundo
dominado por la globalización de la indiferencia. Hay
una distinción entre la Iglesia y el mundo, entre la ciudad
celestial y la ciudad terrena, que debe ser cada
vez más patente. Transformar nuestros lugares
cristianos - parroquias, comunidades, grupos - en lugares donde
se manifiesta la misericordia de Dios. Frente a la
globalización de la indiferencia, algunos podrían desanimarse,
porque puede parecer que no puede cambiar nada, dado
que nos hallamos en un enorme
proceso social y económico
que está más allá de nuestro alcance.
En cambio no es así: la comunidad
cristiana ya puede vivir superando la
indiferencia, ya puede mostrar al mundo que se puede vivir de otra
manera, ya puede convertirse en aquella
ciudad sobre el monte de
la que habla el Evangelio. Desde esta Cuaresma la vida
cristiana en comunidad, donde uno
vive para el otro, puede no
ser una quimera, sino una realidad viva, no un sueño lejano,
sino un signo vivo de la presencia de la misericordia de Dios en
Cristo''.
El
tercer nivel es el de la Iglesia en su realidad global.
''Desafortunadamente -constató
Dal Toso- tendemos a ver en la Iglesia sólo una institución,
una estructura. En cambio es el cuerpo
vivo de los que creen en Cristo. Y esta totalidad
es la que tiene que renovarse.
Al ser un cuerpo, muestra de estar vivo porque cambia, crece, se
desarrolla. En este cuerpo los miembros se cuidan entre sí''.
Por
último el prelado recordó que Cor Unum siempre se
ha hecho instrumento de la cercanía del
Papa a los últimos,
demostrándolo con tres recientes ejemplos: el encuentro organizado
junto a la Comisión para América Latina con
los diferentes organismos
involucrados en la reconstrucción de Haití,
durante el que se hizo un balance de la ayuda prestada por la Iglesia
Católica a ese país en los cinco años siguientes al terremoto
estimada en 21, 5 millones de dólares. La crisis humanitaria
en Oriente Medio, especialmente en Siria e Irak, ''donde
las grandes víctimas de estas guerras son las personas,
especialmente las minorías más vulnerables, como los cristianos,
que vuelven a ser la carta que juegan los
potentes''. Sin olvidar el reciente viaje
del Papa a Filipinas donde se ha visto concretamente
''lo que significa fortalecer los corazones
donde no quedaría nada que esperar''. En
Tacloban, donde estuvo el Papa, Cor Unum
ha construido un gran centro de servicios para jóvenes y mayores,
que lleva el nombre de Francisco. ''Nuestro
dicasterio -concluyó- quiere ser una gran
expresión global de cómo la Iglesia es
un cuerpo en el que cada miembro puede experimentar la
caridad del otro''.
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